Andrés Manuel López Obrador es un genio de la política a quien resulta difícil entender. Pero, desde luego, hay que intentarlo. En este caso, la situación se complica porque el presidente ha dicho algo que contradice su discurso de muchos años sobre la Ciudad de México: que su sociedad ha sido no solo progresista, sino un paradigma mundial en términos de pensamiento de izquierda de avanzada.

¿Ahora la capital de nuestro país se volvió conservadora? ¿Así de fuerte el cambio en la ciudad en la que la izquierda no ha perdido las elecciones para la jefatura de gobierno desde 1997, hace 27 años? Suponiendo que fuera el caso, estaríamos obligados a buscar las causas de tan impactante cambio, que AMLO las sintetiza en una sola —”el bombardeo de los medios”—, pero que a mí me parece insuficiente y hasta irrelevante en función de las intenciones del presidente.

Antes de ir a las posibles causas de la supuesta derechización capitalina, vale la pena tratar de explicar por qué la nueva estrategia de un líder tan experimentado como Andrés Manuel, a quien le ha funcionado jamás reconocer lo que no conviene admitir. No es criticable que AMLO por sistema rechace lo que no le favorece: no estamos ante un científico obligado a la objetividad, sino ante un dirigente político comprometido con la transformación de las estructuras sociales. La pregunta fundamental es la de por qué ahora, de pronto, el gran activista acepta algo que debe resultarle particularmente doloroso y, en una primera mirada, dañino para su movimiento: que perdió lo mejor que tenía, su identidad de izquierda, la metrópoli que López Obrador gobernó cuando empezó a ser una figura de alcance nacional, la ciudad cuyo progresismo fue durante años la más importante bandera del obradorismo.

Pienso que AMLO ha dicho que la Ciudad de México, a diferencia del resto de la nación, se ha “empanizando, aburguesando, derechizando” porque ha percibido —su instinto pocas veces falla— que la oposición ha perdido toda esperanza de ganar la presidencia, ni siquiera con más guerra sucia contra Claudia Sheinbaum. Entonces, la alianza PRI, PAN, PRD empieza a concentrar sus recursos en la capital del país. Hay razones para pensar que políticos relevantes priistas y panistas ya se rindieron en la carrera presidencial porque, de plano, ven a Xóchitl Gálvez como una candidata fallida, y han decidido llevar sus esfuerzos y su dinero a la campaña del panista Santiago Taboada. La advertencia de Andrés Manuel de que la CDMX se ha derechizado sería una invitación a la candidata local de Morena, Clara Brugada: ponerse las pilas.

Brugada sigue adelante en las encuestas, pero no con la ventaja que se requiere para asegurar la victoria —ventaja que el morenismo sí tiene a nivel nacional—. El presidente, entonces, estaría presionando a la candidata capitalina para trabajar más y con menos arrogancia. La verdad sea dicha, Clara Brugada se ve con poca actividad y hasta sobrada. Riesgosa actitud. La vanidad de quien piensa que ya ganó y deja de esforzarse, suele ser el inicio de la derrota.

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Martí Batres está lejos de ser, como AMLO, un genio de la política. Pero el actual jefe de gobierno de la CDMX ha sido un político eficaz, cuya mayor virtud ha sido la disciplina. Ha llegado tan alto por jamás haberle llevado la contra a Andrés Manuel, y ha hecho lo correcto. ¿Por qué Batres ahora sí contradice al presidente? Creo que por no comprender las razones, necesariamente complejas, que han llevado a López Obrador a diagnosticar la derechización de la capital.

Como dice el sabio refrán, Batres desperdició una excelente oportunidad de quedarse callado. Entonces, trató de argumentar contra AMLO. Lo hizo tan mal que se enredó con estadísticas electorales del PRI y del PAN, que me parece para nada refutan las expresiones de López Obrador sobre el creciente conservadurismo en la Ciudad de México.

Martí Batres no entendió que el progresismo puede estar perdiendo terreno en la capital no solo por el bombardeo de los medios, absolutamente real, sino también —y sobre todo— porque la oposición está llevando a todas sus tropas a la metrópoli dejando vacías las trincheras de la contienda presidencial que consideran totalmente perdida.

Es un hecho que la ofensiva de la derecha no la está enfrentando la candidata Brugada con más trabajo, sino con suficiencia, la de pensar que no pasa nada. Pero sí, está pasando. AMLO lo sabe y, en su estilo de enviar mensajes capciosos está exigiendo un cambio de actitud a Clara Brugada, pero también a Martí Batres.

El que avisa no es traidor. AMLO no está abandonando a Brugada y a Batres: les está regañando. La reprimenda obedece a que no han hecho correctamente la tarea. En vez de justificarse, ella y él deben entrarle duro al quehacer político, que evidentemente han descuidado. Tienen tiempo para decir adiós a la altivez que caracteriza a quienes creen que ya ganaron, para tomar en serio la contienda. No se arrepentirán si le bajan al menos dos rayitas al envanecimiento.