El presidente López Obrador ha hecho énfasis en privilegiar la unidad de Morena. Hace bien, sin embargo, el problema es que -el partido- desde hace mucho tiempo está sometido por las determinaciones de un grupo radical que se apoderó de la toma de decisiones a falta de algún liderazgo. Los llamados radicales o el ala dura tienden a persuadir al mandatario para que tome partida o preferencia.

Tal vez el mandatario López Obrador ha confiado demasiado en un presidente nacional de Morena al que se le ha hecho más fácil salir a buscar culpables en lugar de encontrar soluciones. No he visto, hasta ahora, que se pronuncie en contra del espectáculo televisivo que proyecta la gobernadora de Campeche, Layda Sansores, porque eso sí que acelera la división y la fricción interna en el seno morenista.

Lejos de promover la unidad parece dinamitarla. Que fácil es salir a provocar más división en lugar de cicatrizarla. Su función implica buscar mecanismos de fortalecimiento para encontrar la unidad; no veo que haga esa tarea con las disputas internas que ha provocado la sucesión presidencial adelantada.

Mario Delgado podrá presumir los números de la marcha y qué son el partido más dominante del país, sin embargo, las discrepancias pueden terminar por acelerar la degradación del partido. El presidente Obrador no será eterno; su figura -en estos momentos es trascendental- pero llegará el momento en que no. De hecho, muchos le siguen apostando a la imagen del mandatario para sacarle jugo a sus aspiraciones.

Se vale, pero no cayendo ni mucho menos usando los mecanismos más mezquinos para golpear a los adversarios políticos dentro de un mismo partido. Lo que dijo Mario Delgado en contra del coordinador de los Senadores de Morena no es un juicio personal, sino es una provocación directa para incitar a la descalificación.

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Entiendo que su preferencia es con la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, no obstante, él no puede fungir como un miembro radical del partido. Se supone que su tarea es, dentro de la estructura, buscar los recursos a favor de la unidad.

Siempre un presidente de un partido nacional es visto como un verdadero líder, capaz de mediar cualquier asunto interno. Empero, Mario Delgado no hace lo propio y un aspecto es más que verdad: no ha tenido la capacidad para llevar las riendas de un movimiento tan inmenso como Morena.

A él podemos señalarlo como culpable sí Morena llega a la segmentación porque no propone prácticamente nada. La mediación es, en este momento, un buen mecanismo para sanar heridas; sin embargo, dada su posición tal parece que profundiza la lesión interna con respuestas de ese tipo.

Y qué decir de César Cravioto que, tal parece, se ha vuelto una especie de vocero del Antiguo Palacio de Ayuntamiento. No es la primera vez que arremete contra Ricardo Monreal. De hecho, durante mucho tiempo ha conspirado para intentar tumbarlo de la coordinación de la fracción de Morena.

Recuerdo que, una y otra vez, ha sido exhibido y, lo peor de todo, es que sus intentos son banales. Ha quedado mal cuando ha tratado de poner en sus manos el “liderazgo de una minoría de legisladores radicales de Morena” que usan cualquier pretexto para aprovechar la andanada.

Durante cuatro años han trazado intentos de conspiración y han concentrado estrategias, pero, ninguna de ellas, les ha podido funcionar.

Por ello, no es ninguna novedad que ahora salgan a decir todo tipo de comentarios con tal de intentar golpear políticamente al líder de la fracción de Morena en la Cámara de Senadores cuando ni siquiera hay motivos.

Lo que sí hay es, desde hace más de un año, una serie de estrategias para propiciar la división interna. Entiendo que la lealtad de Cravioto esté con la jefa de Gobierno, no obstante, están totalmente descarados. Lo absorbió -por completo- el clima sucesorio presidencial en una especie de súbditos que cargan la balanza hacia una “corcholata”.

Será que, ambos, son voceros de algún aspirante presidencial porque la rudeza con la que actúan -no es la esencia de un partido plural- ni mucho menos democrático.

Notas finales

Luego de los comentarios, Ricardo Monreal aseguró que no tomará una decisión por capricho o precipitada, “soy hombre de Estado, tengo enfoque republicano e institucional”. De hecho, aseguró que su futuro político no lo van a decidir quienes mantienen una campaña de linchamiento en contra de él.

“Me mantengo estoico. No tomaré una decisión precipitada, ni por capricho. Hacerlo no me haría un hombre de Estado, con un enfoque republicano e institucional”.

Señaló que si fuera un hombre que reaccionara con facilidad, o con el intestino, sin la cabeza y con reacciones como las que están pasando, “de decir frente al clima de linchamiento ya no debo estar aquí, sería muy fácil para ellos, y no creo que para mí sea correcto que me salga por la puerta de atrás, porque no han sido 26 años al lado del Presidente de la República; 26 años construyendo este Movimiento”.

Monreal Ávila manifestó que no es con la dirigencia ni con la nomenclatura de Morena con quieres hacer alianza para hacer más democráticos los procesos internos, sino con la base social. Por ellos me mantengo luchando. Estoy muy consciente de mi lugar y de mi papel. He dicho que estaré en la boleta, que lucharé por contender y suceder al presidente de la República a la buena, que me siento con más capacidad y con más talento para ofrecer un país de reconciliación y he dicho que es más fácil consensar y reconciliar, que confrontar y sembrar odio y rencor, reiteró.

Ricardo Monreal cuestionó: “¿Qué ganan con atacarme con odio? Porque dicen que no coincido con el Presidente, porque dicen que tengo mi opinión propia, porque dicen que tengo mi opinión sobre la Reforma Electoral, que tengo una autonomía de carácter. ¿Por eso soy traidor? Pues sí, así los acusaron a muchos héroes nacionales de traición, desde Hidalgo, Morelos, Zapata, Villa, Madero, todos eran acusados de traición por su pensamiento frente al Estado y frente al poder.

Yo estoy tranquilo, confío mucho en Dios y me refugio mucho en mi familia, en mis verdaderos amigos que al final son lo único que quedan.

Y al final de la vida nos quedaremos solos, pero recordaremos esta etapa tan bonita del México moderno y del México del futuro que estamos observando y que estamos tratando de que mejore para nuestras generaciones futuras, finalizó.