Ante el anuncio que realizó el Frente Amplio por México, luego de que presentó su plataforma para competir el 2024, una ola de declinaciones se han dejado sentir. Son, ni más ni menos, que las senadoras Lilly Téllez y Claudia Ruiz, ambas, habían hecho pública su aspiración por buscar la candidatura de la alianza, sin embargo, estos últimos dos días anunciaron que se bajan.

Siendo una declinación muy prematura, nos damos cuenta de que, más allá de que existe una lista larga de suspirantes, hay un proceso de simulación de la derecha. Espero no equivocarme, pero, la decisión final, recaerá en la dirigencia nacional del PAN. De hecho, en mis dos pasadas columnas de opinión, fundamenté la razón de por qué esa hipótesis.

Señalé que, en medio de ese clima, no hay capacidad para que el PRD y PRI negocien la candidatura presidencial, por más de que aparenten que habrá un ejercicio plural cuando, en los hechos, sabemos que Acción Nacional impondrá un perfil.

Los tres vienen en franca decadencia, sin embargo, la fuerza más competitiva, por decirlo así, es Acción Nacional. El PAN, por ejemplo, tiene una intención del voto de menos del 17%; en lo que respecta al PRI, su porcentaje va cada vez más a la baja y, conforme a los estudios de opinión, cuenta con 10%. Ahora bien, entre el 2 y 3% de la proporción final, es con lo que está sobreviviendo el PRD a nivel nacional. Además de ello, el Revolucionario Institucional llevó mano en la elección de Coahuila y Estado de México y, para este 2024, ha quemado sus cartas.

Es paradójico, pero más allá de que la oposición presente métodos “democráticos”, los mismos aspirantes no tienen confianza en ello. Los ejemplos más claros han sido en estos dos días, las declinaciones de Téllez y Ruiz Massieu. De hecho, ambas han mostrado un tono similar y, de paso, han coincidido en que, el proceso primario que presentó la plataforma del Frente Amplio por México, es un mecanismo desdibujado. Incluso, no pasaron ni tres días para que la derecha dejará de contar con dos perfiles menos en la larga lista y, con ese escenario, su futuro es complejo.

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Se trata, a todas luces, de una crisis mayúscula que, con el paso de los días, se nota más. Suena muy atractiva la suma de tres partidos políticos, sin embargo, hay sumas que restan. Tal parece que, en esa realidad, el único partido que ha entendido perfectamente ese papel, es Movimiento Ciudadano, que concluyó, en 2018, qué realizar pactos con Acción Nacional fue muy dañino para la construcción de un bloque de contención que hiciera frente al dominante paso de AMLO en esa fase.

No todas las alianzas están condenadas al fracaso. El caso de Morena es distinto. El partido que llevó a López Obrador a Palacio Nacional, supo cohesionar con el pueblo y, con los aliados históricos, ha sabido capitalizar procesos electorales. PT y PVEM, se han sumado a la causa. En cambio, la suma del PRI, PRD y PAN, es el común denominador del revés. Algunos piensan qué el perredismo aportará algo, cuando su lucha es por la supervivencia. Algo similar vive el Revolucionario Institucional, que llega desangelado después de haber perdido el Estado de México, bastión y el principal laboratorio de votantes a nivel nacional.

Con cualquier abanderado el la coordinación de los comités de la cuarta transformación, Morena ganará la presidencia de la República. Ese es, en la lógica política, un hecho inminente que, a estas alturas, es muy difícil revertir. De hecho, la tendencia cada vez crece más y, en esa coyuntura, la derecha se desinfla. Con ese paso, llegará el momento de la degradación final. Es decir, la derrota electoral del 2024 porque, con esa pobre actuación, caminan aceleradamente a tener otro revés más no solo por el pragmatismo, sino por la simulación del Frente Amplio por México.