Morena difícilmente podría llamarse partido político. Lo es en sentido legal, de acuerdo a la normatividad vigente y al hecho mismo de presentar candidatos a cargos de elección popular. Sin embargo, a la luz de las ciencias políticas y desde el punto de vista de un análisis básico, no es más que la exaltación de la personalidad de un caudillo: AMLO.

Desde la fundación de Morena AMLO y los suyos, anticipándose al juicio de la historia, se auto denominaron 4T, como si ellos, efectivamente, estuviesen a la altura de los tres grandes movimientos que les precedieron.

Todo en Morena gira alrededor del presidente. Él, en tanto que líder moral y espiritual, guía los destinos del movimiento, impone su propia agenda, selecciona candidatos (solamente un puñado de despistados se creen la idea de que AMLO no intervino en la selección) y dicta mandatos.

Claudia Sheinbaum no parece alejarse del culto a la personalidad de AMLO, y por tanto, no ha movido un dedo, hasta ahora, para andar hacia una plena institucionalidad. Lo necesita, pues sabe bien que los resultados del pasado 2 de junio derivaron en buena medida de la popularidad de su antecesor.

Apenas el lunes pasado la presidente electa sugirió la idea de que el 1 de julio de 2018, léase, el día de la victoria de AMLO en las urnas, fuese recordado como el “Día de la Revolución de las Conciencias”.

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¿Se tratará de un mero elemento de un discurso o buscará la próxima presidente que ese día sea considerado día feriado? ¿O quizás estará pensando Sheinbaum que el 13 de noviembre (cumpleaños de AMLO) sea declarado festivo como el natalicio de Andrés Manuel López Obrador, salvador de la nación? No se sabe, pero tampoco se duda.

Lo que sí que es un hecho es que las democracias liberales exitosas no se construyen mediante la exaltación de la personalidad de un hombre o mujer, sino a través de la construcción de consensos que coadyuven a la edificación de instituciones que superen a las personalidades y que se fortalezcan en tiempo.

Como he señalado, el partido oficial no es una institución, sino un movimiento ideológico sin una clara visión de Estado y cuya unidad y supervivencia están fundamentadas en el carisma del macuspano.