Ya lo había escrito, ya lo había denunciado, la corrupción en el futbol mexicano tendría consecuencias graves. Intereses económicos, negligencia, crimen organizado e impunidad, todos estos fueron algunos de los factores que derivaron en el espantoso estallido de violencia en el estadio La Corregidora de Querétaro. Estas mismas fuerzas, estas mismas mafias, siguen vigentes y ahora intervendrán para minimizar o desviar las investigaciones de lo ocurrido.

Porque detrás de esta tragedia confluyen dos niveles de mafias. Una, por lo alto, involucra a promotores, dueños de clubes y autoridades de gobierno, más enfocados en su “danza de millones” por la compraventa de jugadores, que en brindar seguridad efectiva a sus aficionados, situación que ya denuncié en mi reportaje “El Cártel del Gol. Corrupción en el Futbol Mexicano”. Otra, más por lo bajo, es la preocupante presencia de grupos de delincuencia organizada al interior de las barras, quienes ya incluso tienen coartadas a las autoridades para que así puedan obrar a su antojo.

A “ras de piso”, en el plano inmediato, existen culpables evidentes, hoolligans alcoholizados que se atacaron con objetos contundentes como palos y fierros, a patadas o a puños, solo por el color de una camiseta. Contra ellos, existen videos y testimonios, por lo que sin duda habrán sanciones administrativas y penales.

Pero no podemos quedarnos en la pura agresión, pues hay una negligencia criminal por parte del estadio y del gobierno al no contar con suficiente vigilancia, además de evidenciar a policías quienes incluso les abrieron las rejas a las barras  y no quisieron participar en parar las agresiones, pese al pandemonio que bullía en su alrededor. Esta indiferencia se agrava al constatar que existían antecedentes de que esto podía ocurrir, como lo es la amenaza dada por la barra del Querétaro al Atlas apenas en la jornada anterior. Hasta Mikel Arriola, presidente de la Femexfut, admitió en entrevista que sabían que este grupo era “problemático” y que le habían solicitado a los Gallos Blancos reforzar la seguridad en el estadio, lo que increíblemente no fue acatado.

Para entender esta tamaña negligencia, debemos investigar quiénes están detrás del Querétaro. Como yo mismo di cuenta en varias ocasiones, se trata de un grupo de promotores e inversionistas que incluye, al “Cártel del Gol”, que encabeza el promotor deportivo Greg Taylor y su socio Manuel Velarde. Ellos se hicieron de los “Gallos Blancos” en 2020, cuando Caliente los sacó prácticamente a remate, en el inicio de la pandemia del Covid-19, lo hicieron con el dinero de Emilio Escalante, zar de las vacunas antirrábicas en México, quien es un gran aficionado del Atlante y a quien le vendieron la idea de que comprando Gallos Blancos, podrían cambiarle el nombre por el Atlante y subirlo por “arte de magia” a la primera división.

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Greg Taylor y Manuel Velarde también tienen participación en el Atlante, pese a estar prohibido por la FIFA que agentes sean dueños de equipos. De hecho, una de las primeras acciones que realizó su empresa “Promanage” fue traspasar un grupo de futbolistas de los Potros a los Gallos, con una suculenta ganancia, por supuesto.

Emilio Escalante se salvó, luego de un reportaje que publiqué, él decidió no invertir más en comprar Gallos, y Greg y Manuel se vieron obligados a devolverle su anticipo de 8 millones de dólares, entregándole a cambio el Atlante de la liga de expansión del que ahora él es el el dueño.

Tal como lo denuncié en su momento, existe ya todo un entramado de corrupción para la venta con sobreprecio de diversos futbolistas, representados por los mismos promotores, quienes llegan a distintos clubes a través del soborno de directores técnicos u otros altos directivos de estos equipos. En estos casos, es ya secundario o hasta insignificante, el verdadero rendimiento de estos jugadores o los intereses del club. Lo principal son las ganancias de los agentes, ahora enquistados como propietarios, para así torcer todo a sus intereses.

En esta podredumbre mercantilista, poca o nula atención se le dio al tema de seguridad, al desarrollo del alto nivel deportivo y a la cantera de jóvenes. Eso ya quedó claro. El zafarrancho de La Corregidora era algo que tenía que estallar, tarde o temprano, como parte de la descomposición de lo que alguna vez fueron clubes deportivos, enfocados en lo social.

Ahora se avecinan no solo sanciones del Femexfut o FIFA e investigaciones penales, e incluso el riesgo de la desafiliación de los Gallos Blancos, sino también las fuertes demandas civiles por daños, las que debiera tener a este par de promotores temblando. No obstante, hay fuentes que me señalan que esto tal vez no sea así, pues ellos secretamente habrían vendido su participación de este club, luego del cambio de gobierno en el estado de Querétaro.

Aquí resulta muy llamativo, como punto de inflexión, la presentación de Adolfo Ríos García, ex portero del América, como nuevo director General del Club Querétaro, el presidente del equipo, Gabriel Solares, y el entonces gobernador electo, Mauricio Kuri.

Allí, frente a la prensa, Mauricio Kuri afirmó que le brindaba todo su apoyo al nuevo director General del Club, entendiéndose que ingresaba casi como el representante del Gobierno del estado en esta institución privada, aunque presuntamente fuertemente subsidiada por los impuestos de los queretanos. Adolfo Ríos primero fue invitado a ocupar el cargo de director del Instituto del Deporte de Querétaro, cargo que no tomó para irse a los Gallos Blancos.

Muy llamativo resulta que de reportes de 10 o hasta más fallecidos en los primeros momentos, luego se haya aclarado que solamente hubo heridos, de los cuales tres eran graves. Es sospechoso por la abundancia de videos que muestra cuando menos a una docena de personas inconscientes o severamente golpeados, pero que ahora milagrosamente están heridos “de levedad” salvo por tres. Ojalá no se confirme después que varios de estos heridos sean declarados como difuntos ya en los hospitales. ¿Será posible que en realidad si haya fallecidos y que exista la consigna de ocultarlo para después afirmar que estos decesos fueron lejos del estadio? De existir un interés en ello por parte del gobernador, no suena tan descabellado.

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Lo anterior expuesto es solo la mitad de este triste panorama. También resulta imposible de ocultar o negar la abierta impunidad con la que gozaron las barras durante el zafarrancho que montaron en el estadio. Allí, la seguridad privada casi inexistente y los pocos policías presentes se hacían “de la vista gorda”.

Ya todos hemos visto los videos en donde un policía felizmente platica por teléfono, sin hacer caso a los agresores que corrían a sus espaldas. También otro evidencia cómo un policía abrió una de las rejas, lo que hizo posible esta riña descomunal.

Testimonios de aficionados indican cómo hinchas del Querétaro pudieron acercarse sin problemas al área de la barra 51 del Atlas y comenzar a reñir, sin intervención de nadie. Incluso, la agresión vino de dos lados de manera simultánea, emboscándolos. De haberse separado a los grupos, no habría pasado de un conato de violencia, pero en su lugar, se dejó crecer sin control.

Existen versiones que aseguran que este solapamiento se debe a que ya estas barras están infiltradas por la delincuencia organizada, y ya tienen amenazados a guardias y policías a no intervenir.

De hecho, hay quienes aseguran que la barra del Querétaro la dirige un conocido “huachicolero”, temido por todos, quien tenía enemistad con una de las cabecillas de la barra 51 del Atlas, presuntamente ligada al Cártel Jalisco Nueva Generación.

Aquí tenemos que la violencia que sufre México por la delincuencia organizada también se derrama hacia las canchas deportivas. Grupos antagónicos que se batallan a balazos en la sierra y en las calles, también “apadrinan” a barras que trasladan estos conflictos a las gradas, con un saldo pagado en sangre.

Ahora que esta barbarie ya ha llenado las primeras planas de periódicos de todo el mundo, cuando todos prometen investigar, yo me pregunto ¿qué tan a fondo estarán dispuestos a escarbar? Por el bien del deporte, por el bien de la seguridad de las familias que acuden a los estadios, esperemos que sea más que lo mínimo necesario para guardar apariencias.

Amir Ibrahim en Twitter: @AmirIbrahimQRoo