“‘Porque como nos han enseñado: sólo lo que se nombra, se ve’. De acuerdo, presidenta. Habrá que seguir nombrando lo que necesitemos que se vea.”

ÁNGELES MASTRETTA

En lugar de nombrar, las ausencias de su discurso gritaron. Sean las madres buscadoras, la violencia, ¡la economía!, los desaparecidos. Mujeres indígenas, campesinas y trabajadoras encarceladas injustamente por integrantes del equipo cercano de la hoy presidentA Claudia Sheinbaum. Asuntos todos sumamente delicados y urgentes que, de no tratarlos (ya no se diga nombrarlos), vendrán a cobrarle —y a cobrarnos nuevamente a los mexicanos— todo lo que quedó a deber López Obrador.

Eso sí, Claudia inició con una larga oda al ex mandatario, como si fuese él y no ella quien inaugurara mandato. No sé si su subconsciente la traicionó o fue una jugarreta de quien elaboró su discurso, pero dos veces lo nombró: “como dice el presidente”, dijo, para de inmediato corregir. Lo que era un acto republicano devino en un evento de propaganda y narrativa para Andrés Manuel. Cuando ella terminó su alocución, ¿qué gritaron los presentes? “Es un honor estar con Obrador”…

La toma de protesta de Sheinbaum estuvo llena de faltas y manipulación en las formas, en las formalidades y en las MENCIONES, particularmente por lo que se refiere a hechos históricos. Pero esa no es la parte que comentaré hoy en mi columna, sino el contenido y el sentido de su mensaje. Este en sí mismo una bomba… o muchas.

Porque más allá de las mentiras y lambisconerías, el discurso de toma de protesta de la hoy presidenta constitucional de nuestro país fue de raíz dogmático, demagógico y, sí, muy autoritario. Empezando con su “quien diga que hay autoritarismo, está mintiendo”. Afirmación absolutamente… autoritaria; no miento. No es la forma de tender puentes ni a la menguada oposición (pero sobre todo al importante número de nacionales que no votaron por ella; seis de cada 10 mexicanos en edad de votar) o hacia tantas personas que fueron vulneradas y despreciadas en el sexenio anterior. Como son los padres de los niños con cáncer, los deudos del Covid, los estudiantes y académicos, los muertos y desplazados por la violencia, los mismos padres de los normalistas de Ayotzinapa… Total, que en estos últimos seis años el autoritarismo de corte obradorista se fue acendrando y el aroma prefigura que con ella será peor.

Claudia habló a los obradoristas y tachó a quienes no lo somos de, cuando menos, estar del lado equivocado de la historia. ¿Tan difícil es entender que en la vida en sociedad no hay absolutos? ¿Por qué caer en fundamentar la estrategia y los programas con base en estos?

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Su discurso —igual que la comitiva que le dio la bienvenida a San Lázaro— fue todo menos que incluyente.

Prometió que en su gobierno “garantizará todas las libertades” solo para de inmediato negarlas al asegurar de tajo que no se ha militarizado la seguridad pública… Que alguien le diga que la Constitución ya dice lo contrario y que requerirá mucho esfuerzo y nuevos cambios en la Carta Magna para que la militarización dé marcha atrás.

Me gustaría creerle que mantendrá la autonomía del Banco de México y que las inversiones privadas (nacionales y extranjeras) estarán seguras. Más lo mismo dijo en su momento López Obrador y ahora sabemos lo que ha pasado en diversos casos y el dinero que ha tenido que pagar México por expropiaciones y por cancelaciones. El pleito con Calica que Sheinbaum hereda no es buena señal.

La presidenta constitucional habló de que “México es de los constitucionalistas de 1917″ para, acto seguido, defender la reforma al Poder Judicial diciendo: “¿Cómo va a ser autoritaria una decisión que, en esencia, es democrática y permite que el pueblo decida?” Bien sabe, pues tonta no es, cómo se determinarán partidista y electoralmente dichas elecciones (su victoria es ejemplo de ello). Pero, lo que es más importante todavía, pasa por alto que si ambas de sus anteriores afirmaciones fuesen ciertas, debería hacerle caso al Congreso Constituyente de 1917 donde rechazaron tajantemente que los jueces fueran electos por el voto popular directo. En otras palabras, la reforma judicial que comienza a implementarse va en contra del espíritu y lo hecho por los constituyentes que ella ensalza.

Tristemente, más allá del dicho “llegamos todas”, el feminismo o la igualdad no fue lo que brilló en su discurso. ¡Y tampoco en su diario actuar durante al menos los últimos seis años de su trayectoria como funcionaria pública y representante popular! Sí, en cambio, el dogmatismo, la intolerancia y la soberbia. Tres características que se contraponen profundamente al feminismo y a la sororidad.

Más que un gabinete conformado por más de la mitad mujeres, destaca el que el suyo esté integrado por quienes trabajaron con López Obrador. Menciono algunos: Jesús Ramírez, Rosa Icela Rodríguez, Octavio Romero, Martí Batres, Arturo Zaldívar, Leticia Ramírez, Zoé Robledo, Lázaro Cárdenas, Mario Delgado, así como operadores tipo Adán Augusto López, Ricardo Monreal y Andrés López Beltrán.

Lo categórico e intransigente del discurso de su toma de protesta (seguido horas después por la muy tediosa lectura de 100 compromisos de su plan de gobierno) alumbran lo que no cambiará de la escuela de López Obrador. Desafortunadamente para ella y para nosotros, la realidad impondrá duros golpes —mismos que se tendrían que evitar— cuando mayores deudas y mayor violencia vengan a tocar a nuestra puerta. Estas harán que la letanía de mentiras que ayer pronunció la presidenta Sheinbaum se muestren como tales.

Espero estar equivocada y que los otros datos con los que decidió inaugurarse —y que son los mismos del obradorismo— sean más adecuados. Deseo que las percepciones que dejó en mí con su discurso se esfumen pronto gracias a un buen gobierno; uno que se traduzcan en beneficios para todos los mexicanos. No tengo muchas esperanzas; casi ninguna para ser franca. No concuerdo con sus propuestas, ni con su talante inflexible y determinante para anunciarlas y para echarlas a andar. Y a la par percibo que gradualmente se van cerrando los espacios para decir que no se está de acuerdo.

Giro de la Perinola

(1) Tuvo razón la presidenta cuando dijo que a los mexicanos les fue bien en este sexenio, pero debemos delimitar a quiénes. ¿Se refiere acaso a la familia Bartlett, a Rocío Nahle, a las ministras espurias, a Baker Hughes, al clan de López Beltrán, a Felipa Obrador, a Epigmenio Ibarra, a los Yunes, a la cúpula militar, a los delincuentes…? Sí, a ellos les fue muy bien.

(2) ¿La actitud de Andy al llegar a la toma de protesta de Claudia será el sello de la humildad del segundo piso de la autodenominada 4t? ¿Está enojado porque Latinus mostró lo bien que le fue a sus amigos en el gobierno de su padre o porque en seis años no pudo desmentir al medio informativo?