1) Violencia cotidiana.- Lo que menos quiere ver una familia en un viaje de descanso es violencia. Desgraciadamente tengo que pasar buena parte de mi tiempo en esa ciudad, pero es triste ver la cara de niños y sus padres y hermanos al toparse con una escena criminal en sus paseos por la avenida costera Miguel Alemán. He visto esas tristes estampas y no les queda a los turistas más que modificar su trayectoria. Pero la impresión para los menores y acompañantes de ver un cuerpo sin vida, extremidades en alguna hilera, efectivos de cuerpos de seguridad armados hasta los dientes y sin “dar una” o bien a un vehículo envuelto en llamas o cualquier otra barbaridad del tipo, no es algo sano y menos propio de unas vacaciones.

2) Una ciudad fantasma.- El Acapulco que la mayoría conoció (o bien se imagina) ya agonizaba la mañana del pasado 23 de octubre, mismo día en que ya de noche entró de lleno el huracán más potente y destructor posible. Uno de categoría 5, haciendo añicos miles de habitaciones de hotel, condominios y casas de vocación turística, por lo que es sencillamente deprimente pasear por sus calles.

3) Ciudad colapsada.- Ya sea por carecer de vialidades lo mínimamente suficientes y dignas, las calles de Acapulco son un estacionamiento gigante, que aunado al infernal calor y a la ausencia prácticamente total de semáforos, hacen de la visita una experiencia bastante desagradable para cualquiera, con el añadido del peligro de algún percance automovilístiico, que han crecido de forma exponencial, y máxime tendiendo todavía, el turismo, que PAGAR por ello.

4) Ausencia de noción de civilidad e inestabilidad social.- El nativo sacó lo peor de si luego de la desgracia, no quedó en ningún negocio de cualquier índole, piedra sobre piedra, y no hablo aquí de huracán Otis ‘per sé’, sino de la bestial rapiña que acaeció los dos días posteriores, que tienen como consecuencia el cierre de numerosas empresas de giros y tamaños variados. Otro aspecto son las diarias marchas y/o bloqueos de vialidades, de gente que no obstante fue ayudada por el gobierno federal como nunca antes se vio en este país en toda su historia, exigen más ayuda, aunque sus peticiones sean, no sólo ilegítimas, sino inclusive absurdas del todo, al preferir estirar la mano a trabajar y/o mudarse a una ciudad que tenga viabilidad en el corto y mediano plazos, ya que Acapulco, sencillamente, carece de ella.

5) Oferta turística antigua y obsoleta.- Es patético cómo se ven los mismos (pero mucho menores en cantidad y calidad) atractivos turísticos que hace medio siglo: La Quebrada y sus clavadistas, un Fuerte de San Diego al que a prácticamente nadie interesa y un vetusto barco de los tiempos de la guerra mundial, que con olor a diésel y a fierro oxidado, pasea a los turistas por su bahía, hoy sucia y contaminada en todavía mayor grado por los efectos del huracán. En la Rivera Maya (por ejemplo) en las recepciones de los hoteles tiene el visitante un abanico de opciones tan amplio y novedoso, que de plano resulta imposible disfrutar de este mismo de manera completa.

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6) Cambio de clima a causa del huracán.- El clima en Acapulco ha cambiado drásticamente. Ante la muerte de cientos de miles de árboles arrancados por los fuertes vientos, el calor hoy ya quema la piel, al no haber la flora suficiente para absorber calor y dar humedad, las rocas del anfiteatro reflejan a la atmósfera unas temperaturas infernales, las cuales, siendo invierno, ya empezaron provocar incendios, convirtiendo la experiencia del visitante, en una sofocante y muy desagradable.

Así que, aunque la autopista sea gratis luego de la desgracia, no vale la pena, bajo ninguna circunstancia, que las familias viajen y sacrifiquen recursos producto de su esfuerzo, en ese destino ya fenecido en los hechos, y en franca caída (si es que eso es posible, que lo es, ya que siempre se puede ir a peor).

Quédense a pasear por la Ciudad de México, su seguridad y amplísima oferta cultural, gastronómica y recreación. O bien a alguno de los más de 120 pueblos mágicos con los que cuenta este país, por no hablar de los CIPs de Fonatur (Huatulco, Ixtapa, Cancún y demás), o bien destinos coloniales y o de playa, zonas arqueológicas y mucho más que ofrece México como el país maravilloso que es, que lo ha posicionado como una de las grandes potencias turísticas a nivel mundial, por lo que, con más razón aún, colocan a Acapulco como una pésima elección al momento de decidir a dónde viajar con motivo de vacaciones y/o días de descanso laboral y escolar.