A Pedro Antonio se le desdibujó la sonrisa al llegar a territorio mexicano después de 26 años de vivir en Dallas, Texas.

Con solo una maleta, en la que llevaba todas sus pertenencias, Pedro se atormenta al pensar qué será de su esposa y de sus dos hijas, de 14 y 12 años, que se quedaron en Estados Unidos mientras él era deportado.

Solo quienes han tenido que dejar todo atrás y viajar con una maleta bajo el brazo entienden ese drama.

Pedro es uno de los más de cuatro mil deportados desde que Donald Trump firmó la polémica orden ejecutiva para repatriar a migrantes que vivían del otro lado de la frontera en situación irregular. No importa si son trabajadores, padres, madres ni el tiempo en que hayan contribuido a la economía de aquel país. Los echan y punto.

Hace apenas una semana desde que Trump llegó a la presidencia por segunda vez y ya van más de cuatro mil personas cuyas familias se desintegran, sin saber si se volverán a reunir. Y en el caso de Pedro, como de tantos más, hay dos menores que se quedan a la deriva.

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El tema de los niños deportados, así como los que se quedan en territorio estadounidense, nos tiene en alerta.

Como las hijas de Pedro hay miles de menores que de la noche a la mañana pierden a su familia, incluso el sustento. Esto es una tragedia. ¿Qué será de estas criaturas en unos años? ¿Cómo van a asimilar las múltiples pérdidas que hoy enfrentan?

En cuanto a su educación, pese a los esfuerzos del gobierno que encabeza la presidenta Sheinbaum, es innegable que tenemos un importante rezago educativo que podría incrementarse con el regreso de los pequeños a su nuevo hogar.

Los infantes en movilidad tendrán que adaptarse a una nueva vida estudiantil, nuevos planes de estudio, nuevos compañeros y sobre todo a la discriminación. Siempre el niño o la niña “nuevos” en un salón de clase lo padecen, en el caso de los menores deportados, esto puede ser peor. Los y las maestras deberán estar muy atentos a que no sufran ningún abuso.

Como Selena Gómez, todos lloramos

Se hizo viral el llanto de la actriz y cantante Selena Gómez frente a las deportaciones masivas de mexicanos.

Visiblemente afectada por la implementación de las medidas antimigrantes de Trump, Selena dice:

“Toda mi gente está siendo atacada, los niños. No lo entiendo. Lo siento mucho, desearía poder hacer algo, pero no puedo. No sé qué hacer. Haré todo lo que pueda, lo prometo”.

Selena Gómez

Y es que la actriz, cuya familia emigró en los años 70 a aquel país, conoce el sufrimiento de los hispanos en Estados Unidos, aunque ella haya nacido allá.

Como Selena, estoy segura, todos lloramos. O quizá, casi todos. Si para un adulto la falta de pertenencia duele, para los pequeños y las pequeñas, más. Hay que tener atole en la sangre para no sentirse conmovidos.

Salvando las diferencias, la crisis de los migrantes y los abusos de que son objeto, me recuerdan al drama de la Segunda Guerra Mundial, al terrible episodio del Holocausto.

Claro que Trump no tiene campos de concentración, no hay exterminio, pero el dolor humano de esas personas a las que se les arrebató la vida, es inenarrable.

La crisis humanitaria que actualmente vivimos en algún momento, no sé cuándo, va a quedar atrás. Cómo nos iremos adaptando a una nueva realidad, tampoco lo sé, pero hoy Pedro, sus hijas y su esposa, al igual que cada uno de los mexicanos que han sido deportados, ya viven un nuevo capítulo en su historia.