Habrá que ver si el primer piso tiene estructuras y pilares suficientemente fuertes y consistentes como para soportar, en esa misma analogía, al segundo piso de la transformación en materia educativa.
El próximo lunes 26 de agosto dará inicio oficialmente el ciclo escolar 2024-2025 para la educación básica en México (preescolar, primaria y secundaria). Poco más de 23 millones 900 mil estudiantes, más de un millón 200 mil profesoras y profesores en más de 231 mil 500 escuelas de ese nivel educativo comenzarán el nuevo ciclo escolar. Será el último inicio de cursos que corresponda encabezar al gobierno del presidente López Obrador y el primer ciclo escolar que quedará a cargo del gobierno federal entrante, a partir de octubre, de la doctora Claudia Sheinbaum, virtual presidenta electa.
Iniciará clases el segmento más grande de población estudiantil del país: el de la educación básica, durante un periodo que está marcado por una reforma educativa reactiva (cambios al texto del artículo 3 de la Constitución), y que se estableció en 2019, justo cuando comenzó el actual sexenio, producto de una negociación y concertación parlamentaria entre legisladores del partido Morena, sus aliados políticos y legisladores de los partidos de oposición (PRI, PAN, PRD y MC). No pudo ser de otra manera, pues a Morena no le alcanzaban los votos para aprobar los cambios constitucionales por sí solo.
Entonces vino una reforma reactiva que combinaba elementos discursivos y programáticos de sexenios pasados, claramente de signos neoliberales, y un ensayo débil de transformación educativa montado desde referentes conceptuales diversos, más eclécticos que integrados o vinculados con una plataforma pedagógica alternativa.
La muestra palpable de las inconsistencias conceptuales la proporciona un análisis comparativo -que se podría hacer con métodos cualitativos- entre las líneas discursivas principales del cambio constitucional en materia educativa, las líneas discursivas de la Ley General de Educación, renovada también en 2019, y los nuevos planes y programas de estudio, -documento publicado en 2022-, para preescolar, primaria y secundaria.
Se podrá observar que no existen elementos transversales de unión ni de armonía entre estos tres documentos. Y, por si fuera poco, se podrían comparar esas tres líneas de discurso “del cambio” educativo en México con una cuarta ruta conceptual, igualmente diferenciada: me refiero a la línea discursiva que contiene el Programa Sectorial de Educación (PSE) del sexenio 2020-2024 del actual gobierno federal, que concluirá su gestión el próximo 30 de septiembre. Todo ello dentro de la etiqueta de lo hecho, en texto y narrativa, por el primer gobierno de la “4T”.
“El PSE 2020-2024 define seis objetivos prioritarios, 30 estrategias prioritarias y 274 acciones puntuales para transformar el Sistema Educativo Nacional, así como seis metas para el bienestar y 12 parámetros para su seguimiento.” (Ver: https://www.planeacion.sep.gob.mx/medianoplazo.aspx)
Así, una primera tarea de investigación es realizar un análisis comparado y detallado, cualitativo, sobre esas cuatro líneas discursivas, textuales, con intencionalidades de cambio o transformación para la educación básica en México, generadas por el gobierno de AMLO; aunque también quedan pendientes los análisis de evaluación y la redacción de conclusiones para saber si se cumplieron o no los objetivos prioritarios, las estrategias y las acciones anunciadas en el PSE, entre otras tareas.
Otras dos tareas a desarrollar, que no son necesariamente de investigación sino de ejercicio de gobierno y de responsabilidad de la Secretaría de Educación Pública (SEP) y del Congreso de la Unión, son: primero, armonizar los documentos normativos con la Constitución (artículo 3), esto implica no hacer cambios de fondo, sino simplemente ensamblar; y segunda tarea más amplia, modificar el texto de la Constitución (mismo artículo 3) para eliminar o cambiar los elementos explícitos de la concepción orientadora de las políticas públicas educativas neoliberales (“Excelencia”, “máximo logro de aprendizajes”, “mejora continua”, “calidad”, entre otros), lo cual implica hacer una cirugía mayor tanto a la Carta Magna como a las leyes secundarias y demás normas aplicables en materia educativa.
No sería significativo hablar del próximo inicio del ciclo escolar si no fuera por el hecho de que la percepción generalizada del magisterio mexicano, es que no ha pasado nada importante, en materia educativa, después de seis años del gobierno de “la transformación de la vida pública del país”. Los únicos personajes que hablan de una transformación específica y efectiva de la educación en México, hoy, son las élites gobernantes, las y los legisladores que aprobaron la reforma constitucional de 2019 y la cúpula del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).
Las bases magisteriales, diversos observadores del campo educativo y la disidencia gremial, representada por las y los integrantes y las y los dirigentes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) no hablan ni nombran al actual proceso educativo general como de “transformación”, sino de retroceso.
La percepción generalizada (difícil de medir y sujeta a múltiples interpretaciones, por cierto) indica que la reforma más reciente al texto constitucional (2019), en el ámbito educativo, es una combinación de retórica oficial, principios generales y de supuestos cambios al estado de cosas, prevaleciente en relación con los elementos discursivos de sexenios anteriores, pero que no ha representado un cambio de fondo, en tanto que son “cambios” que no alteran, en un sentido educativo y pedagógico, la vida cotidiana de las escuelas que forman parte del sistema educativo nacional.
Por el contrario, existe la sensación social (el malestar en la cultura) de que en estos 5-6 años se han dado pasos hacia atrás en contraste con el estado en que se encontraba hace 10 años la educación pública en México, comparada con la situación actual. La existencia de la USICAMM, por ejemplo, es un indicador explícito de los pasos que se han dado en reversa. Por ello, se puede afirmar que el primer piso de la transformación es endeble, débil, frágil, inconsistente en este sector.
Mucho se tendrá que hacer en el futuro inmediato, y ello será tarea de la próxima administración federal y de la siguiente legislatura del país, en el sentido de armonizar la estructura jurídica, legal, de la educación escolarizada y no escolarizada en México. Pero esa no es la única ruta de navegación para tomar decisiones de políticas públicas educativas y de sus orientaciones de principios (Constitución Política). Existen otras rutas que bien podrían probarse, antes de caer en la inercia de, primero, cambiar el texto constitucional y, después, esperar cambios en la dinámica y la vida cotidiana de las instituciones educativas.
Justo uno de esos cambios de ruta de navegación puede darse con una consulta amplia, plural y participativa a los actores sociales principales de los procesos educativos: profesoras y profesores, directivos escolares, asesores técnicos, personal de apoyo a la educación y estudiantes junto con sus familias, como para identificar avances y retrocesos, y para redefinir el rumbo y contenidos del proyecto educativo nacional para el periodo 2024-2030. Esto, antes de emprender cambios al texto constitucional en automático y con mayoría calificada.
¿Esto es demasiado ambicioso como para llevarlo a cabo? ¿Se cuenta con voluntad política o no para hacerlo así? ¿Hay limitaciones de tiempo para concretar un cambio en la forma de hacer las cosas de ahora en adelante?
Nuevamente estamos ante la oportunidad de iniciar un nuevo ciclo escolar, pero también ante la posibilidad de generar un nuevo impulso transformador con el comienzo de otro sexenio. Un sexenio que se autoproclama como el generador del “segundo piso de la transformación”.
La misma afirmación que escribí al principio de este comentario, la propongo ahora en forma de pregunta: ¿habrá que ver si el primer piso tiene estructuras y pilares suficientemente fuertes y consistentes como para soportar, con esa misma analogía, al segundo piso de la transformación en materia educativa?
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