Todo mundo sabe que en la Secretaría de Educación Pública (SEP) del gobierno federal, y en general en las instituciones del Estado, hay choques, tensiones entre grupos, intereses creados y defendidos, y contradicciones internas de diversa naturaleza y profundidad, entre otras bellezas. Saberlo no es una novedad ni constituye ninguna sorpresa. Sin embargo, la SEP actual vive una profunda crisis de liderazgo entre altos funcionarios y esto no ha quedado ahí, sino que esta crisis se ha extendido porque se ha hecho pública (2025).

Los actores políticos que forman parte del reparto en la toma de decisiones políticas tanto sobre el escenario como tras bambalinas, me refiero a las y los funcionarios públicos de alto nivel en las jerarquías institucionales de la SEP, por lo regular ejercen el poder político en función de las formas o los estilos del secretario del ramo o del presidente o la presidenta de la república en turno, como sucede en el caso actual; y ello tiene que ver con los distintos grados de maniobra y operación que se les asigna o los distintos calibres de mensajes que se generan y se difunden a través de la comunicación social institucional.

Lo dicho en días recientes durante una conferencia matutina en Palacio Nacional por Mario Delgado, titular actual de la dependencia y cabeza del sector educativo nacional, en el sentido de que la institución solicitó a especialistas en didáctica de las matemáticas (del Departamento de Investigaciones Educativas del CINVESTAV), la revisión de algunos libros de texto gratuitos de educación primaria por indicaciones de la presidenta Sheinbaum, ha sido motivo de críticas abiertas y públicas por parte de uno de los directores generales de la dependencia, Marx Arriaga, precisamente el responsable de materiales educativos de la SEP desde el sexenio anterior.

“¡Se me hace que esos doctorcitos no curan ni un pulque!”, dijo Arriaga (11 de marzo) al referirse de manera despectiva, irrespetuosa y soberbia a las y los académicos e investigadores del CINVESTAV.

Marx Arriaga, por cierto, no es docente frente a grupo en educación básica y se presenta como “Doctor en Filología” por la Universidad Complutense de Madrid.

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En otros tiempos, ese hecho (la discrepancia sobre ciertas acciones de gobierno) se habría dado “indoor” o al interior de las oficinas ubicadas en las calles de Argentina en la Ciudad de México, es decir, sin salir a la luz pública, pero en este caso los desacuerdos han salido al plano de la conversación social, ciudadana, a través de los medios digitales y convencionales.

Por otra parte, Marx Arriaga, en su cuenta de “X” (antes Twitter), escribió: “Homologar currículas (sic), como imaginan hacerlo en Educación Media (superior), es neoliberal… La Educación dual y la formación de capital humano, es neoliberal… Aplicar pruebas estandarizadas y lucrar con ellas, es neoliberal…” Cabe señalar que éstos son algunos de los conceptos, procedimientos o enfoques que la misma SEP ha sugerido y puesto en práctica para ese nivel educativo durante los últimos años… (ver la cuenta @marxarriaga en la red antes mencionada, en un mensaje del 15 de marzo pasado).

Como se puede deducir a partir de estos dichos, nos encontramos frente a una disputa por el proyecto educativo de la nación.

No tengo duda que una parte del discurso de la más reciente reforma educativa, impulsada por el gobierno del presidente López Obrador (2019), esté estructurado y confeccionado con términos y contenidos de corte tecnocrático-neoliberal (excelencia, calidad, mejora continua, máximo logro de aprendizajes, evaluación estandarizada y privatizadora de docentes y directivos escolares, lógica gerencialista entre directoras y directores de la escuela pública, etc.). En eso coincidimos las y los observadores críticos de las políticas públicas educativas en México y lo hemos afirmado de manera argumentada y sistemática en diversos textos, pero que esa crítica sea expresada públicamente por un funcionario del actual gobierno de la república, parece ser más que una contradicción, porque esos términos fueron introducidos y validados durante las reformas realizadas al texto constitucional (Artículo 3) y cuya redacción es vigente gracias a la aprobación de legisladoras y legisladores de los partidos Morena, junto con sus aliados políticos y de partidos de oposición (a eso le he llamado “los nuevos consensos del 2019”).

Es del conocimiento público, desde hace décadas, que el presidente de la república no siempre deposita en el secretario de cartera o de gabinete las difíciles tareas de mediación, de concretar vínculos o de llevar a cabo las operaciones más complejas del gobierno, sino que esto lo hace a través de las o los subsecretarios de cada dependencia (que casi siempre son sus incondicionales o pertenecen al grupo político más cercano).

Los “amarres” políticos y la intermediación más importante y delicada que se realiza con líderes o cúpulas de diversos sectores sociales, se ejecutan a través de esa fórmula (vía subsecretarias y subsecretarios) como si se tratara de una probada rutina de trabajo y parte de un código aceptado o convenido entre los círculos del poder político.

Cuando el presidente tomaba acuerdos directamente con subsecretarios o subsecretarias no significaba necesariamente que se “puenteaba” de mala manera al secretario o secretaria, sino que se sobreentendía que el titular del ramo tenía asignadas otras responsabilidades o encargos, y que sus subalternos fungirían el papel de operadores políticos.

A propósito de lo anterior, recuerdo que Pedro Flores Crespo hizo una reseña sobre el libro de Pablo LatapiLa SEP por dentro”, y ahí señaló, en un fragmento de su texto, lo siguiente, refiriéndose al reducido margen de maniobra que tienen los secretarios del ramo en este tipo de micro procesos propios del ejercicio del poder político (lo que también debe interpretarse como un patrón aplicable a las demás carteras del gabinete del poder ejecutivo federal):

“…también menciona la falta de capacidad de diálogo de las autoridades educativas en el ámbito federal, la posición del presidente ante el corporativismo gremial...” y otra cuestión más referida a las capacidades técnicas de la SEP. (Ver la reseña de Flores Crespo: “La SEP por dentro. Las políticas de la Secretaría de Educación Pública comentadas por cuatro de sus secretarios (1992-2004)“, de Pablo Latapí Sarre. Revista Mexicana de Investigación Educativa, vol. 10, núm. 26, julio-sept., 2005, pp. 957-964).

¿Quiénes son las jefas y las jefas reales de Marx Arriaga? Este funcionario de alto nivel y con capacidad de decisión en su ámbito de trabajo (procesos inherentes al desarrollo de materiales educativos, en particular, los libros de texto gratuitos) ¿se mueve o actúa solo? ¿Cuál es el código de lealtades y valores políticos con los que guía su conducta pública este director general de la SEP? ¿Cuál es el orden de las jerarquías institucionales en esa importante dependencia del gobierno federal?

Otras preguntas se pueden plantear frente a esta disputa por el proyecto educativo nacional en el que, en principio, las y los protagonistas más visibles son las y los funcionarios del gobierno federal, en la SEP, que han sido nombrados por la presidenta Claudia Sheinbaum (2024-2030); y otras y otros que fueron nombrados en cargos públicos por el presidente López Obrador (2018-2024), quienes han sido ratificados, con o sin negociación de por medio, en la actual administración federal.

¿Cuáles son los contenidos y las estrategias del proyecto educativo nacional que abandera el gobierno de Sheinbaum? ¿Cuál es el problema o los problemas educativos principales y prioritarios sobre los cuales se van a enfocar las políticas públicas educativas durante los siguientes seis años? ¿El Plan Nacional de Desarrollo (PND) 2025-2030 agota todas las posibilidades de conducción de las políticas públicas educativas, en términos de delimitar contenidos, intencionalidades y estrategias; o de definir programas y acciones del actual gobierno federal? ¿Qué papel y posición juega la Mtra. Noemí Juárez Pérez, subsecretaria de educación básica de la SEP, quien es muy cercana a la presidenta Sheinbaum, en esta disputa por el proyecto educativo nacional? ¿Los dichos y expresiones críticas de Arriaga simbolizan, al mismo tiempo, su deseo de salir del gobierno para dedicarse a la vida académica?

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