Todo parece indicar que la suerte de la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (MejorEdu) ya está echada. Este organismo público descentralizado o desconcentrado fue incluido en la lista de instituciones que desaparecerían, en el paquete de iniciativas que envió el presidente López Obrador, desde febrero de este año, por inoperantes, no prioritarias, demasiado onerosas o por duplicidad de funciones.

El caso de la desaparición de la Comisión MejorEdu es uno que merece revisarse o ratificarse por diversas razones. Primero, porque la base de trabajadores, así como algunos mandos medios y directivos de la comisión, son herederos del finado Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), cuya ley fue abrogada, y junto con ello el organismo público, en 2019 como consecuencia de las modificaciones constitucionales y de leyes secundarias en materia educativa realizadas ese año.

El segundo tema que llama la atención y que está sobre la mesa de las deliberaciones públicas en este caso, por lo que merece una revisión o confirmación también, es la idea de “mejora continua”. ¿A quién se le ocurrió la genial idea de migrar de la concepción de la “evaluación de las políticas públicas educativas” (tarea sustantiva del INEE) a la noción de “mejora continua” de la educación?

Una de las funciones principales del INEE era coordinar el Sistema Nacional de Evaluación Educativa (que realizó entre 2013 y 2019) con la misma jerarquía que las decisiones tomadas en la materia por la propia SEP. A la Comisión MejorEdu, por su parte, le dieron la encomienda de coordinar, centralmente, el sistema nacional de mejora continua de la educación.

¿Los genios del equipo asesor de Esteban Moctezuma fueron los autores intelectuales de tal hazaña y estuvieron al frente de ese proyecto de perfil neoliberal? ¿O fue un equipo de trabajo legislativo, dentro del grupo parlamentario de Morena, que tuvo el liderazgo para implantar esa idea? donde, por cierto, aparecen nombres como Mario Delgado, Adela Piña y el actual gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya.

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En esa coyuntura político-legislativa estaba Delgado como líder del grupo parlamentario de Morena (2018-2019), Piña como presidenta de la comisión de educación en la cámara baja y Rocha como presidente de la comisión de educación en el Senado.

Como quiera que sea, con ese cambio de piel mas no de estructura interna ni de sustancia institucional, se colocó la inconsistente idea, ante la comunidad educativa y la sociedad mexicana, de que la era de la “evaluación educativa” llegaba a su fin y que entraría en su lugar la era de la “mejora continua de la educación”.

Dados estos hechos, sin duda, en el futuro se requerirán de profundas y documentadas investigaciones sobre la evolución del concepto de “mejora continua” y cómo éste entró al mundo de la educación, puesto que dicho concepto tiene su origen al final de la década de los años 50, del siglo pasado, cuando Ishikawa y Deming propusieron, en el contexto del círculo de calidad o dentro del modelo de gestión de la calidad en las empresas productivas, el concepto de “mejora continua”. Por lo tanto, se trata de un concepto que no es innovador ni progresista.

Las y los legisladores que, en 2019, aprobaron ese proyecto (la recreación del INEE en forma de MejorEdu) y decidieron la instalación de esa comisión, no leyeron los antecedentes del concepto “mejoralista” o simplemente lo ignoraron. ¿La llamada “mejora continua” estaba de moda retro o de moda pasajera?

Por ello, antes de tomar la decisión de desaparecer a la comisión mencionada, será importante revisar los significados y las implicaciones que tiene la noción de “mejora educativa”, debido a su perfil derivado de las políticas públicas neoliberales; además de sus contribuciones o aportaciones al avance y resolución de problemas que enfrenta, hoy e históricamente, el sistema educativo mexicano.

Como sabemos, el INEE fue creado en 2002 como una dependencia de la Secretaría de Educación Pública (SEP), durante el sexenio de Vicente Fox y por instancia y propuesta de un grupo de investigadores dedicados al estudio de la evaluación de la educación, encabezados por el Dr. Felipe Martínez Rizo, quien fue el primer titular de ese Instituto. Posteriormente, el INEE adquirió un cambio significativo en su personalidad jurídica al ser elevado a rango constitucional como “organismo autónomo”, en 2013, durante el gobierno de Peña Nieto.

Habrá que trabajar en algún momento sobre la reconstrucción histórica no sólo del concepto de “mejora continua de la educación”, sino también de esta institución y acerca de cómo se dio la transición para adoptar de pronto unas políticas públicas volátiles, de corte neoliberal, en torno de la “mejora continua educativa”. En otras palabras, estamos frente a un caso en el que, una institución reciclada por el gobierno federal con el sello de Morena, está a punto de su eliminación o fusión-retorno al seno de la SEP, pero que en el fondo no representa ningún proyecto transformador.

MejorEdu parece ser un proyecto fallido y ello será confirmado al momento en que se declare su eliminación como organismo público. Con ello, se confirmará, o no, la tesis, escrita antes en este espacio por el autor de esta columna, de que el “morenismo” o el movimiento de la 4T no ha tenido ni ha construido un proyecto educativo nacional alternativo y claro desde antes y durante el gobierno de López Obrador. También en ello se tendrán que localizar responsabilidades y realizar el debido ejercicio de autocrítica.

Por el momento, el cuerpo directivo de MejorEdu ha iniciado la difícil rutina de tocar puertas para salvar el proyecto, tanto en las oficinas de los altos funcionarios de la SEP (con Mario Delgado como titular desde hace un mes) como en las antesalas de las comisiones de educación del poder legislativo federal (de ambas cámaras).

Algunos observadores pronostican que es un hecho la reintegración del INEE-MejorEdu al organigrama de la SEP. Otros, en cambio, tienen encendidas las veladoras para que -mediante un milagro- eso no suceda y el organismo no autónomo y “mejorador de la educación”, hoy, logre mantenerse por un sexenio más, al menos.

Considero que no es momento de asumir la defensa ni el ataque de esta institución, eso le corresponde a sus directivos, mandos medios y operativos, sino de lo que se trata es comprender por qué se ha tomado la decisión de desaparecerla y tratar de entender, en todo caso, por qué la idea de la “mejora continua de la educación” y los antecedentes que tiene este organismo público, no aparecen en el orden de las prioridades del gobierno que encabeza la presidenta Claudia Sheinbaum.

Por otra parte, había que preguntar a las comunidades educativas de la escuela pública, sobre todo de educación básica y media superior, cuáles han sido los beneficios y las aportaciones que les ha dado el trabajo realizado por la comisión de referencia durante los 4-5 años de su existencia. Esa debe ser una buena razón para argumentar sobre su existencia.

Sé, de buena fuente, que una de las fortalezas y quizá de las mayores y más significativas aportaciones de la Comisión MejorEdu (2019-2024), dicho esto como autopercepción de quienes ahí trabajan, se ubica en la serie de estudios y criterios que fortalecen al programa nacional de formación continua para docentes y directivos en servicio. No lo dudo. Sin embargo, la respuesta que darán las instancias decisorias sobre la desaparición o no del organismo público, podrán argumentar que esas funciones y tareas están, en parte, a cargo de la Subsecretaria de Educación Básica de la SEP, a través de la dirección general de formación continua que, por si fuera poco, estará comandada por la profesora Adela Piña quien no cuenta con cartas credenciales positivas tras su paso como responsable de otra dependencia que está a punto de fenecer: la Unidad del Sistema para la Carrera de las Maestras y los Maestros, la tristemente célebre USICAMM, la joya de la corona neoliberal del obradorismo.

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