El canciller Marcelo Ebrard no puede ocultar su nerviosismo cuando no es que, quizás, desesperación, al ver que no es el favorito del amplísimo movimiento social que es, antes que partido político el cual es solo su brazo político, Morena. Ante lo cual se le ha visto, por ejemplo, en Acapulco, en un evento de entrega de cien patrullas para la policía vial y de seguridad pública, habiendo por cierto, hecho un grotesco evento faraónico que tuvo a bien el colapsar la ciudad por cosa de unas buenas cuatro horas, en día hábil.

Ebrard dice un día una cosa, en el sentido que no abandonará el movimiento lopezobradorista y al día siguiente otra, como asegurar (no sin un tono que raya en lo amenazante) que estará en la boleta de electoral presidencial en 2024 y que las preguntas que se incluirían en las encuestas no le gustan. El caso es que su eventual partida, al partido MC, escenario del que ya ha dado avisos de sobra, con reuniones fuera de contexto con el gobernador de Jalisco, Alfaro y el de Nuevo León, Samuel García y el partido naranja, el cual sueña con ese escenario, para aumentar, con el efecto de su presencia en sus filas, su peso político, que obvio no para ganar la Presidencia (Dante Delgado no es ingenuo) causaría un enorme daño al país, dado el natural aumento de las huestes opositoras para el próximo sexenio, donde la oposición aprovecharía para dinamitar toda iniciativa y/o acción de gobierno, en favor de una indeseable paralisis política y estancamiento, escenario poco probable en el caso de una unidad total del oficialismo de cara a la siguiente administración federal, 2024/2030.

A todas luces, sería una pena que Marcelo Ebrard consumara esa eventual traición, sería una reedición del berrinche de su mentor, Camacho, en 1994, que ya todos sabemos los males que acarreó a la Nación, ya que lo haría cegado por la soberbia, causándole esta una miopía que le impediría ver lo evidente, anularía al 100% sus posibilidades de volver a ser presidenciable, amén de, además, relegarlo a un papel secundario en la ya de por sí menguada oposición. Marcelo estaría pues, sin duda, apostando en contra de México al decidir salirse de Morena en el caso (cada día más evidente, por cierto) de no ser el favorecido por las encuestas que realizará su partido para elegir al su abanderado; no es su momento, un Ebrard presidente socavaría el rumbo de nación que ya se ha impreso durante este sexenio, en favor de prácticas del capitalismo más salvaje, antinacionalista y rapáz, es decir, del neoliberalismo a ultranza qué tanto daño ha hecho. Que Ebrard siga dentro del movimiento sería magnífico, el es un funcionario público muy eficiente, sin duda, pero la coyuntura nos grita que es el momento presidencial de otros muchos dentro de la alianza de izquierda gobernante, antes que Marcelo mismo.