Inició el actual sexenio con un reporte negativo en 2019 respecto del comportamiento económico medido en cifras del PIB, mismo que arrojó una cifra anual de disminución del -0.1%, lo que significó su primera retracción en una década; ello después que se pronosticaba un crecimiento del 2% para ese año. Se habló entonces de un choque de confianza derivado de las acciones adoptadas por el gobierno y de su actitud frente los inversionistas y empresarios privados; desde luego destacando la suspensión de la obra del aeropuerto de Texcoco.

Fue contrastante el resultado de ese año en materia económica, respecto del gran respaldo político-electoral con el que inició el gobierno y de la mayoría alcanzada con sus aliados dentro del Congreso, lo que le aseguró disponer de los apoyos necesarios para instrumentar los programas previstos en su estrategia de desarrollo; sin embargo, uno y otro ámbito no se imbricaron debidamente para producir los resultados positivos que eran de esperarse en tales condiciones.

La pandemia del corona- vid distorsionó las metas y el desarrollo económico del 2020, al grado que generó una caída del PIB mexicano del -8.2%, la más alta experimentada por el país desde 1930 - 1931, donde tuvo reflejo el tremendo impacto de la crisis mundial de 1929. Ningún país escapó a los efectos nocivos de la pandemia, de modo que todos reflejaron retrocesos en sus economías, lo que sí marcó diferendos fue la estrategia adoptada por cada uno para paliar la crisis desatada en ese año de 2020.

El modelo mexicano se distinguió por eludir la instrumentación de medidas de reactivación mediante subsidios o distintos apoyos a los agentes económicos, concentrando su esfuerzo en la acción que ya había adoptado en cuanto a la canalización directa de subsidios a los grupos más vulnerables de la población; desde luego con la expectativa que el 2021 mostraría una gran recuperación, en lo que se conoció como la famosa postura de la u v, a manera de significar una rápida recuperación después de la caída, suponiendo que se retomarían rápidamente los niveles pre pandemia.

Lo cierto es que, si bien después de una caída del tamaño que tuvo la actividad económica en el 2020, es previsible un efecto de latigazo impulse el crecimiento; en efecto, se mostró al inicio un importante efecto recuperador, pero al final del año de 2021 dicha recuperación quedó a deber, ya que se mostró insuficiente y con una importante pérdida de vitalidad desde el tercer trimestre y más aún en el cuarto trimestre del año anterior.

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De ese modo, la famosa u v estuvo ausente y derivó en una situación que comprometió las expectativas para este 2022. No deja de sorprender que ubicados todavía en el plazo de inicio de la presente anualidad, ya se presentaron pronósticos de ajuste a la baja del crecimiento económico que se había fijado en 4.1 %, al grado que hay quien, en este momento, ya lo ubica por debajo del 2%. Esto tiene lugar en un entorno en donde se anuncia el incremento de las tasas de referencia en Estados Unidos, lo que necesariamente impactará a nuestro país y tenderá a convertirse en una presión sobre el peso, así como en el flujo de capitales financieros.

Las señales adversas también corren por el lado de las nuevas cepas del virus, lo que ha impactado al mundo amenazando con generar nuevas medidas restrictivas al desarrollo económico a nivel internacional; coincide también el proyecto de reforma energética que el gobierno promueve en México y que ya ha generado observaciones y preocupación en inversionista extranjeros, especialmente de Estados Unidos; por otra parte, se significativo también un nivel de inversión en infraestructura que se ubica muy por debajo de lo necesario para impulsar el crecimiento económico del país.

Ahora, la posibilidad de recurrir al uso de fondos o de reducción del gasto público se encuentra prácticamente descartado, pues se han empleado ya recursos de fideicomisos y programas que han sido eliminados, al tiempo que las medidas de austeridad no ofrecen márgenes para marcar nuevos ahorros; lo anterior, sin dejar de señalar que la posible reducción del crecimiento económico tendrá efectos en el nivel de ingresos y en el porcentaje de la deuda pública respecto del PIB, así como en el déficit público.

La prospectiva no permite presumir un fortalecimiento de la economía y sí, en cambio, una situación donde se amenaza con cerrar un sexenio que no alcance el valor que tenía el PIB en 2019, y en donde el incremento de la pobreza siga creciendo. Nos amenaza, pues, un sexenio con regresión social y extraviado o perdido en materia económica; será necesario trabajar para que no sea así, el gobierno cuenta con el respaldo legislativo necesario para ajustar las piezas clave, ojalá lo haga, hay tiempo; pero su energía parece concentrada en asuntos con la inocuidad de la revocación de mandato.