Vicios corrige la vivaz talía,
con risa y canto y máscara engañosa,
y el nacional adorno que se viste.
Melpómene, la faz majestüosa bañada en lloro,
al corazón envía piedad, terror, cuando declama triste.”
LEANDRO FERNÁNDEZ DE MORATÍN
“La política italiana es un circo, sin ni siquiera domadores, sólo payasos.”
ANDREA MUCCIOLO
El mejor show de México no lo dan los Tigres del Norte o Grupo Firme. Tampoco lo ofrece el Canelo Alvarez cada vez que gana en el cuadrilátero o Checo Pérez cuando alcanza en su bólido los pódiums. El mejor show de México —o el peor, todo depende del enfoque con que se mire— se desarrolla todos los días en Palacio Nacional. Se trata de un espectáculo “cómico”, mágico, musical que esconde la tragedia que embarga a nuestro país.
Lleva razón Macario Schettino en su más reciente columna en El Financiero: “La popularidad que tanto celebra, que no es diferente a la de otros presidentes en el mismo momento del sexenio, ha dependido de que la mayoría de la población no se dé cuenta de la situación que realmente enfrenta México. Hay que mantenerlos en la superficie, y por eso, nada mejor que el show superficial de las mañaneras, cada día un poco más frívolo y absurdo”.
Pues eso, ¡hurra!, “vayamos por lo superficial, por la decadencia y apostémosle todo al show” parece decir el pueblo de México; ese que AMLO conoce tan, pero tan bien.
Que el dinero público no se utilice para medicinas, vacunas, quimioterapias. Que se destine a espectáculos en el Zócalo de CDMX y otras localidades. Total, que la gente vibre, cante, baile; los que siguen en los hospitales languidecen, pero vende más, alegra más un baile que enfrentar la realidad.
Después de todo, la 4T sigue el consejo de Fox: “yo no leo periódicos”. Pero el regimen lleva esto más lejos y no solamente no leen periódicos, construyen toda una realidad alternativa al desastre que se vive en nuestra patria. Ojalá todos viviéramos en ella y no tuviéramos que enfrentar la inflación que no cesa, la violencia que se incrementa y la destrucción de cual institución del Estado exista.
Tiene razón López Obrador: seamos chuscos, superficiales e intrascendentes; sigamos el ejemplo de la 4T que se ha especializado en la materia. Total, qué mas da.
Pero aquí el chiste, la verdadera gracia de todo esto: ni la popularidad que hoy celebra AMLO, ni el “chow” que a diario genera, le garantiza que su organización política pueda mantenerse en el poder. Menos, si sus candidatos son tan sosos (Macario dixit). ¿Tener como candidatos a la presidencia a personas como Claudia, Marcelo y Adán Augusto?
Y no me refiero únicamente a que sean sosos en el escenario de la mañanera (que también), sino a que pareciera que su única función en la vida es que López Obrador sea feliz. No eficiente u honesto o capacitado.
Entre los conciertos del Zócalo que son chispeantes y populares y las corcholatas de Morena, existe una relación inversamente proporcional; lástima que la chispa, la gracia no sea contagiosa. Candidatos que no terminan de “prender” en el imaginario popular. ¿Por qué escandalizarse, entonces, de que Belinda, Derbez, Loret, Chumel pudieran ser presidenciables? Al menos Belinda y Chumel llevan ya la bendición presidencial…
Y el show sigue y seguirá. Por ejemplo, el concierto de Grupo Firme del 25 de septiembre pasado sigue siendo usado en Palacio. Tan solo el día de ayer, López Obrador sostuvo que había hablado con Claudia Sheinbaum para que ya no dejara entrar a nadie más a la plaza de la Constitución pues entre tanta gente podría darse una tragedia. Eso no hubiera sido parte del show ¿o sí? En ese caso López Obrador hubiera dicho que los muertos o heridos se debían a provocadores, a críticos del régimen.
AMLO no puede evitar ser parte del show. El que continua dando instrucciones a la jefa de gobierno de la capital, igual que que intenta que Belinda y Christian Nodal se arreglen.
Un magnífico showman, pero no un estratega.
El nuevo show consta —a casi dos años de celebrarse comicios— en aplaudirle a los posibles candidatos presidenciales. Así sea Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Lilly Tellez, Ricardo Salinas o Chumel Torres. Aplaudiendo igual que en el circo que nos encontramos a la vuelta de la esquina. Sí, a este ritmo Belinda podría llegar a ser presidenta.
Puede ser que uno se ría de las gracejadas y bufonadas diarias que salen de Palacio; dicen que es mejor reír que llorar. Sin embargo, cuando el gracioso y el bufón es quien debería arreglar los problemas y conducir al país, su actitud genera poderosas razones de preocupación.
Citando a Grupo Firme; “ya, superemos este show”, queremos positivas realidades, no nocivas fantasías.