Siempre lo he dicho: los periodistas no somos “noticia”, y cuando lo somos, es porque algo terrible ha ocurrido.
Tal cual lo vemos ahora, que en el transcurso de una semana el gremio periodístico ha dado, y mucho, de qué hablar.
Tras el terrible intento de homicidio a Ciro Gómez Leyva, todo se salió de control.
El ya de por sí lamentable intento de acabar con una vida ha estado enmarcado por el escándalo desatado por periodistas de renombre, que culpabilizan de forma absurda e irresponsable al presidente López Obrador de lo ocurrido al comunicador.
No lo culpan en forma directa de ser el responsable, pero sí acusan que las críticas de Andrés Manuel hacia el gremio enardecen los ánimos y ocasiona que algún fanático quiera tirar a matar.
“Hostigamiento hacia el gremio”, le dicen, pues señalan que en las conferencias mañaneras del presidente, se incita a la violencia física contra los comunicadores, lo cual es mentira.
La solidaridad del gremio hacia Ciro es aplaudible, sin duda, toda persona de bien, sea periodista o no, debe reprobar un atentado contra la vida de alguien más.
Pero el linchamiento mediático hacia el presidente de nuestro país es nauseabundo y terriblemente irresponsable, pues los señalamientos de los periodistas exponen al primer mandatario no solo al juicio de la sociedad, a la ira de la misma, con las terribles consecuencias que esto puede tener.
La historia de una tesis “plagiada”
En paralelo a este escándalo, ayer miércoles el portal LatinUs, propiedad de Carlos Loret, acusó que la ministra aspirante a presidir la SCJN, Yasmín Esquivel Mossa, “plagió” su tesis de licenciatura en 1987.
Lo anterior se lee en un artículo escrito por el escritor y académico de la UNAN, Guillermo Sheridan y publicado en dicho portal, donde se asegura que la ministra cometió un acto de corrupción al plagiar la tesis de licenciatura titulada “Inoperancia de los sindicatos en los trabajadores de confianza del Artículo 123 Apartado A”, misma que fue presentada en 1986, es decir, un año antes, por Edgar Ulises Báez. Gutiérrez
Treinta y seis años más tarde el respetable académico y periodista “descubre” el tremendo “plagio” que cometió la magistrada y que, según sus propias palabras “la tesis de Esquivel Mossa queda invalidada, así como su título profesional de licenciada en derecho, mal habido, en tanto que se consiguió engañando a los sinodales, a la UNAM, a sus compañeros, al pueblo de México que financió sus estudios y, desde luego, a sí misma”.
Quienes estamos medianamente informados y conocemos la trayectoria de Guillermo Sheridan con seguridad nos sorprenden estas declaraciones salidas de su “puño y letra”, pero en los tiempos previos a la elección del ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, donde la magistrada es una de las aspirantes al cargo, todo puede pasar.
Desconozco los motivos del escritor para hacer tal señalamiento en contra de Yasmín Esquivel, (desmentido oportunamente por ella misma), pero tanto en este como en el primer caso que aquí se expone, el mal uso de la información sobre temas sensibles y de impacto, ocasiona que el juicio social (tan dado al “chisme” barato o a la tergiversación de contenidos) prevalezca por encima de la verdad.
Entiéndase: el mal uso de la información no solo daña a aquel de quien se habla, también se perjudica al medio que lo publica o al periodista que lo escribe.
En el caso del atentado a Ciro toda la furia del gremio se enfocó hacia el presidente, lo cual es un error. En el caso de la magistrada lo grave radica en que dicha mentira se llegó a viralizar tras ser publicada en un medio de comunicación que posee ciertos alcances, por lo que más allá de quien firme el artículo (y con respeto al mismo escritor) tal afirmación de una mentira huele a grilla, a afán de desprestigiar el trabajo de una persona para, (¿por qué no decirlo?) echar por tierra sus legítimas aspiraciones a un cargo.
Hay que tener la cabeza fría.
A nadie conviene que el país se desestabilice por noticias falsas, por suposiciones, por “presuntos culpables”.
Informar sin atacar debe ser la consigna. Volvamos a ejercer un periodismo plural, de respeto, con base en la verdad.
Si los periodistas (o los medios de comunicación) seguimos pretendiendo ser “la de ocho columnas” nos convertiremos irremediablemente en sicarios de la información, con las irreversibles y nada gratas consecuencias sociales que esto implica y que no tienen razón de ser.