Cito lo leído en un sitio de internet: Cadillac, empresa de automóviles de lujo, nació en 1902 en la ciudad estadounidense de Detroit.

Su propietario original fue Henry M. Leland, quien bautizó a su compañía con ese nombre en honor al fundador de la ciudad, Antoine de la Mothe Cadillac, un oficial del ejército francés.

Robb Report, revista especializada en la ostentación, ha dicho de la marca Cadillac que nació para “redefinir el verdadero significado de lujo y exclusividad”.

No estoy en contra de la industria del lujo. Todo lo contrario, me parece fundamental para el desarrollo económico que haya gente dispuesta a pagar verdaderas fortunas por un reloj, un coche, un avión, un yate, un bolso, un saco, un anillo, un libro antiguo, una pintura, un jarrón, una botella de vino, etcétera.

Pero en una campaña electoral —sobre todo en un país como México— el lujo es una gran pendejada.

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