El presidente AMLO se supera a sí mismo. A lo largo de su gobierno, un rasgo inequívoco ha sido, sin lugar a dudas, sus ataques reiterados contra los organismos autónomos. Trátese de materia educativa, electoral, transparencia o telecomunicaciones, el presidente mexicano se ha empecinado en la diatriba mediática y política contra cualquier institución que suponga un contrapeso a su poder.

Todo inició en aquel lejano 2018 cuando la Cámara de Diputados, con una mayoría recientemente inaugurada encabezada por Morena, recortó dramáticamente el presupuesto del INEE (Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación) lo que supuso daños incuantificables al instituto. Meses más tarde, una vez instalado AMLO en Palacio Nacional, y seguro de contar con la mayoría calificada en el Congreso para realizar cambios constitucionales, se reformó el artículo tercero, y con ello, la desaparición del citado instituto.

A diferencia de otros organismos autónomos como el INE o el INAI, la eliminación del INEE fue relativamente fácil, pues no conllevó costo político, pues supuso entregar nuevamente al gremio magisterial el control de la designación de las plazas de maestros, con el daño evidente a la educación de los niños y jóvenes.

Tras estos sucesos, AMLO ha continuado la guerra contra los organismos autónomos. Quizá el caso mas dramático ha sido el INE, pues supone, en sí mismo, un ataque frontal contra la democracia electoral. Bien es conocida su intentona de eliminar a las autoridades electorales (plan A) luego, el plan b, y recientemente, el plan C, el cual busca llenar el Consejo General con consejeros afines al partido del presidente.

Y ahora, el INAI. Si bien es verdad que esta institución autónoma supone un riesgo para el presidente pues es el organismo responsable de brindar información relacionada con la transparencia gubernamental, el rechazo de AMLO hacia el órgano echa raíces no en las competencias específicas de la institución, sino en la voluntad misma del presidente de debilitar, y si es posible, eliminar a todos los organismos fuera del control de Palacio Nacional.

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En suma, AMLO, en su búsqueda de la concentración de poder, y en el ánimo de asegurar el debilitamiento de los organismos autónomos para su sucesor, buscará, hasta el último segundo de su presidencia, diezmar política o presupuestalmente a todas las instituciones que gozan de autonomía constitucional. Con el alfil de Adán Augusto López como operador político, el presidente es consistente en su pugna en favor de la destrucción de los organismos independientes.

En el México de AMLO, según lo entiende él con la mirada echada hacia el pasado del priismo autoritario, no hay sitio para instituciones autónomas que supongan un contrapeso contra el poder emanado del Ejecutivo. A AMLO no le gustan los organismos autónomos. Y ahora, quizá, ha llegado el momento del INAI.