IRREVERENTE

Les platico:

Pocas cosas detesto más que la simulación, el fingimiento de un sentimiento que solo existe por la conveniencia y el oportunismo.

Aprendí desde muy niño a distinguir una palabra fingida, de una real.

Fue doloroso porque hubiera preferido ser omiso a dicha habilidad, que no había pedido ni deseado, pero que tenía.

Las columnas más leídas de hoy

Y ante la incapacidad por mi temprana edad, no encontré más recurso para aislarme de aquello, que volverme hacia mí mismo, más que hacia los demás.

En los libros aprendí a encontrar palabras reales, donde sus autores no fingían lo que sentían.

Como entonces no podía viajar, viajé a través de los viajes de otros y conocí tanto de este mundo, que sin poder tenerlo como yo quería, me conseguí un mapa donde aparecían extendidos los cinco continentes en una imagen plana.

Y lo pegué en una pared del cuarto en que dormía, y también vivía.

Por única puerta, una tela que colgaba del techo hasta el piso.

Pero era “mi cuarto” y ahí comencé a fabricar mi mundo.

Sobre aquel mapa extendido me pasaba horas enteras viajándolo con mis despiertos ojos, y también con los dormidos.

Llegué a aprenderme las capitales y las monedas de todos los países que poblaban la Tierra, de todos.

Y cuando los veía separados por las divisiones políticas en colores y nombres, los buscaba en los libros para “conocerlos” en fotos, en palabras, narraciones y en imágenes. Así era como los conocía.

El mar:

El primer “mar” que vi en mi vida fue una vez que me llevó mi tío Rogelio a pescar.

Tenía 6 años y estaba en 2o de Primaria cuando al atardecer, mis pies tocaron por primera vez al “mar”.

Los oleajes portentosos de las playas que había “conocido” en los libros, fueron esa vez muy apacibles y no eran azules ni verdes sino grises.

Creí que aquello se debía a la hora, porque en el horizonte atardecía.

Pero yo estaba iluminadamente feliz.

“Tío, qué hermoso mar!!”, le dije emocionado.

Él me tocó el pelo y sonriendo amorosamente me dijo: “Esto no es el mar, es una Presa, la Falcón y allá al fondo están los Estados Unidos”, me señaló con su mano hacia el norte.

Y la frustración de no tener a un mar verdadero ante mis ojos, se convirtió en emoción porque por primera vez había “conocido” otro país.

Ese era yo a mis 6 años: todo me emocionaba.

Y ese mismo sigo siendo hoy. Todo me sigue emocionando!!!!

Cajón de Sastre:

  • Columna dedicada a María, que antes sentía que me quería y me abrazaba, pero ya no.
  • Mañana, cambio completo de programa, sin faltar el Incomparable Iván y toda la Compañía.