Apunto algunas reflexiones nada originales pero estimo que útiles y oportunas para la situación actual.
Las instituciones nacen, evolucionan y pierden vigencia de acuerdo con las prácticas y consensos que tienen lugar en el contexto histórico del país o región de que se trate.
Es así que la democracia, en tanto institución jurídica y política, forma de estado y de gobierno, puede ser más o menos legítima. Esto dependerá de las condiciones que garanticen el voto libre y auténtico. Asimismo, de los resultados que desde el gobierno se generen para la mayoría social.
El gobernante puede alcanzar una elevada legitimidad de acceso al gobierno si consigue una importante mayoría de votos en las urnas, pero también puede restar consenso a su desempeño y a la propia democracia si sus prácticas no entregan bienes para esa mayoría.
En el panorama global ese simple enunciado encuentra múltiples evidencias.
Los electorados, con más o menos información, conciencia y coherencia, están votando en contra de los partidos y gobiernos que no reportan buenos resultados.
Ha ocurrido apenas el año pasado en Perú, Chile y Honduras. Este año le puede pasar factura a los demócratas en los Estados Unidos y a los conservadores en Colombia, Costa Rica o Brasil.
Habrá que ver qué ocurre con la Revocación del Mandato presidencial el 10 de abril, que por fortuna se realizará con las garantías constitucionales respaldadas por la justicia electoral, y en las gubernaturas en juego en México el 5 de junio.
Y es que el hartazgo lleva a las mayorías sociales incluso a arriesgarse y preferir propuestas que sabe que podrían no cumplirse del todo o que podrían provocar conflictos fuertes con el status quo, pero que les protegen más y les abren oportunidades comparativas.
Los desplazados del poder podrán llamar populistas a los nuevos ganadores y buscarán rehacerse para no ceder privilegios y reconquistarlo. En su turno, si los recién llegados al gobierno se equivocan, igualmente perderán en algún momento la posición que lograron.
Atrapados en una coyuntura histórica de cambio de época, que mueve los referentes de estabilidad en los conceptos y las prácticas para vivir con mínima dignidad, las mayorías sociales ven en las urnas la oportunidad de castigar a quienes los defraudan y alentar sus propias esperanzas en mejorar su situación vital.
Sin desarrollo socioeconómico y mejoramiento de las condiciones concretas de vida se limita el goce o ejercicio de los derechos básicos, la democracia puede perder sentido y el estado su justificación principal.
El cuidado del jardín contextual en el que debe florecer la democracia es la primera obligación constitucional y deber ético del jardinero.
Quien descuida el jardín pone en riesgo su mandato y, lo más grave, impide que las plantas crezcan y produzcan frutos y flores.
En tal caso, otros vendrán a resembrar el jardín, o bien, en el extremo, a refundarlo.
Podemos concluir en que el contexto es el entorno en el que la institución de la democracia pluralista, la de partido hegemónico o de partido único pueden germinar, crecer o marchitarse.
Que cualquiera de esas tres opciones cobre legitimidad dependerá del consenso sobre las prácticas que forman instituciones.
A su vez, a la fortaleza o debilidad de estas últimas habrán de coadyuvar los resultados concretos.