Dos entrevistas a Xóchitl Gálvez la regresan a la contienda. En la mañana, con Ciro Gómez Leyva y, en la noche, con Carlos Loret, un diálogo sin desperdicio. Lo menos que se puede decir es que regresa a su carácter de líder opositora, y sin vacilación recupera la determinación de encarar a López Obrador. Reconoce que sus estrategas le habían recomendado llevarla despacio con el presidente. Fue un error y por ello la intención de voto es de la mitad de quienes no está de acuerdo con el presidente y todavía menos a quienes rechazan los resultados de su gobierno.

Las encuestas convencionales no son del todo confiables. El tema por medir no es el sentido del voto, sino el estado de ánimo de la población; así, existe claridad de que la elección será considerablemente más cerrada de lo que se supone. Ahora, el voto del descontento es mayor a una tercera parte de los electores. Entre quienes se asumen afines a Morena, 20% muestra disposición a votar por candidatos opositores, 42% desaprueban al presidente y casi la mitad a su gobierno.

El suelo no es parejo. Hay una elección de Estado. El presidente está obligado por la Constitución a la imparcialidad y los gobiernos no deben estar al servicio de un partido; sin embargo, ocurre lo contrario. De igual manera, las élites están sometidas por temor o por oportunismo. La oligarquía -casi en su totalidad-, como siempre, está con quien detenta el poder, otorga su aval al presidente y a la continuidad. Sin darse cuenta o sin importarles apoyan la devastación del sistema democrático. No es retórica. Pruebas: las iniciativas presidenciales para acabar con la independencia de la Corte, con el sistema de elecciones libres y justas, con la representación de la pluralidad en los congresos, y con la eliminación de los órganos autónomos que garantizan transparencia, rendición de cuentas y una economía sin monopolios ni privilegios.

La amenaza del crimen organizado, el uso clientelar de los programas sociales y la captura de los órganos electorales se suman a las dificultades, riesgos que la ciudadanía y elecciones concurridas conjuran, abriendo espacio a la alternancia en la presidencia y el regreso de la pluralidad en la representación parlamentaria.

La candidata opositora entiende que la campaña no es de ella ni de los partidos; tampoco de la convergencia de ciudadanos y políticos. La campaña es de los mexicanos que tienen que salir a votar, defender al régimen democrático y sancionar al mal gobierno. Xóchitl Gálvez, como se advierte en su renovado ánimo recupera la confianza en sí misma, en su determinación de ser cauce de quienes quieren un mejor país y, sobre todo, a quienes preocupa la destrucción del sistema democrático.

Las condiciones para una elección muy competida son realidad, más allá de las encuestas bien o mal realizadas y peor interpretadas. La mayoría de las cincuenta grandes ciudades, donde vendrá más de la mitad de los votos opositores están gobernadas por la oposición. Muchos de estos alcaldes buscan reelegirse y en su mayoría tienen aprobación, a diferencia de la mayoría de los gobernantes de Morena. La evaluación del desempeño de alcaldes o mandatarios locales indican, con algunas excepciones, que los del oficialismo son peores, y mejores los de la oposición. Trasladar la contienda al territorio es el paso obligado de la oposición para hacer crecer las posibilidades de alternancia y lograr el triunfo opositor en el Congreso y en las elecciones municipales de las zonas densamente pobladas.

Alentador resulta advertir el regreso de Xóchitl Gálvez como líder opositora, que no duda en encarar a López Obrador y denunciar el desastre de su gobierno. Anuncia que en enero el tema de su comunicación publicitaria será la inseguridad, debilidad mayor del oficialismo. Los abrazos a los delincuentes y los balazos a la población civil, particularmente a los jóvenes, deben estar en el centro del debate público y llevar a los votantes a decidir qué futuro quieren. Igual aplica para la salud, el campo, la corrupción o la educación.

La campaña apenas empieza y, efectivamente, será mucho más competida, contrario a la narrativa oficialista de que los resultados ya están cantados, ofensa a la ciudadanía y a las víctimas del mal gobierno que, por cierto, son mayoría.