Sin sorpresas llegamos al segundo debate presidencial que tendrá lugar mañana domingo.
Las candidatas, y un candidato de pilón, han mantenido la misma línea desde que comenzaron las campañas el pasado marzo: una como presidenta, en toda la extensión de la palabra, otra mentirosa y extraviada y Jorge Álvarez Máynez en la postura de relleno, a veces simpático, otras torpe y la mayoría de las veces echado en la hamaca.
Unos dicen que le tocó bailar con la más fea. Yo disiento: Máynez fue donde lo mandaron, se mantuvo donde lo pusieron y nadó de a pechito, sabiendo que jamás iba a ganar.
Parece que se ganó la lotería, al menos un cachito. Salió del anonimato, se paseó, se rio de todos y se va a descansar después de la elección. O algo hará, pero es irrelevante.
A escasas horas del debate, sin ser pitonisa, sabemos que todos se dirán ganadores, que habrá descalificaciones y desde ya les anticipo que habrá culpables, ya sea el formato, ya sean los moderadores, pero alguien estará inconforme.
Lo cierto es que aunque les fastidie a muchos, este arroz ya se coció.
Claudia Sheinbaum no necesita ganar el debate porque ya ganó la presidencia. No quiero decir que vaya a decir alguna barbaridad, de ningún modo. Pero llega con una muy cómoda ventaja en las encuestas, con madurez y una confianza inamovible de que el resultado de la elección le va a favorecer.
La ex jefa de gobierno capitalino está confiada porque ha expuesto un ambicioso proyecto de nación que ni de chiste dudamos llevará a buen puerto.
No se ha dejado envolver en la marejada de críticas y descalificaciones, que ni siquiera la han tiznado y poco ha respondido a los ataques infundados. No lo necesita. Se dedicó a trabajar en campaña, a presentar proyectos viables para sacar de la pobreza extrema a 7.5 millones de mexicanos, como lo expuso el pasado jueves en su eje temático para combatir la pobreza, presentado en Veracruz.
No construyó en ningún momento castillos en el aire. No mintió, no prometió lo que no se podrá cumplir. No jugó sucio. Sin sorpresas, como dije, Claudia tiene el triunfo en la palma de la mano, y con debate o sin él, ya ganó.
La otra candidata, emanada del bodrio llamado Fuerza y Corazón por México, también llega al debate en la misma línea con la que comenzó la contienda… O quizá un poquito peor.
Las mentiras y el engaño sobre los cuales edificó su campaña le están cobrando la factura desde antes de la elección.
Xóchitl ha hecho un desgarriate de un proceso que pudo ser ejemplar.
Se contradijo, se tropezó, mintió y sobre todo atacó sin proponer.
Y a un mes de la elección, no se le acaba la cuerda para seguir golpeando, pues ayer acusó espionaje afuera de su casa de campaña en la Ciudad de México, asegurando que personas enviadas por la 4T estaban queriendo pescar alguna información relevante en vísperas del debate.
En sus redes sociales Gálvez dijo que el espionaje obedecía a que tienen miedo de su avance en las encuestas:
“Dicen que van mil puntos arriba pero mandan espías a mi casa de campaña”, escribió.
Qué barbaridad tan bárbara, dijera mi hija.
Hace días una amiga comentó: Xóchitl está peor que mujer despechada porque le ganaron al novio. Acusa, ataca y patalea. Pero al final, perdió.
No lo dije yo, que conste...
El desgarriate al que hice referencia es porque por primera vez en la historia en México tenemos dos candidatas cuya presencia a nivel mundial ha dado mucho de qué hablar.
Se esperaba, al menos yo lo esperaba, más calidad en las propuestas de ambas.
Y una nos quedó a deber.
Tampoco habrá sorpresas mañana por parte de Xóchitl Gálvez. ¿Usted cree que sí?