Cuidar a quienes nos cuidan debe ser una de las prioridades de una sociedad y un gobierno humanista. Y es que el cuidado de los más desprotegidos, ya sean niños o niñas, ancianos, personas enfermas o con discapacidad, es una tarea que en mayor medida recae en las mujeres, quienes muchas veces dejan su desarrollo personal y profesional por quedarse en casa a cumplir esas funciones.

Más allá de las implicaciones económicas derivadas del cuidado de un enfermo, más si se trata de una enfermedad terminal, la mujer que atiende, procura y permanece al lado de quien ha perdido la salud, descuida la propia, a veces con desenlaces fatales.

Conozco esta situación muy bien. Hace unos años mi padre enfermó de gravedad y mi mamá no se separó de él, pese a que ella misma estaba enferma. Conforme los meses avanzaban se decidió contratar a una enfermera que la ayudara, pero el costo era muy alto y la economía familiar se desplomó.

Cuando mi padre murió la salud de mi madre estaba muy deteriorada, misma que se agravó con una terrible depresión y años después, falleció.

Si dedico estas líneas para narrar una situación que aún nos duele, es porque en este año electoral, por las dos mujeres que aspiran a la presidencia de México, el tema del Sistema Nacional de Cuidados ha sido abordado, aunque con distintos matices.

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La implementación de un Sistema Nacional de Cuidados es algo que desde años atrás ha sido planteado por colectivos y organizaciones de la sociedad civil pero que sigue en discusión en el Palacio Legislativo, donde el proyecto está estancado desde hace tres años.

En la página del Centro de Estudios Espinosa Yglesias se resumen las propuestas para un Sistema Nacional de Cuidados en los siguientes puntos:

  • Aprobar la reforma constitucional y propuestas de leyes, impulsadas por el movimiento feminista, para garantizar el derecho al cuidado y al tiempo propio.
  • Proveer de más y mejores servicios de cuidados, accesibles dentro y fuera del hogar.
  • Mejorar las condiciones de trabajo de todas las personas cuidadoras, que reciben pago y las que no.
  • Distribuir mejor las labores de cuidado entre la sociedad, el mercado laboral y las instituciones de gobierno.
  • Reconocer la importancia del sector de cuidados como uno de los motores de la movilidad social, así como impulsar su crecimiento a través del gasto público (Economía del cuidado).

Para que sea exitoso implica la colaboración no solo del Estado, donde los legisladores y legisladoras deben hacer su chamba y hacer las modificaciones constitucionales pertinentes, también se requiere un trabajo conjunto de la iniciativa privada y de la sociedad civil para la creación de guarderías (incluidas las nocturnas, que casi brillan por su ausencia) y centros de cuidado de día para atender a los adultos mayores, que cuenten con enfermeras, enfermeros, geriatras y nutriólogos de primer nivel, por citar solo unos ejemplos. Todo esto implica un trabajo que no es menor, pues se requiere de una red hospitalaria funcional, además de la capacitación de maestros, educadoras y educadores capaces y comprometidos con el cuidado de la infancia.

Pero eso es solo una parte de la moneda. La atención adecuada a quien lo necesita implica también la atención a quien brinda los cuidados, mayoritariamente mujeres, que requieren del tiempo y del espacio tanto para su desarrollo laboral, como para la atención de su salud física y mental.

La importancia del trabajo femenino dentro del hogar es el pilar para que una sociedad funcione y en términos económicos representa el 27% del PIB de nuestro país. Mucho, para no ser reconocido.

¿Podría el Sistema Nacional de Cuidados incluir la remuneración de las mujeres que dan su vida por los otros en el seno del hogar? ¿Se podría, por ejemplo, brindarles seguridad social para la atención de su salud? ¿La iniciativa privada o el mismo gobierno podrían crear fuentes de ingreso y estudio que puedan realizar desde su casa? ¿Podrían acceder a la compra de una vivienda digna?

El año pasado, 2023, el Fondo de Aportaciones para la Infraestructura Social (FAIS), tenía recursos suficientes para la creación de centros de cuidado, según dijo en entrevista con el diario El Economista, la presidenta del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), Nadine Gasman Zylbermann, pero agregó: “No hay nadie que produzca más que nosotras, sólo que a nosotras no nos dan el dinero. Hay que pensar en esto, en que dejemos de subsidiar con nuestros cuerpos, nuestros tiempos a toda la sociedad”.

El mayor reto que se enfrentará quien gane en junio la presidencia del país será precisamente la implementación de un Sistema Nacional de Cuidados funcional. De llevarse a cabo, México tendrá educación de calidad, infraestructura hospitalaria de primer mundo y un progreso económico sin precedentes.

Y lo más importante: la deuda histórica que el Estado tiene con las mujeres que han entregado su vida a los cuidados de quienes aman quedará saldada. Es ahora o nunca. Ojalá que las candidatas le den la importancia debida y quien gane la elección, se aplique en esta tarea.