No pasa semana sin que Xóchitl Gálvez meta la pata. Lo dijo ayer, en Reforma, el articulista Jesús Silva-Herzog Márquez. Tiene razón. El mismo día en que Silva-Herzog hacía el recuento de las torpezas de la candidata X, ella cayó en una más: en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara no supo responder a la pregunta de cuál era el título de su biografía —un título bastante vulgar, Soy cabrona y media—.
Evidentemente la cultura no es el fuerte de Xóchitl. Tampoco el de Samuel García. Este se enredó feamente en la FIL al mencionar su libro favorito. Hizo un Peña Nieto, según las crónicas. Ello en referencia a la confusión del expresidente en la edición 2011 del evento, cuando no pudo dar a conocer sus tres libros favoritos.
Ese año, por cierto —lo mencioné ayer aquí— Claudia Sheinbaum recibió el Reconocimiento Sor Juana Inés de la Cruz 2011 que otorga la UNAM. Me han preguntado de dónde saqué la información. Respondo: del perfil de Sheinbaum publicado en la página de internet del Instituto de Ingeniería de la UNAM. Aquí se puede consultar:
Ayer recordé también que Claudia en 2019 dijo cuáles son sus libros favoritos: Profundidades, de Henning Mankell; El coronel no tiene quien le escriba, de Gabriel García Márquez, y La estructura de las revoluciones científicas, de Thomas Kuhn.
La obra de Kuhn es muy importante. Se entiende que la haya estudiado una mujer que ha dedicado buena parte de su vida a la ciencia. Por cierto, La estructura de las revoluciones científicas se encuentra entre los libros que recomienda leer uno de los genios de nuestro tiempo, Mark Zuckerberg, fundador de Facebook.
Zuckerberg igualmente aconseja otra obra, Por qué fracasan los países: los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza, de Daron Acemoglu y James A. Robinson.
Sugeriría a quienes aspiran a la presidencia de México leer el libro de Acemoglu y Robinson, pero en dos casos sería perder el tiempo —como se ha evidenciado recientemente ni Xóchitl ni Samuel leen—, así que solo suplicaré consultarlo a Claudia, si acaso no la ha hecho ya.
Si Sheinbaum ya leyó Por qué fracasan los países: los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza creo que ahora, a meses de ser presidenta de México, deberá volver a esa obra, sobre todo para reflexionar acerca de dos ejemplos relacionados con México que los autores presentan.
Nogales, México; Nogales, EE. UU. Primer ejemplo de por qué fracasan los países:
Nogales, Arizona, y Nogales, Sonora tienen población, cultura y situación geográfica similares y hasta idénticas. ¿Por qué, entonces, la Nogales estadounidense es rica y la mexicana, pobre? La respuesta obvia es: una de tales ciudades está ubicada en Estados Unidos y la otra en México.
Bill Gates y Carlos Slim. Segundo ejemplo de por qué fracasan los países:
Gates y Slim son dos de los empresarios más ricos del mundo. Cito lo que leí en un análisis de la obra de Daron Acemoglu y James A. Robinson:
“El primero (Gates) tuvo incentivos para crear nuevos productos mientras que el segundo, según dicen los autores, habría aprovechado sus contactos políticos (en México, desde el sexenio de Carlos Salinas cuando se benefició de la privatización de Telmex) para explotar en régimen de monopolio el sector de las telecomunicaciones, incluso aprovechando lagunas legales, y cuando quiso hacer lo mismo en EE.UU. los tribunales se lo bloquearon”.
El subdesarrollo de Nogales, Sonora y la fortuna basada en un monopolio de Carlos Slim en el fondo obedecen a la misma situación: la ausencia de democracia y Estado de derecho en México.
Empobrecieron a los municipios los gobiernos del PRI y del PAN que durante décadas monopolizaron el poder político. Morena y López Obrador rompieron en 2018 el lamentable bipartidismo, al que desean volver tales partidos, que afortunadamente seleccionaron como su representante a una política fallida, Xóchitl Gálvez. Así que no lo lograrán.
¿Con Morena cambiará para bien la vida en los municipios mexicanos? Es la esperanza, que necesita tiempo para saber si se concreta o no. Un sexenio no es suficiente. Esperemos que la segunda presidencia de izquierda, que corresponderá a Claudia Sheinbaum, consolide en positivo las transformaciones iniciadas por Andrés Manuel López Obrador, desde luego ajustando lo que se deba ajustar.
En Estados Unidos, donde la economía es más competitiva, no le regalaron ni le vendieron —caro o barato— un monopolio a Bill Gates. Entonces, para enriquecerse este hombre se vio obligado a encabezar una revolución tecnológica —con Steve Jobs y otras personas extraordinarias— y de esa manera no solo se acumuló una enorme riqueza, sino que cambió al mundo entero. Por cierto, cuando los gigantes de la tecnología han alcanzado niveles monopólicos inconvenientes para la sociedad, los poderes legislativo y judicial de las democracias de América del Norte y Europa han hecho bastante para no solo controlarlos, sino limitarlos.
Acá, en México, donde el sistema económico es muy poco competitivo, a pesar de que los monopolios están prohibidos por la Constitución, el poder ejecutivo (presidente Carlos Salinas) le vendió, caro o barato, un enorme monopolio a Carlos Slim que este hombre pudo mantener sin competencia durante muchos años no solo debido a su talento empresarial que noqueaba a los adversarios comerciales, sino también —y muy especialmente— gracias a que quienes han integrado el poder judicial, es decir, tribunales colegiados y hasta la SCJN, le dieron la razón prácticamente en cada amparo que buscó.
Lo bueno que ha hecho Carlos Slim
Sin duda son muy cuestionables el pecado original de Slim y el apoyo de la judicatura que recibió para consolidar su monopolio, pero en honor a la verdad debe decirse que el más importante empresario de México ha hecho mucho bien a nuestra sociedad:
- Los servicios y productos que vende son de primera. Ha estado a la vanguardia en lo referente a la tecnología —no la ha desarrollado, pero la ha traído para que la gente pueda usarla, a precios accesibles, al mismo tiempo que llega al público de las sociedades en las que se realizan las innovaciones—.
- Además de ello, su filantropía es de aplaudirse. En los sismos de 2017, por ejemplo, Carlos Slim reunió 2 mil 900 millones de pesos para apoyar a las personas damnificadas. Ni el gobierno apoyó tanto a la gente necesitada.
- A Slim no se le conocen trampas fiscales, es decir, paga más impuestos que muchos de sus colegas de gran tamaño, especializados en no pagar nada al Estado.
- Después del derrumbe de la línea 12 del metro, tan mal construida durante la administración capitalina de Marcelo Ebrard, rápidamente Slim se comprometió a pagar las reparaciones y a indemnizar a las víctimas.
- Hasta en temas deportivos Slim ha suplido las deficiencias de la administración pública. La Fundación Telmex, por iniciativa de Arturo Elías Ayub, aportó un millón de pesos a un grupo de nadadoras mexicanas para que viajaran a la Copa del Mundo de Natación Artística en Egipto. Ellas obtuvieron una impresionante cosecha de medallas.
Pese a lo positivo de su trayectoria, la 4T se equivoca al poner a Carlos Slim como ejemplo de empresarialidad. Todas sus aportaciones de ninguna manera justifican que un poder del Estado, el ejecutivo, le haya entregado un monopolio, y que otro poder, el judicial, se lo haya garantizado durante tanto tiempo.
Por lo demás, si Slim hizo grandes cosas benéficas para México después de las privatizaciones de las que se benefició, otros empresarios, como Germán Larrea, es enorme el daño que han generado. La verdad de las cosas es que poco o nada positivo puede decirse del hecho de que Larrea se haya quedado en el sexenio de Ernesto Zedillo con la red ferroviaria más extensa del país. Y ya mejor ni hablamos de sus concesiones mineras que tanto perjudican al medio ambiente y hasta muertes han provocado.
La situación en los municipios mejorará con más democracia, que ya la tenemos y debemos defenderla de quienes, como el PRI y el PAN, pretenden que las cosas vuelvan a ser como en el pasado. Y la economía, actualmente sólida, para pasar a otro nivel necesitará mucho más que la sola disciplina financiera y fiscal que ha caracterizado al gobierno de AMLO: hará falta asimismo un cambio profundo en el paradigma empresarial, algo que solo empezará a gestarse si dejamos de poner como los grandes ejemplos de éxito a quienes, sin innovar nada, han crecido en los negocios gracias sobre todo a sus contactos en el gobierno.