El grotesco video difundido este fin de semana, en donde el “líder” espiritual de los budistas tibetanos hace comentarios lascivos a un menor de edad, es sólo el último de las acciones reprobables que ha tomado este personaje a lo largo de su vida.
Es muy grande el parecido del Dalai Lama a otros presuntos líderes espirituales cómo el creador de NXIVM detenido por abuso de menores y trata de personas, Keith Raniere, o el japonés líder de la secta de asesinos en masa “Verdad Suprema”; Shoko Asahara, responsable de los ataques con gas sarín en el metro de Tokio, con un saldo de 14 muertos, con quienes el tibetano tiene sendas fotografías, ya que él va con quien le pague, o más bien, con quien financíe su vida en el exilio de alguna manera.
Su “santidad” el catorceavo Dalai Lama, cuyo nombre terrenal es Gyalwa Rinpoche, disfrutó durante algunos años de su posición cómo líder y terrateniente en el Tíbet, en donde 95% de los habitantes eran “siervos de la gleba”, en otras palabras, esclavos. Poco hicieron los lamas, incluyendo Rinponche, para mejorar las condiciones de sus súbditos, ya que ellos estaban en la cima. ¿Para qué hacer olas?
En 1959, luego de un enfrentamiento entre el Ejército Rojo Chino y las tropas leales a los lamas, su “santidad” salió huyendo a la India en donde vive en el exilio. De acuerdo a un artículo publicado en el New York Times en el lejano 1988, el Dalai Lama recibe un pago anual de un millón 799 mil dólares anuales por parte de la CIA por sus “servicios” en contra de la República Popular de China.
La realidad es que, entre la explotación de mano de obra esclavizada y costumbres aberrantes cómo los abusos sexuales cometidos por los lamas, buena parte de la población tibetana apoyó la expulsión de este falso líder espiritual y sus esbirros del Tibet. La sorpresa no es la conducta del Dalai Lama. La sorpresa es que haya pasado tanto tiempo para que la mayoría de la gente se diera cuenta de sus actitudes aberrantes.