“Saber gobernar es saber elegir”
Filippo Pananti
Para empezar, el término “nepotismo”, desde un punto de vista de etimología greco-latina. está mal empleado, ya que significa: darle empleo al sobrino, situación que fue muy benéfica para nuestro país económica y políticamente cuando el sobrino de Napoleón Bonaparte, que gobernaba Austria por nepotismo precisamente, Napoleón III, diplomáticamente nos envió a Maximiliano, que al parecer era hijo de Napoleón II y nieto del mismísimo Napoleón Bonaparte, a tratar de enderezar el sistema mexicano de esa época, a tratar, repito.
Yo personalmente, siendo adolescente, trabajé con mis tíos maternos en el centro de la Ciudad de México en su fábrica de vestidos para dama, antes del moralmente desastroso temblor de septiembre de 1985, yo ejercí nepotismo literal y formalmente, y de alguna manera podría haber suplido a mis primos, hijos de mis susodichos tíos, en ese trabajo, pero finalmente decidí estudiar medicina y dejar los negocios textiles.
De 1983 a 1985 yo trabajé arduamente con mis tíos, y conocí la industria textil, desde sus raíces maquileras hasta su venta en grandes almacenes, incluyendo los del señor Chedraui en Veracruz, esa es la verdadera esencia del nepotismo que realmente es positivista, como lo es también en política: aunque un político y/o servidor público sea sobrino o familiar muy cercano de un líder ya establecido, incluso hijo o hija, si ejerce bien su trabajo, no debería porque ser criticado, y mucho menos censurado legislativamente.
El problema radica cuando el familiar del líder o político establecido formalmente sólo quiere vivir plenamente sin trabajar, a estas personas les llamamos en México muy profesionalmente: “aviadores”, los cuales, en muchas instancias gubernamentales, sindicales e institucionales, son una verdadera calamidad económica y psicológica.
Por eso, si las personas que trabajan bien, aunque lo hayan hecho por un sistema de elección familiar directa llamado incorrectamente “nepotismo”, deberían tener todo el derecho humano y constitucional de hacerlo, por su bien, el de nuestra patria, y el de toda la humanidad.
Yo personalmente, después de 40 años, todavía conozco la técnica de acomodar la tela en la mesa de corte, doblarla, y colocar los patrones diseñados encima para que finalmente dichos recortes realizados alrededor de estos patrones por expertos de pulso, se lleven a las máquinas de coser de las maquiladoras para crear vestidos de noche que iluminaron la vida de tantas y tantas damas mexicanas, y que llevaban mi apellido materno como marca.