Hoy, en este mismo medio, leí un texto del respetable y muy distinguido abogado don Javier Tejado Dondé, quien, siendo conocedor profundo de temas jurídicos de mucha trascendencia, siempre comparte opiniones claras y sin, como dicen, “pelos en la lengua”.
Sin embargo, eso no quiere decir que sean opiniones que no sean debatibles. Hay una muy particular sobre la que tengo el deber moral de pronunciarme: la calidad humana, profesional e intelectual del señor ministro don Juan Luis González Alcántara Carrancá. El abogado Tejado acusa a este notable jurisperito y a la ministra presidente de la Corte de haber cedido a presiones viles, rastreras, como la de poder perder su pensión de retiro para que se tomara ayer la decisión relativa al trámite del recurso relativo a la sobrerrepresentación que promovió el Partido Acción Nacional. Sin duda, el ministro González Alcántara no se encuentra en un estado de necesidad como para que alguien pueda chantajearlo con algo tan vil, tan barato y tan absurdo como una pensión. Y, sin duda, la decisión que tomó, como todas las que ha tomado a lo largo de su carrera judicial, está inspirada por un apego irrestricto al imperio del Derecho. Él, jurista de prestigio y sabedor de que las graves resoluciones que toma tienen impacto en la vida diaria del país, hizo uso de la mayor virtud que puede tener un abogado en cualquier foro en el que ejerza su profesión: prudencia.
Reitero: las opiniones profundas y analíticas del abogado Tejado, aparte de siempre moverme a la reflexión, también mueven al debate, pero considero, sin que se pierda un ápice del respeto que tengo a semejante colega de profesión, que esta vez la acusación a la calidad del ministro González Alcántara Carrancá sí carece de fundamento, pues es bien sabido que él es un hombre que, aparte de su estatura moral e intelectual, vive con desahogo producto de un patrimonio bien administrado que ha conseguido gracias a su trabajo y profesionalismo destacados.