Más allá de filias y fobias el resultado de la elección muestra a una sociedad en estado de indefensión. El voto pierde su condición de recurso colectivo para sancionar el abuso del poder o al menos los malos resultados, especialmente en los territorios que acusan un señalado abandono de las autoridades en materia de seguridad; quien gobierna se vio avalado en su mala gestión y así no hay manera de que cambien.
En el nivel nacional la situación es igualmente compleja y preocupante. El voto por la continuidad fue abrumador a pesar de los malos resultados del gobierno. El criminal manejo de la pandemia, el colapso del sistema de salud, el abandono a la calidad educativa y no se diga el crecimiento del crimen y de la violencia no estuvieron en la mente de los votantes el 2 de junio. Sin duda el desenlace tuvo que ver con muchas variables; la más importante fue el impacto de los programas sociales en los electores, pero no explica el significativo apoyo social al presidente López Obrador, a su candidata presidencial Claudia Sheinbaum y a los de su coalición gobernante en nombre de la continuidad.
Desde luego que no puede soslayarse el fracaso de la oposición para plantar una opción creíble. Para reflexionar que en todo el país la candidata presidencial Xóchitl Gálvez obtuviera menos votos que los candidatos partidistas afines en las elecciones concurrentes. La movilización ciudadana sí se hizo presente, pero fue marginal y aunque significó el triunfo en varios municipios y alcaldías, careció del peso esperado. Los números contradicen la tesis del respaldo ciudadano de la candidata presidencial opositora, los candidatos de los partidos tuvieron mejores cifras prácticamente en todas partes y eso también pone en duda la idea de que fuera la mejor candidata posible.
Es cierto que la sobrerrepresentación en términos de coalición plantearía un escenario suficiente para la contención de la embestida autoritaria. Sin embargo, la interpretación normativa no se da al margen del contexto y la circunstancia es claramente adversa para evitar el peor de los escenarios, esto es, una excesiva desproporción entre votos y curules para el oficialismo. Bien por aquellos que desde los espacios de opinión esgrimen razones convincentes y deseos vehementes contra la excesiva sobrerrepresentación, queda por ver si el INE y el Tribunal actúan en consecuencia, sería un sano precedente y la forma más genuina de defensa de la democracia.
La oposición institucional se suma al estado de indefensión de la sociedad. Un partido con una valiosa historia y mejor pasado, el PRD, ha dejado de existir; otro más, el PRI resolvió ratificar su irrelevancia al dar curso a la reelección de su dirigencia en el afán de apoderarse de lo que queda, para ellos, sus dirigentes, no es poco, pero para la sociedad, nada. El PAN es el partido opositor con más peso y potencial, pero dirime una absurda disputa interna y se distrae de su responsabilidad fundamental de representar a los millones de mexicanos preocupados por la deriva autoritaria de la política nacional y su agenda legislativa.
La conformación de un nuevo partido corresponde a una necesidad elemental para la mejor y más eficaz representación de la sociedad. No es un planteamiento ideológico lo que puede significarle fuerza y ascendiente social, sino dar curso a la defensa del sistema democrático, demanda de minorías y hasta marginal si no se asocia a temas sustantivos como la lucha contra la impunidad, exigencia básica que como problema recorre el sistema político y al espectro partidario.
Explicable que las organizaciones convocantes del nuevo proyecto remitan a las movilizaciones ciudadanas de años pasados, pero la marea rosa por sí misma no otorga sentido, cohesión y futuro a un nuevo partido. Se requiere mucho más y horizonte, porque las coordenadas de desempeño de la coalición gobernante se anticipan muy complicadas independientemente de la destreza o habilidad de quienes llegarán al gobierno. La experiencia obradorista, más allá de sus pretensiones de permanencia no bastan para la continuidad del todo, especialmente la aportación de las adhesiones y del respaldo popular. El curso autoritario al margen del consenso se anticipa problemático en extremo, allí es donde el PAN o, en su caso, el nuevo proyecto partidista, deben entender que la prioridad y tarea fundamental es evitar que la sociedad persista en estado de indefensión.