La referencia a un tigre en el tema político, se le adjudica en primera instancia a Porfirio Díaz, quien el 31 de mayo de 1911, poco antes de partir al exilio, habría dicho a Victoriano Huerta: “Madero ha soltado el tigre, ahora veremos si puede controlarlo”. Esta metáfora se ha relacionado desde entonces con la acción de inconformidad de la población y el riesgo de no poder contenerla una vez que se ha soltado, como ‘soltar un tigre’.

Mucho tiempo después, la frase se volvió a escuchar en las palabras de un presidente, aunque en ese momento aún no lo era, y me refiero Andrés Manuel López Obrador, quien durante la campaña presidencial de 2018 utilizó la frase para amagar lo que sucedería si no se le reconocía el triunfo en la elección.

Fue durante la 81 Convención Bancaria que tuvo lugar en Acapulco, Guerrero, en donde el mandatario tabasqueño expresó dicha advertencia: “Si se atreven a hacer un fraude electoral, yo me voy a Palenque, y a ver quién va a amarrar al tigre, el que suelte el tigre que lo amarre”, amagó.

Todavía hoy se discute qué fue lo que realmente quiso decir Andrés Manuel durante aquel acto, pero lo cierto es que, tanto Díaz como él, pintaron al tigre como el pueblo, la gente levantada en armas para salir a defender una causa.

Y hoy la causa se llama poder judicial y el tigre son los estudiantes. Ni más ni menos.

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Los jóvenes universitarios, que suelen pisar las calles unidos para expresarse en contra de injusticias mayores, y de temas realmente sensibles, como lo han hecho en momentos históricos de nuestro país, finalmente salieron y alzaron la voz.

Ciertamente, se trata de una voz inesperada la que se sumó la semana pasada a las que se han expresado tanto al interior de nuestro país como más allá de nuestras fronteras, en rechazo a la reforma al poder judicial, que como ya se ha dicho, de ser aprobada vendrá a colocar el último clavo en el ataúd de la cada vez más frágil democracia mexicana.

En un acto digno de ser elogiado e incluso gratamente esperanzador, han salido a las calles, a las plazas públicas, a marchar, para fortalecer con su apoyo a los trabajadores del poder judicial y a los mexicanos en general que seremos directamente afectados en caso de que se apruebe esa perversa ocurrencia de Andrés Manuel López Obrador.

El pasado miércoles, estudiantes de la Facultad de Derecho de la UNAM marcharon a las instalaciones del Consejo de la Judicatura Federal (CJF) para protestar contra la reforma al poder judicial. Al contingente se unieron trabajadores del CJF y de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), alumnas y alumnos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Medicina, Ingeniería, de la ITAM e IBERO. De acuerdo con la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la CDMX, participaron alrededor de 4 mil estudiantes.

Y el pasado domingo 1 de septiembre, salieron nuevamente, como un auténtico tigre para hacerse escuchar en torno al Ángel de la Independencia, al mismo tiempo que el propio Andrés Manuel López Obrador rendía su último informe de gobierno en el Zócalo capitalino infestado de acarreados y adoradores.

Sin duda, un acto valiente y necesario, el que la voz de los estudiantes se escuche y resuene en este conflicto. Una voz que al mismo tiempo tiene un peso específico y que seguramente está provocando cuarteaduras en Palacio Nacional, tanto por las rabietas de López, quien intentó desacreditar la postura de los estudiantes argumentando que estaban mal aconsejados por sus profesores, como por lo que puede pesar en el curso que tomará el asunto en los subsecuentes días.

El tema es que, siempre será motivo de esperanza que los jóvenes se involucren en los temas trascendentales del país, e indudablemente este es uno de ellos, siendo que su futuro se está dirimiendo en estos momentos históricos del país cuando ya el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación le entregó a Morena y sus aliados la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y en ello va la autocracia, la suma de los tres poderes en uno solo.

Los reclamos, las advertencias y el rechazo casi generalizado a la reforma al poder judicial, se han tornado cada vez más sólidos y potentes en contra de esta iniciativa de Andrés Manuel que responde a una ridícula venganza contra la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Norma Piña, quien cometió el ominoso pecado de omitir levantarse de su asiento en un acto oficial al arribo del presidente. Aunque igualmente se afirma que el mismo insano sentimiento le provocan los jueces que ampararon a niños con cáncer para que recibieran sus tratamientos médicos, y todos aquellos que han resuelto procesos judiciales contrarios a sus deseos.

Ello es lo que ha motivado el embate del régimen contra el poder judicial y ha colocado al país en una situación inusitada y en severos riesgos, en amplios y diversos ámbitos de la vida pública y privada.

La historia recogerá en sus páginas que la irresponsabilidad y arrogancia de un presidente provocó se escuchasen tambores de una guerra que puede ser letal para nuestro México.

Será interesante observar hasta dónde el “Nerón de Macuspana” -como lo llamó Raymundo Riva Palacio- y la candidata electa resistirán la fortísima presión que se ha propiciado en rechazo a que se apruebe esa mala idea de reforma que significaría, ya lo dije, el último clavo al ataúd de la democracia en México.

De acuerdo a lo expresado por integrantes de la Cuarta Transformación como el coordinador de los diputados de Morena, Ricardo Monreal, no habrá nada que detenga el paso de la reforma, ni los llamados y amagos de organismos internacionales, gobiernos extranjeros, socios comerciales, instituciones, asociaciones, diversos sectores, trabajadores, sociedad civil organizada, y ni siquiera los recursos jurídicos interpuestos o las suspensiones dictadas.

Pero el tigre ya está suelto y como dijo el general Díaz, “ahora veremos si pueden controlarlo”.