Desde casa de ‘La Chingada’, es decir, la finca en Palenque, Chiapas, donde presuntamente habita el expresidente Andrés Manuel López Obrador, llegó la orden al Senado de la República de imponer a como diera lugar la ratificación de la impresentable Rosario Piedra Ibarra como titular de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH). Y el chingón de Adán Augusto López Hernández, coordinador de la bancada morenista y líder de los partidos aliados, PVEM y PT, cumplió a pie juntitas la instrucción de quien, sin lugar a dudas, se mantiene como presidente de México.

Y en este escenario hay muchos abusos que lamentar.

En primer término, es decepcionante que la doctora Claudia Sheinbaum Pardo, quien en su toma de protesta aseguró “llegamos todas”, esté dejando en evidencia que no solo no llegaron todas sino que ni siquiera ella llegó a gobernar, siendo que es su admirado Andrés Manuel López Obrador quien continúa al mando de las decisiones de gobierno en este país, con todo lo que ello significa para quienes en su momento votaron, y celebraron como un triunfo que una mujer inteligente, con credenciales de académica, doctora, y científica se colocara la banda presidencial.

En segundo lugar, son totalmente reprobables los mecanismos dispuestos por Adán Augusto López para coaccionar a sus compañeros a fin de conseguir los votos. No es difícil advertir que seguramente hubo amagos y amenazas con fregarlos de alguna manera si no votaban por la ‘ungida del altísimo’. En un grado superlativo de intimidación, el ex secretario de gobernación pretendió entregar las papeletas de votación marcadas con el nombre de Rosario Piedra a los senadores de Morena, PVEM y PT. “No es que desconfíe de ustedes pero hay que garantizar los votos”, les dijo, según publicó una reportera en la red social X y más tarde el propio Adán Augusto admitió haberlo dicho.

La senadora Lilly Téllez, también denunció que el líder morenista ordenó destruir una ‘casilla’ para evitar el voto libre y secreto de la bancada de Morena.

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Así las cosas en un largo estira y afloja que se prolongó hasta pasada la media noche del martes. A eso de las 12:00 am, morenistas que no estaban de acuerdo con la reelección de Piedra Ibarra, al final se chingaron y a regañadientes tuvieron que sufrir la humillación de escribir en la papeleta el nombre de la peor de las candidatas en la terna y mostrarla a todos los presentes en el Senado para complacer a López Hernández y López Obrador.

El colmo en todo este caso es que la hija de la activista Rosario Ibarra de Piedra, se ha catapultado justamente como una piedra en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.

En su primer periodo, Piedra Ibarra acumuló un total 70 mil 734 quejas por presuntas violaciones a derechos humanos, pasando de 11 mil 387, en 2020 a 19 mil 916, en 2023, lo que representa un incremento del 74.9%.

Asimismo, se emitieron el mayor número de recomendaciones que en cualquier otra administración del organismo.

De acuerdo con “CNDH: Balance de su debilitamiento institucional durante la gestión 2019-2024″, la gestión de Rosario Piedra se caracterizó por el cierre de expedientes de queja sin realizar un investigación exhaustiva. Así fue el caso de la muerte de la niña Heidi en San Luis Potosí y la ejecución de sacerdotes en Chihuahua, que no se recibió ninguna recomendación pública por parte de la comisión.

Y aun peor, pese a estar al mando de la comisión de derechos humanos, Piedra Ibarra propuso desaparecer el organismo, ya que éste “no responde a las necesidades del pueblo”, dijo, asimismo instó a crear la Defensoría Nacional de los Derechos del Pueblo, apoyando así la eliminación del organismo autónomo.

No hay que olvidar que Piedra llegó a la CNDH por un fraude impulsado y tolerado por el poder ejecutivo bajo la égida de Andrés Manuel López Obrador, y ejecutado por el legislativo, siendo que no alcanzó la mayoría calificada como lo marca la norma y aún así le adjudicaron el triunfo.

En esta nueva pretensión de reelegirse, presentó una carta de recomendación falsa; resultó ser la peor evaluada de los suspirantes al cargo; ni siquiera tuvo méritos suficientes para aparecer en la terna final de candidatos y aún así no solo logró colocarse, sino que se chingó, -con todas las malas prácticas ya descritas- a las otras dos aspirantes que sin duda contaban con mejores credenciales y habrían dado un respiro a la institución que padecerá 5 años más a la señora Piedra, quien hoy por hoy, es considerada la peor titular que haya tenido la CNDH a lo largo de su existencia.

Como ya lo dije antes, la gestión de la hija de la activista Rosario Ibarra de Piedra ha sido de lo más vergonzosa: su misión se ha caracterizado por la opacidad, por ignorar las causas que debiera defender, por estar del lado del poder y por guardar silencio ante las injusticias por las que debiera alzar la voz.

Basta recordar que su oficina calló ante la negligencia de salud que derivó en casi un millón de muertes por COVID-19; también lo hizo frente al desabasto de medicinas que igualmente ha dejado muchos miles de muertos, entre ellos alrededor de 2 mil niños a quienes les fueron interrumpidos sus tratamientos de quimioterapias.

Piedra también guardó silencio en los temas de los desaparecidos, la violencia, los feminicidios, las arbitrariedades, los abusos y las muertes de periodistas.

Nada hizo que la mujer levantare un solo dedo para salir en defensa de las víctimas, sencillamente porque AMLO no la colocó en ese cargo para defender a las víctimas sino para defenderlo a él. Así que por donde quiera que se le vea, su reelección es una chingadera para la CNDH, para México y para Claudia Sheinbaum.

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