“Mañana tomaré protesta como Senadora en un México que ya no es una República, es una monarquía de facto.

Seré implacable ante los mafiosos de morena que destruyen las instituciones, la democracia y el Estado de Derecho.

¡Ánimo, mexicanos! Esto apenas empieza, no les tengan miedo.”

LILLY TÉLLEZ

Hay muchas cosas que caracterizan al oficialismo de ahora. Sin duda una de ellas es haber hecho del atril mañanero un flanco de ataque directo y constante contra la prensa; contra la que detecta y señala errores, pifias y corruptelas de la 4t, esto es. Y el que lleva la voz cantante en el combate a los comunicadores que no alaban su anhelo destructivo es López Obrador. Él, sus funcionarios de gobierno y seguidores desacreditan a diestra y siniestra. “Prensa adversaria, chayoteros, vendidos y… ¿cuánto gana Loret?” Mientras, la sociedad informada en general o se ha vuelto insensible o mira hacia otro lado ante las agresiones del poder hacia periodistas, reporteros, comentaristas, conductores, opinadores.

¿Hay aún un margen de libertad de prensa? Por supuesto que sí, de otra forma no se me permitiría publicar lo que escribo hoy, por ejemplo. Mas eso no quita que el túnel por el que transitan este tipo de opiniones y expresiones en México se ha ido estrechando.

Y ocurre que a la periodista Reyna Haydee Ramírez de pronto ya no la dejan pasar a las conferencias de prensa de Palacio Nacional debido a que hace preguntas demasiado incisivas. O bien, que de un plumazo les dan las gracias a seis analistas críticos al régimen en un programa de debate político de Televisa. Y así nos vamos…

¿Censura directa o autocensura? Se reduce a lo mismo y les digo por qué: por supuesto que cualquier empresa y/o medio de comunicación puede decidir a quién contratar y a quién despedir en cualquier momento, pero que lo haga con críticos y al unísono solo puede estar reflejando (1) que se tiene o (2) que se percibe que se tiene la imperiosa necesidad de censurar. ¿Qué reflejan las decisiones de los medios con respecto a sus relaciones con las autoridades y a su vez qué dice eso de lo que las autoridades les están comunicando o proyectando a ellos?

Pero además, México ha sido testigo y víctima en este sexenio de una violencia que no cesa y una creciente amenaza a la libertad de expresión muchas veces liderada y/o permitida por López Obrador y aplaudida y seguida por demás miembros del gobierno. En otras palabras, la otra amenaza a la libertad de expresión es el crimen organizado y los gobiernos no han hecho gran cosa por atajarlo. En ese sentido la autoridad contribuye a la censura ejercida por la delincuencia, claro que sí.

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Hay veces que la censura y la violencia se cruzan también con los intereses políticos del grupo en el poder. El ejemplo más reciente e ilustrativo fue el combate que le propinó Morena (¿con el aval o la instrucción de López Obrador y Claudia Sheinbaum?, no lo vamos a saber) a la muy próximamente senadora Lilly Téllez. Si bien el Tribunal Electoral rechazó la impugnación de Regeneración Nacional contra ella por no llevar “una forma honesta de vivir” (participar en el programa de Ciro por la Mañana en Radio Fórmula supuestamente habiendo cobrado por ello), se debe tomar nota sobre la intentona que hizo la 4t contra ella y no pasarlo por alto.

Pero se suma otra cuestión: Independientemente de que las acusaciones esgrimidas eran absurdas e inverosímiles, se asomó nuevamente esa forma hipócrita y dispar que tiene el oficialismo de relacionarse con la ley. ¿O acaso no todos los nuevos legisladores, gobernadores y presidenta de la 4t se la pasaron en campaña desde hace años, participaron continuamente en programas de los medios de comunicación, pero también desde los ámbitos de gobierno a cargo de las horas de oficina y de los dineros públicos?

El ataque que lanzaron para callarla —amenazarla con quitarle la senaduría— fue aberrante, vulgar y ridículo. Denotó un mecanismo para combatir por la mala a quien no pueden silenciar contraargumentando con razones válidas sus señalamientos.

Son horas tristes para la prensa crítica. Hay presión y censura gubernamental, además del evidente pesimismo por cómo se va el país a una crisis por un capricho.

Giro de la Perinola

  • Antes era “no te pago para que me pegues”; ahora es “no te pago, punto; pero además te presiono —o presiono a tus patrones— para que no me puedas señalar”.
  • El opinar no es sinónimo de mentir. Lo primero requiere conocer cifras, argumentos, evidencias y realidades. El mentir no permite opinar pues parte de tergiversar los hechos para que los lectores o radioescuchas o televidentes pierdan objetividad.
  • En la nueva “Hora de opinar”, Leo Zuckermann ha permitido que la mentira campee a sus anchas al permitir que de se diga y luego que se repita una mentira: “la reforma judicial no está aquí para resolver un problema puntual, está aquí para reformar una estructura de cuál va a ser el peso de la mayoría en las decisiones del país”.