Según ha sido reiterado por los medios internacionales, el papa Francisco continúa delicado y hospitalizado en una clínica en Roma. Si bien ha mostrado mejoría, el diagnóstico es reservado, de acuerdo con los médicos que le atienden. El estado de salud del pontífice ha abierto de nuevo las especulaciones en torno a su sucesor.
Como es bien sabido, la cabeza de la Iglesia universal es elegida por el Colegio Cardenalicio reunido en un cónclave en la Capilla Sixtina. Sin embargo, la elección del nuevo papa en el interior del comité elector no suele estar exenta de tensiones y jaloneos entre los principales grupos.
Ha trascendido que Jorge Mario Bergoglio, y previo a su elección como romano pontífice, el cardenal Joseph Ratzinger, más tarde consagrado como Benedicto XVI, dominaron durante años las facciones en el seno del Colegio. Esta información ha derivado de las rondas cerradas de votación que conducirían, a la postre, a los pontificados de Benedicto XVI y Francisco.
Mientras el otrora obispo jesuita de Buenos Aires representaba el ala liberal de la Iglesia, marcada por una mayor disposición de apertura a temas controversiales como el matrimonio de los sacerdotes y la bendición pastoral de parejas del mismo sexo, Ratzinger lideraba el sector de la Iglesia tradicionalista opuesta a los deseos de tolerancia, y que era apoyada, en buena medida, por el círculo cercano a Juan Pablo II y al Opus Dei.
Sin embargo, ha trascendido que no existen hoy en el seno del Colegio Cardenalicio figuras claves que pudiesen, una vez llegado el momento, liderar las votaciones en el cónclave. Ello podría traducirse en días o semanas de incertidumbre hacia la elección del próximo jefe de la Iglesia universal, pues díficilmente un cardenal sería capaz de reunir los votos necesarios para alcanzar la mayoría.
Por otro lado, es un hecho innegable que la Iglesia católica está en franco retroceso en Europa y en una buena parte de Occidente. Países culturalmente católicos como España, Francia, Italia y Portugal han convertido sus iglesias en museos y sitios de admiración artística, mientras los jóvenes europeos se alejan sistemáticamente de la práctica religiosa. De acuerdo a sondeos de opinión, la mayoría de los europeos se declaran cristianos. Sin embargo, han dejado la fe.
Ello ha derivado del auge de las corrientes liberales propias del siglo XXI, y desde luego, de los escándalos de pederastia de algunos sacerdotes que han golpeado - quizás injustamente- la imagen de la Iglesia universal.
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Como he señalado, si bien Europa vive un proceso de “descristianización”, otras regiones como América Latina y África conservan en buena medida la devoción católica. Muestra de ello ha sido el crecimiento del número de bautizados en el continente africano y la ferviente devoción mostrada por los mexicanos y otros latinoamericano hacia la Virgen de Guadalupe cada 12 de diciembre.
Por lo tanto, el próximo pontífice deber surgir, a mi juicio, del corazón del mundo católico vigorizado. Una vuelta hacia los papas italianos no coadyuvaria, en mi opinión, a ofrecer ese impulso necesario a una Iglesia que vive una de sus peores crisis en la historia contemporánea.