El sino del futbol mexicano parece estar contenido en el apotegma de contar con gran capacidad y talento, lo que brinda un importante potencial, pero a pesar de eso no alcanzar los triunfos esperados; es decir, tener potencial, pero no ganar.
Distintas copas mundiales van y la historia se repite, de pronto algún avance esperanzador, pero pronto viene el desencanto, pues no se avanza más allá del cuarto famoso partido y, por tanto, quedan excluidas las posibilidades de campeonar. Los recuerdos del mundial de Chile y la descolgada de un jugador del equipo adversario y que terminó en gol, con lo que fuimos eliminados, a pesar de tener un equipo esperanzador con figuras como Isidoro Díaz, Héctor Hernández, Salvador Reyes, entre otros.
La ventaja de ser país anfitrión en el Mundial de 1970 no permitió mejorar grandemente las cosas, sí pasamos al cuarto partido, pero fue desastrosa nuestra derrota contra Italia a pesar de iniciar ganando el encuentro con un gol de José Luis Gonzáles. Llegamos a ese cotejo sin haber recibido gol en contra, pero en ese partido la defensa mexicana fue barrida por la escuadra zurra, a la postre subcampeona; ese partido lo jugamos en Toluca porque los organizadores estimaron que no pasaríamos en primer lugar en el grupo. Se equivocaron.
Después nuestra eliminación en Honduras y en el siguiente Mundial de Argentina, uno de los papeles más tristes, cuando teníamos a jugadores como Hugo Sánchez y Víctor Rangel que se habían destacado y sobre los que se cifraban grandes esperanzas. No asistimos al siguiente mundial por el castigo que nos dieron por el problema de los “cachirules”. Nuevamente fuimos anfitriones en 1986, pero tampoco avanzamos como se añoraba.
Lo sorprendente en todo esto fue que se fueron logrando buenos resultados en las juveniles, en la sub-23 y a nivel olímpico, lo que da cuenta de que existen jugadores talentosos que cuentan además con mentalidad ganadora y temple ¿qué pasa entonces? ¿por qué no se dan los resultados esperados?
Ahora se repite la desilusión por lo que sucedió en Qatar con nuestra eliminación en la fase de grupos. Dicen que el futbol mexicano es un reflejo de lo que ocurre en el país, más allá de que sea así, sí es posible identificar aspectos que parecen reflejarse, especialmente en cuanto al desarrollo de la Nación, que sigue sin alcanzar el potencial que tiene el país, por sus riquezas naturales, tamaño de su población, historia, cultura, talento de sus habitantes. El crecimiento económico es una materia que sigue dejando de qué hablar, no obstante, el referente positivo que se tuvo en la etapa del desarrollo estabilizador, con el agregado de que es una fase de la historia que se ubica poco después de la mitad del siglo pasado.
Existen logros indudables como los de haber superado el ciclo de las reiteradas crisis económicas de carácter sexenal que nos asolaron de 1976 a 1994, o el de avanzar en el promedio de la esperanza de vida, pero subsisten niveles altos de pobreza, deficiente calidad educativa, inseguridad, impunidad y alta criminalidad, en un marco de deterioro ambiental.
Si vamos por la ruta de los símiles, encontramos que el problema del futbol se centra en su organización y en el órgano que lo dirige que es la Federación Mexicana; en el caso del país el problema se ubica, en ese correlato, en sus instituciones y estructura de gobierno, en su sistema político, en la forma de procesar decisiones, instrumentarlas y de responder a una sociedad que insistentemente muestra mayor capacidad que quien actúa en su representación.
Distintas fórmulas se han instrumentado en el futbol, en sus torneos, en la contratación de jugadores, en la apertura de plazas para extranjeros y en otras medidas, pero los resultados no se alcanzan. En lo que respecta al desarrollo del país, se ha atravesado por fases nacionalizadoras, globalizadoras, privatizadoras, neoliberales; de nostalgia a la rectoría, control y propiedad estatal de empresas estratégicas, pero no se alcanzan los resultados deseados, contradiciendo los dichos y promesas que se anuncian al principio de cada gobierno.
El ejercicio de las similitudes entre lo que acontece en el futbol mexicano y en el país en el marco de escenarios negativos, debiera ser destruido para bien de ambos; pues en los dos casos existen datos duros para pensar que es posible escapar de la fatalidad de las expectativas frustradas. Sin duda que se tiene con qué, pero es necesario asumir la tarea con una definitividad que escape a lo retórico, a la mera construcción de la imagen y de la edificación de popularidad. Así como en el futbol la competencia mundialista es la prueba que define el lugar que se ocupa; en el plano del país lo son las mediciones y comparativos en el crecimiento y desarrollo del país, respecto de los que alcanzan otras naciones. En ambos casos se trata de calificar y calificar bien y de forma sostenida; en lo que toca al balompié se trata de satisfacer a su afición y, en lo que corresponde al país, cumplirle a una sociedad que no escatima el esfuerzo que se le reclama.