En las elecciones de junio no solo estará en juego el poder presidencial y el Congreso de la Unión, sino el futuro de nuestro país en las próximas décadas, donde si llega a presentarse un cambio de rumbo, los partidos deberán dar un giro radical en su forma de actuar para asumir su papel como intermediarios entre la sociedad y el poder, es decir, recobrar la representación de los ciudadanos, en lugar de servir y servirse del poder.

Continuidad o transición

En México la mayor resistencia a la transición democrática ha venido justamente de las instituciones que deberían promoverla, los partidos políticos.

De Morena no hay sorpresa, fue concebido para generar un partido hegemónico y único, al puro estilo soviético, de ahí que participar en democracia no esté en su ADN; ese instituto y quienes lo integran, buscarán, tal como lo vemos en las conferencias mañaneras de su líder en Palacio Nacional, detener a toda costa la conclusión de la transición democrática.

Entre los partidos de oposición el debate crece y hay quienes no quieren perder su estatus quo, principalmente los dirigentes y caciques locales que se aferran a los viejos modos de las componendas políticas, de actuar de manera servil ante el poder, entre ellos, el caso del panista Marko Cortes, que ha venido traicionando, no solo a su candidata a la presidencia, sino a su militancia, de igual forma Alejandro Moreno, aunque pareciera con mayor mano izquierda, y Jesús Zambrano, a quien parece solo le importa permanecer y mantener a los “chuchos” en el pandero.

A un mes de que inicien las campañas electorales, hoy como nunca, la contienda se da entre dos proyectos totalmente distintos: el continuismo del proyecto caudillista y autoritario de AMLO con Claudia Sheinbaum, y el que encabeza Xóchitl Gálvez, un proyecto que puede considerarse histórico, porque se refiere a la conformación de un gobierno de coalición que incluye a partidos políticos y sociedad civil.

Las columnas más leídas de hoy

Lo que está en juego

El primero, el plan autoritario y caudillista de AMLO-Claudia ya lo conocemos, ya sabemos de qué son capaces y los resultados que dan, corrupción, violencia, polarización, torpezas y, como lo hemos ya constatado, que el pueblo trabaje para el bienestar de la familia del inquilino de Palacio Nacional.

El de la coalición, que ya ha sido probado en algunas entidades, implica rendir cuentas, la ética como principio de gobierno, la creación de instituciones y pluralidad, un modelo que puede generar los cambios radicales que le urgen al país, como un nuevo régimen de partidos políticos indispensable en toda democracia y sistemas de rendición de cuentas.

Pero, como van las cosas, parece que los dirigentes de los partidos políticos no quieren eso, lo podemos observar en algunas de las nominaciones a cargos de elección popular, desde las nueve gubernaturas que se disputarán, hasta el reparto de las posiciones al Congreso. Un verdadero asco pues.

La dignidad de algunos políticos

Si quitamos al impresentable de Mario Delgado y Citlali, el dirigente que peor ha actuado es Marko Cortés, un personaje bastante limitado y subordinado a Ricardo Anaya, ellos se han encargado de destruir de raíz al panismo, incluso, como ya se ha visto, han estado de acuerdo con AMLO para fastidiar y dañar a la alianza opositora.

Felipe Calderón, con quien se podrá o no estar de acuerdo, es un hombre de partido que responde mucho más a la tendencia de la transición política y fue muy claro al expresar su opinión acerca del dirigente panista: “La vulgar ambición de Marko Cortés y aliados es un lastre para Xóchitl Gálvez. Solo les importan sus puestos y los de sus amigos, no el país. Pierden elecciones, han dejado a los ciudadanos a un lado. Ahora solo buscan que Xóchitl los lleve en las ancas”.

Con todo esto no dudemos que importantes y destacados prianistas, ciudadanos y líderes sociales comprometidos con la democracia y con el país salgan en desbandada y se vean obligados a buscar espacio en otros partidos, que seguramente, siendo el único que queda, sería en el MC de Dante Delgado, a quien, después de tronar su estrategia con AMLO para dividir al frente opositor, se le abriría una nueva oportunidad, rescatar a importantes figuras opositoras que llegarían a salvar su partido.

De ser así, se generaría en el Congreso una tercera bancada o fuerza política, la de MC y otros disidentes del MOREPRIAN, mismos que son liderazgos locales y éticos que no se prestarán a los caprichos de presidencia.

Con una salvedad, si quiere recibir a los expulsados de Marko y salvar a su partido, Dante Delgado tendrá que correrse hacia el frente opositor y romper definitivamente con AMLO y con el proyecto caudillista y autoritario que encabeza Claudia Sheinbaum a quien hasta ahora solo le ha servido.

X: @diaz_manuel