El presidente anunció hace unos días que había elaborado un testamento político con el propósito de asegurar la continuidad de su proyecto en caso de su muerte; ello derivado de sus recientes problemas de salud, primero el Covid y luego el cateterismo al que fue sometido. Expreso, por este medio, mis mejores deseos para la completa recuperación del presidente de la República.

La declaración del presidente AMLO me hizo recordar el reinado de la reina Isabel de Castilla en la España de finales de siglo XV. Aquella poderosa mujer, quien dudada de las capacidades de su hija Juana, de la lealtad de su yerno Felipe y de la permanencia de su marido Fernando, redactó un testamento político para asegurar la continuidad de su proyecto político en aras de la conservación de la unidad de las coronas de Castilla y Aragón. En aquel documento, Isabel expresa una serie de recomendaciones dirigidas a perpetuar la gran transformación de la cual ella y Fernando fueron artífices.

Ahora, aquella Castilla era gobernada por un monarca en un contexto de monarquía hereditaria. ¿En qué momento el presidente de una república deja un testamento político? El presidente AMLO, desde un inicio, imbuido de un espíritu mesiánico que ha dado forma a su transformación, se ha colocado por en encima de la Constitución, de las leyes y de las competencias que le otorga el artículo 89 constitucional.

Si bien AMLO es popular, y sin lugar a dudas se ha convertido en uno de los personajes más importantes en la historia del México reciente, no ha dejado de ser un funcionario público cuyo mandato y competencias están limitados por la Carta Magna, a saber, seis años como jefe del Ejecutivo federal y con prerrogativas claramente establecidas en el artículo citado.

De igual forma, AMLO desdeña la letra constitucional al no contemplar lo que el propio documento establece en caso de la falta del presidente.

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¿Testamento político? ¿Vivimos ahora en régimen monárquico absolutista al estilo de los tiempos de Isabel la Católica donde la voluntad de un hombre o mujer fuerte impera sobre el destino de la nación? ¿Dónde no existe una democracia libre gracias a la cual los ciudadanos eligen a sus representantes?

El testamento político de AMLO no es más que una prueba adicional del talante mesiánico que el propio presidente se ha auto concedido. Quizá derivado de buenas intenciones, AMLO nuevamente se autoerige como el padre de la nación, en un claro desdén hacia la Constitución y hacia el hecho mismo de que él no es rey, ni emperador, sino únicamente un hombre cuya permanencia en el cargo está determinada por el marco legal que rige nuestra convivencia.

A diferencia de la legendaria reina Isabel de Castilla, AMLO no ha sido el artífice de la unidad de una nación, sino por el contrario, ha trabajado diariamente para marcar las diferencias que nos separan.

José Miguel Calderón en Twitter: @JosMiguelCalde4