En la calle ando suelto

Pero, por ti, mе quito

Si tú me lo pide'

Yo me porto bonito

Ey, ey

Tú no ere' bebecita

Tú ere' bebesota

Frikitona, ma', se te nota

Le gustan los trío' cuando está en la nota

Si el novio no sirve, de una lo bota

<br/>

BAD BUNNY

A mí me gustan mayores

De esos que llaman señores

De los que te abren la puerta

Y te mandan flores

BECKY G

Dos fechas para asistir al Último Tour del Mundo de Bad Bunny 2022 en México y, en ambas, sus fans —boletos legales y válidos en mano— tuvieron problemas para poder ingresar al Estadio Azteca y escuchar a su ídolo.

El cantante boricua lleva tres años consecutivos rompiendo todos los récords de la plataforma Spotify (a mí en lo personal no me gusta su música; ‘me gustan los mayores’…Y es que chequé mis descargas de canciones en dicho sistema y la única que tengo grabada de él es una más bien de Becky G llamada ‘Mayores’, donde el referido cantante puertorriqueño la hace solo de voz secundaria).

Pero bueno, el hecho es que este año Bad Bunny repitió ser el número uno de la lista de los artistas mundiales más escuchados en dicha plataforma. Tan solo este año cuenta con la friolera de 18,500 millones de reproducciones (streams). Domina también la lista anual de álbumes más escuchados de Spotify y tiene dos canciones entre las cinco más escuchadas de todo 2022. (No en balde la jefa de gobierno de CDMX, Claudia Sheinbaum, buscaba a Bad Bunny para ofrecer un concierto en el Zócalo capitalino —”ya lo buscamos, ya le dijimos que venga, pero no tiene días”—. Digo, para hacerla de uno más de sus actos anticipados de campaña rumbo al 2024; sobre todo ahora que se ha visto que ya ni con acarreados traídos de todas partes de la república la 4T llena Plaza Mayor…).

Tenemos, entonces, que el fenómeno se ha traducido en que en cada lugar que se presenta, Bad Bunny tiene llenos completos… menos en México.

Obviamente, la razón no es que no se desee ver al artista —de hecho, nuestro país es a nivel mundial donde más se escucha su reggaetón vía YouTube— sino que entre Ticketmaster.com.mx, los revendedores, los boletos clonados y demasiadas fallas legislativas y de gestión que ya vienen de antaño, muchos fanáticos se quedaron sin escuchar a su ídolo a pesar de haber adquirido boletos.

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Este tipo de zafarrancho propiciado por Ticketmaster no es la primera vez que ocurre. Si bien la de la mayor envergadura sí se dio en nuestro país recientemente, hay varios antecedentes también a nivel internacional. Tan solo hace dos semanas Taylor Swift, estrella del pop estadounidense, criticó de manera indirecta a dicha compañía (no llegó a mencionarla por nombre, pero sabemos que era esta la que vendía los boletos para su próxima gira). El problema escaló; no solamente los seguidores de la artista tuvieron problemas para comprar boletos, llegó un momento en que Ticketmaster canceló la venta de estos por completo.

En esa ocasión, al igual que en el concierto del boricua, Ticketmaster culpó de las fallas en los sistemas de emisión de boletos a “las demandas extraordinariamente altas”. La compañía, en su versión estadounidense, adicionó que “se sufrió una cantidad asombrosa de ataques de bots y una demanda de boletos tal que su sitio registró 3,500 millones de solicitudes (esto es, cuatro veces el pico mayor récord de la compañía)”.

Y he allí el detalle: por una parte, Ticketmaster es en ambos países un jugador dominante en la industria de la venta de boletos, pero al mismo tiempo está experimentando serios problemas en la venta de estos. Con Bad Bunny, con Tayor Swift y con otros conciertos, las quejas de los asistentes han sido reiteradas y solo han ido en aumento.

Uno de los problemas fundamentales es que resulta relativamente sencillo concentrar boletos en el mercado secundario de reventa al poco tiempo de que inició la venta en los canales primarios. Por más candados que se han dispuesto para evitar esto, no se ha encontrado uno realmente efectivo (en principio las plataformas no permiten la compra al mismo tiempo de muchos boletos, pero esa es una limitante que se puede sortear relativamente fácil para quienes se dedican a la compraventa). Por demás decir que ello permite a los revendedores encarecer los costos de los boletos de forma más que desorbitante. Pero también clonarlos y producir boletos aparentemente válidos, pero que no están registrados ni en el sistema de Ticketmaster ni en el del lugar donde tendrá lugar el espectáculo.

Y tan este problema no es nuevo que en México, en diciembre de 2015, la COFECE (órgano constitucional autónomo que tiene como responsabilidad velar por la competencia económica) inició una investigación que abarcaba a varias plataformas de entretenimiento. A raíz de esta (y de una determinación de prácticas monopólicas), Ticketmaster se comprometió a dejar entrar a más jugadores en la venta de boletos. Luego, por distintas razones —que básicamente se resumen a que no hubo manera de forzar a Ticketmaster a cumplir con el compromiso— eso no ocurrió… Por otra parte, existe una iniciativa legislativa (iniciada por el Partido del Trabajo, pero que actualmente está olvidada), la cual propone establecer medidas contra el abuso de quienes comercializan boletos a través de medios electrónicos. Además, en julio de este año, la Secretaría de Economía federal (encabezada entonces por Tatiana Clouthier) y la PROFECO publicaron una convocatoria para que los afectados por la cancelación de eventos o negativas de reembolso por parte de Ticketmaster se sumaran a una acción colectiva en contra de dicha empresa. Lo único para lo que sirvió esa convocatoria es para dejar al descubierto las pocas herramientas de coerción con las que cuentan las autoridades para defender los derechos de los asistentes a este tipo de eventos…

Con lo sucedido este fin de semana, se hace evidente nuevamente que es necesario se tengan alternativas a Ticketmaster, se revise la mencionada iniciativa, se empodere a la COFECE —todo lo contrario a lo que está sucediendo bajo la 4T— y se establezcan medidas de protección reales para quienes quieren asistir a este tipo de eventos. PROFECO, gobierno federal y COFECE se deberán poner las pilas, esas tipo las del conejito de Duracell, que duran y duran y duran…

Por su parte, Ticketmaster debería hacer caso al título de una canción del “Conejito Malo” y portarse bonito. Aunque esto último no se ve probable. Mientras no haya algo que fuerce a Ticketmaster tener al día su plataforma (blindada de posibles malas prácticas en la comercialización de boletos), este tipo de desaguisados lo seguirán sufriendo los que asistan a cualquier evento a pesar de haber comprado su boleto a tiempo y en forma a través del dichoso portal de la empresa.