Las mejores cosas son aquellas que, de tan confiables, se hacen invisibles. Esto es algo que la industria de la hospitalidad, principal industria de Quintana Roo, conoce muy bien: tener todo lo que el huésped pueda necesitar antes que  lo pida, retirar el plato vacío antes que le estorbe, rellenar el vaso antes que se vacíe. Lo mismo ocurre con nuestros servicios públicos: solo nos damos cuenta de la necesidad del agua, o de la electricidad, cuando fallan. Siempre que los usamos están simplemente “ahí”, invisibles.

Mantener esta ilusión implica un duro trabajo, ya sea para la tropa de meseros, como para una paraestatal. Así igual sucede con todos los ingenieros en sistemas y demás personal que se encarga de que cargue un video correctamente en tu celular desde un servidor, sin que el usuario sepa lo que implica darle “click” a algo que le llamó la atención.

Este mismo principio es el que aplica también para el gobierno. Si todo “marcha sobre ruedas”, entonces dejas de notarlo, porque se tiene cierto grado de armonía en trámites o en servicios. Si bien nunca una administración deja de tener un sello personal, en un buen gobierno éste pasa a ser una añadidura, no es su principal rasgo. Los gobiernos unipersonales, con arbitrariedades, manías y caprichos, son propios de tiranías.

Quintana Roo en tan solo seis años, parece que logrará transitar, desde un virtual virreinato de corrupción y excesos, hacia este gobierno menos notorio, pero mucho más confiable; ya no de bandazos, de encargos o “líneas”, sino de transparencia y resultados.

Sin temor a equivocarme, puedo afirmar que esta maquinaria de institucionalidad, de leyes, normas, y procesos administrativos y ordenados, será el gran legado del actual gobernador Carlos Joaquín González, quien pese a recibir un estado saqueado y endeudado, casi sin infraestructura de seguridad pública, y que además debió enfrentar la doble emergencia de una pandemia y del arribo desmedido de sargazo, entregará un gobierno que marcha con todos sus cilindros, así como una entidad con gobernabilidad.

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Sé que está de moda adoptar actitudes cínicas y desmeritar todo, e incluso mofarse cuando alguien sugiere que hay, dentro de todo, cosas positivas. Es un punto de vista tal vez entendible, ante la clase de política que padecemos en México, pero no siempre acertada. Corro el riesgo de perder el interés del lector al ir contra esta “moda”, pero no reconocer cuando algo está bien hecho sería faltar a la verdad.

Ni siquiera se trata de que me crean o no. Como dicen: “A las pruebas me remito”, y qué más oportuno que un contraste entre el proceso electoral que acaba de concluir con aquel vivido hace seis años. En ambas ocasiones, se dio un cambio de poder, solo que en ese entonces había persecución a opositores, fabricaciones de delitos,  condicionamiento del voto, compra masiva de votos, secretarios de estado movilizando a electores, persecución a periodistas y activistas y campañas negativas pagadas por el propio gobierno. ¿Y ahora?, una administración pública que se mantuvo trabajando en lo que le correspondía y que solo garantizó gobernabilidad y seguridad, sin meter las manos en el proceso.

Los quintanarroenses el domingo salieron a votar en su gran mayoría de manera libre, con un gobierno que preservaba un “piso parejo” pero que era invisible por su no intromisión.

Seis años atrás, Carlos Joaquín, como candidato, tuvo que denunciar ante la prensa en Ciudad de México (ningún medio impreso en la entidad le habría hecho caso) el gigantesco desvío de recursos generado para apuntalar la campaña de su opositor. En esta elección, los candidatos podían acusarse de lo que quisieran, pero nunca se puso en entredicho el rol neutro del gobernador y el Gobierno del Estado. “Un Buen gobernador, un gobernador demócrata, afirmó en más de una ocasión del presidente de Mexico López Obrador.

Este es solo un contraste de los muchos entre Roberto Borge y Carlos Joaquín. Podríamos añadir que mientras uno tenía a la entidad en último lugar nacional en transparencia, el segundo la colocó en el “top 3″; mientras uno retrasó lo más posible el nuevo sistema penal y mantenía a la Fiscalía secuestrada por mafias, el segundo supervisó la creación de los juzgados necesarios y saneó este importante organismo; mientras el primero está tras las rejas, con sus principales colaboradores prófugos o amparados, el segundo se irá tranquilo de su cargo porque entregará buenas cuentas.

En la etapa final de este sexenio seguramente veremos un nuevo contraste. Roberto Borge obstaculizó hasta el final de su mandato el proceso de entrega-recepción, empezando con las dependencias menores, sin brindar gran información, antes de soltar al último minuto la Secretaría de Finanzas y Planeación, casi cuando estaba abordando el vuelo en el que trató de escapar de la justicia.

No volveremos a ver un bochornoso espectáculo como ese. No es de dudar de que, una vez que la autoridad electoral haya oficializado el triunfo de Mara Lezama y queden despejados los asuntos jurisdiccionales, dará inicio en Quintana Roo un proceso de entrega-recepción ordenada, para que pueda darse una transición de una administración a otra sin interrumpir los servicios y trámites, sin bloqueos ni obstáculos.  De nuevo, se mantendrá este gobierno “invisible” que trabaja sin que la ciudadanía lo perciba del todo, porque las cosas funcionan.

Es de esperarse que Carlos Joaquín sea llamado a Palacio Nacional al terminar su encargo y que le ofrezcan participar en el gobierno de la 4T, bien ganando se lo tiene.

Ay, Laura, Laurita…

Con una mezcla de risa y pena ajena vi un video publicado por la candidata perdedora Laura Fernández en donde acepta su apabullante derrota, pero donde también ya se pretende erigir como la “cara de la oposición”, como si no acabara de ser repudiada por la ciudadanía al lograr un nada honroso 17% de los votos, cifra generalmente reservada para una tercera fuerza, como Movimiento Ciudadano, que quedó a un muy cercano 14%.

¿De verdad piensa que con múltiples denuncias penales en su contra por desvíos de recursos y por intentar endeudar Puerto Morelos por 20 años, puede llegar ahora a presentarse como “autoridad moral” para “vigilar y señalar”? ¿La candidata que gastó millonadas en campañas de desinformación y en asesores ruines como Antonio Solá, ahora dice que será quien presente “propuestas alternas” a la del gobierno que recibió el respaldo de más del 50% del electorado?

“Vamos, Laura, te apoyamos. senadora 2024″, se lee en uno de los comentarios al video, hecho por uno de sus paleros pagados. Qué transparente y qué triste su estrategia.

Amir Ibrahim en Twitter: @AmirIbrahimQRoo