Madre buscadora de tiempo completo y defensora de Derechos Humanos. Presidenta fundadora de Madres Buscadoras de Sonora y de México.”
CECI FLORES, en X
“Aquí estoy yo para darte
Mi fuerza y mi aliento
Y ayudarte a pintar mariposas en la oscuridad
Serán de verdad
Quiero ser yo el que despierte en ti
Un nuevo sentimiento
Y te enseñe a creer
A entregarte otra vez sin medir, los abrazos que des
Le pido a Dios
Un toque de inspiración
Para decir lo que tú esperas oír de mí.”
LUIS FONSI
Dolor e impotencia en un país malherido. Inaudita la crueldad de delincuentes que asesinan a personas así, sin más. Y encima la violencia ejercida por el gobierno que hace todo por desaparecer a los desaparecidos. Una afrenta sobre otras.
Pero ellos no son todos los que hay, afortunadamente existen mexicanos que un día sí y otro también, cada uno desde su trinchera, busca construir un futuro para México. Las madres buscadoras las primeras.
Con el dolor a cuestas, supurando por los poros, Ceci Flores y otras muchas mujeres no se dan por vencidas. Hacen el trabajo que no realiza la autoridad; intentan deshacer —aunque sea un poco— lo que llevó a cabo el crimen organizado. Se dedican a preguntar, indagar, excavar hasta encontrar. A hurgar nuevamente en la miseria humana, una que dejó los restos de sus seres queridos enterrados en fosas clandestinas. Y se enfrentan a la violencia, a los narcos incluso.
Tan solo ayer y el domingo, esta mujer y un grupo de incansables encontraron en un predio 29 fosas. En cuatro de ellas hallaron 14 cuerpos. “Estamos caminando sobre un cementerio clandestino. Podríamos estar pisando a nuestros hijos sin saberlo. Aquí está enterrada la esperanza de un país que agoniza”, dijo. Posiblemente habrán allí unos 50 cuerpos en total.
Y en ese sentido, parece que el viacrucis de Ceci Flores y las madres buscadoras no tendrá fin. Quizá sea, entonces, el dolor que las consume lo que les da fuerza para seguir.
Hay que ser madre para comenzar a entenderlo. Solo esa realidad hace que continúen. ¿Levantadas? ¿Ignoradas? ¿Amenazadas? Sí, y más.
Tal vez es cierto aquello de que un hijo que perdió a sus padres es huérfano; quien pierde a su cónyuge es viudo. Pero una madre que pierde a su hijo, siempre seguirá siendo madre...
¡Qué labor tan dolorosa! Buscar a un familiar desaparecido, esperando encontrar… su cuerpo.
Mientras, el futuro se desangra. Maltrecho país. Hay pueblos malditos; estirpes condenadas a cien años de soledad. Civilizaciones perdidas y razas malparidas, pero como México no hay ninguno.
Su gobierno da fe de ello. Los “otros datos”, la inhumana decisión de desaparecer a los desaparecidos y, luego, de desmantelar la Comisión Nacional de Búsqueda (despidiendo a personas valiosas que acompañaban a las víctimas a cavar y buscar a sus seres queridos). ¡Carajo! Hay mexicanos que siguen faltando en sus hogares. Sillas vacías en las mesas.
Disminuir la lista de más de 112 mil desaparecidos por razones meramente políticas es no tener vergüenza. Decir que, de esos, han aparecido ya 16 mil, no obstante ninguno de sus familiares o amigos sepan del paradero de los “aparecidos” es el colmo de la hipocresía. De la mentira y la miseria de la autoridad.
La podredumbre de un puñado de tomadores de decisión que piensa que con desalentar a organizaciones compuestas de mucha gente —abogados, psicólogos, trabajadores sociales— que se parten el alma (más allá del trabajo) por hacer las cosas bien, la tragedia deja de ser menos real.
¡Basta de estrategias fallidas! ¡No más el ninguneo a la ley! ¡Adiós a gobiernos que victimizan a las víctimas!
No debemos seguir siendo testigos mudos ante quienes son indolentes e indiferentes; frente a quienes maquillen cifras y no quiera haya personal capacitado que ayude otros a realizar una labor que no debiera ser necesaria.
No podemos permitir que la voz de miles de mexicanos se ahogue en los recovecos de una burocracia nalgameada. En la brea, en la fritanga, en la narcocultura de todos aquellos a quienes le parece una razón de orgullo ser tierra, ser polvo, ser nada...