(Nota previa: favor de leer este texto con “A whiter shade of pale” de Procol Harum, como fondo musical. Ver liga al final).

Durante la presentación de mi libro “Tlatelolco es más que un minuto de silencio” (Episistemas Educativos, 2019), en un restaurante de la planta baja del edificio “5 de febrero”, durante el acto realizado en enero de 2020, un amigo tlatelolca me dijo que me quedé cortó con la crónica que escribí. Es cierto.

Reconozco que también siento la necesidad de extenderme un poco más en las descripciones cotidianas del barrio tlatelolca, específicamente de 1968. Así lo hago hoy y lo haré durante los siguientes meses y años. Por ello, pienso que no es gratuito que el maestro Arturo Santana, en una inspirada reseña que escribió solidariamente sobre ese libro, afirmara que estoy obsesionado con mi pasado y mi presente tlatelolca.

I

En el entorno de Tlatelolco, 1968, las fechas relacionadas con los mítines de protesta estudiantil son importantes, como datos anecdóticos, para completar nuestras microhistorias de vida y vecindad. Las imágenes de las niñas y amigas de Tlatelolco del edificio Durango, que se describen en el libro, podrían interpretarse como tomadas en la plaza el 2 de octubre, pero no fue así: debido a una aclaración que una de las protagonistas de dichas fotos me hizo, a través de correo electrónico, las imágenes corresponden a uno de los mítines que se realizaron previamente a la trágica fecha.

La unidad habitacional en esos días de 1968 estaba prácticamente en su etapa de inicio o apertura. Hay que recordar que Tlatelolco, como zona reurbanizada, se había inaugurado apenas a finales de 1964. Para 1966, año en el que llegamos a vivir ahí como familia, se podían observar muchos departamentos sin habitantes. Los comercios que se instalaron en las plantas bajas de los edificios más grandes, como el Chihuahua, el Tamaulipas o el Nuevo León, estaban en sus comienzos. A días de ser inaugurados.

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Edificio Chihuahua, Tlatelolco

En el Chihuahua, por ejemplo, en la zona comercial, había varias tiendas de artesanías y venta de artículos de piel; también se habían instalado: un expendio de pan, un restaurante de carnes al carbón (antes de que existiera el restaurante Río Rita), algunos locales de venta de departamentos, una tintorería y una tienda de abarrotes, que daba vista hacia las pistas de bicicletas y patines, y hacia el frente de la escuela primariaNicolás Rangel”, donde estudiábamos.

Ese año, 1968, Tlatelolco iniciaba su formación como comunidad. Los reconocimientos y acercamientos como vecinos se encontraban en sus primeros pasos, antes de caminar en forma: En los centros o clubes deportivos, en las escuelas, en la parroquia de Santiago o de San Miguel (sobre avenida Nonoalco), en los parques y jardines de juegos (los famosos “cuadros”) o a través de los torneos de fútbol soccer que se organizaron durante los primeros años de vida de la unidad se daban esos lazos de amistad y unión vecinal.

En particular, recuerdo que en esa época se podía disfrutar del famoso cohete, un juego gigantesco, de cuatro resbaladillas diseñadas como si fueran las puertas de salida de emergencia de una nave espacial. Ese juego metálico era una de las máximas atracciones, en esos tiempos, para niñas, niños y jóvenes tlatelolcas y vecinos de colonias aledañas (Tepito, la Guerrero o ex Hipódromo de Peralvillo), porque sólo había dos de su tipo en la unidad habitacional. Pocos años después los cohetes fueron retirados por razones desconocidas.

Después de cinco décadas y media de los hechos de Tlatelolco, que trascendieron en la historia y en la memoria del país, sobre todo por sus lamentables actos de represión gubernamental y el saldo de personas caídas, desaparecidas o encarceladas, es posible aún detenernos por un momento para pensar y recordar a la gente que habitábamos el simbólico y enigmático barrio de Tlatelolco.

II

En Tlatelolco, 1968, hubo dos mítines antes del 2 de octubre. Quienes vivíamos en la unidad habitacional no recordamos bien las fechas. Sin embargo, lo que decimos coloquialmente, entre vecinos, es más o menos lo siguiente: ése no fue el único mitin que hubo en la Plaza de las Tres Culturas durante el movimiento estudiantil.

En estos días, en que se cumplen cinco décadas y media de los sucesos del 68 mexicano, sería interesante recordarlo. Es tiempo de ir más allá de la memoria personal o vecinal. Por fortuna, existe una amplia y diversa literatura sobre los hechos relacionados con el movimiento estudiantil de ese año.

Según algunas crónicas publicadas en libros, esos mítines efectuados antes del 2 de octubre se registraron los días 7 y 27 de septiembre. Incluso, en alguna cronología de los hechos se ha escrito que al término de la manifestación del día 27, en la Plaza de las Tres Culturas, se convocó a una nueva concentración de protesta, en el mismo lugar, para el día 2 del mes que se aproximaba. No sé si esa acción fue aprobada previamente en el pleno del Consejo Nacional de Huelga (CNH), o simplemente dicha convocatoria fue lanzada al calor de los acontecimientos.

Tlatelolco 1968

Cabe recordar también que el ambiente era tenso, hostil y de intensa represión gubernamental hacia el movimiento. Para ese momento, lamentablemente, las puertas del diálogo público estaban de hecho cerradas. La ocupación del ejército y demás fuerzas a las instalaciones de la UNAM duró 12 días, para “imponer el orden y la paz social”.

Las instalaciones de la escuela Vocacional 7, del IPN, ubicada dentro del área de Tlatelolco, también fueron ocupadas varias veces por la fuerza pública antes del 2 de octubre. Hay algunas crónicas que registran la pérdida de vidas de algunos estudiantes politécnicos durante esas tomas violentas de instalaciones por parte del gobierno de Díaz Ordaz.

La defensa por parte de sus estudiantes de las instalaciones del IPN, en el campo de Santo Tomás, en la colonia Santa María la Ribera, fue el día 23 de septiembre. Por lo tanto, las acciones de protesta sucedieron rápidamente. Además, existía la presión de los medios de comunicación y de las bancadas de los partidos políticos en el congreso de la unión (PRI y PAN), con la idea de frenar al movimiento con el uso de la fuerza en la víspera de la inauguración de los Juegos Olímpicos.

El desenlace trágico es, en general, conocido. Después de todo este tiempo, los sobrevivientes del 68 y quienes nos solidarizamos con ellos seguimos en demanda y exigencia de conocer la verdad y que se haga justicia.

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