Historias que se cruzan
Tlatelolco, Plaza de las Tres Culturas. Ciudad de México. Fue un miércoles 2 de octubre de 1968. Estudiantes, profesoras y profesores, población en general y vecinos de Tlatelolco, que participaban en una movilización de protesta contra la violencia policiaca, por libertad a los presos políticos y en favor de resolver el conflicto a través del diálogo, fueron víctimas de una brutal represión del gobierno del presidente Gustavo Díaz Ordaz, que ordenó al ejército a salir a las calles, en una acción genocida concertada, deliberada y planeada desde el poder político, y que fue orquestada, también, desde la Secretaría de Gobernación cuyo titular era, en esos días, Luis Echeverría Álvarez.
En su mayoría, las víctimas del 68 en México eran estudiantes de la UNAM, del Politécnico Nacional, de la Escuela Nacional de Maestros, de la Universidad Agrícola de Chapingo y de la Normal Superior de México; de universidades públicas y privadas que se unieron a la protesta; también eran alumnos de los programas de bachillerato, prepas y vocacionales, tanto de la UNAM como del IPN. Así mismo, hay registro de muertos y desaparecidos que no eran estudiantes en el lugar de los hechos, pero sí eran ciudadanas y ciudadanos que se solidarizaron con la lucha estudiantil.
Muchos de ellas y ellos desaparecieron, otros fueron injustamente encarcelados y otros murieron durante la brutal represión de hace 56 años.
Iguala, Guerrero. 26 de septiembre de 2014. Jóvenes estudiantes normalistas se preparaban para participar, como cada año, en la conmemoración de los trágicos hechos de Tlatelolco, 2 de octubre, 1968. Se movilizaban en un acto de solidaridad.
Los estudiantes querían ser docentes de educación básica, cursaban sus primeros años de carrera en la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”, pero 43 de ellos fueron desaparecidos por autoridades municipales, estatales y federales. También hay pruebas de que participaron en estos hechos en contra de los estudiantes, miembros del crimen organizado. Hasta hoy no se sabe dónde están. En ese entonces, el presidente de la república era Enrique Peña Nieto.
Han pasado 10 años. Las autoridades federales, estatales y locales, hasta hoy, no han dado con el paradero de los muchachos. Es un caso de desaparición forzada donde las autoridades son juez y parte.
Aunque, como dice Hernández Navarro: “No son sólo 43 jóvenes desaparecidos. Detrás de ellos están más de 40 padres dolientes y sus familias extensas, en su mayoría de muy escasos recursos, que pasan las noches en vela esperando que sus hijos aparezcan. A su lado se encuentran decenas de comunidades, casi todas rústicas, que ruegan por el retorno con bien de sus paisanos.” (Ver: “Ayotzinapa: una historia en imágenes”, de Rebeca Monroy Nasr. Primera edición en formato electrónico: INEHRM, 2023, México. Proemio de Luis Hernández Navarro: Rebeca Monroy Nasr y el olfato semiológico).
Las madres y los padres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa han advertido que éste fue un crimen de Estado. La sociedad tiene razones para interpretar de la misma manera estos hechos.
En la desaparición forzada, también están involucradas fuerzas del Ejército y de la Marina. Noche negra de Iguala. “Desaparecidos, víctimas de un crimen de lesa humanidad”, tal como lo escribe Luis Hernández Navarro en el libro citado.
“La verdad histórica: fue mentira”, afirma Monroy Nasr en uno de los subtítulos de su libro. Hoy el responsable de la investigación inicial y procurador general de la república en esos tiempos, Jesús Murillo Karam, está sentenciado por un juez debido a omisiones y fallas graves durante la investigación.
Coincido con Hernández Navarro en su narrativa acerca de que ésta es una historia, como muchas otras en México, de “desaparición forzada, tortura e impunidad”. Y de injusticia, abuso de autoridades y muerte para los olvidados de la sociedad mexicana, agregaría quien esto escribe.
Hasta encontrarlos
Ejemplar ha sido la fuerza y la persistencia de las madres y los padres de los estudiantes de Ayotzinapa. Su lucha es la lucha de muchas madres y padres que han perdido, por desaparición forzada, a sus hijas e hijos en México. Sus justas demandas de esclarecimiento de los hechos, sanción a los responsables y no a la impunidad los han vuelto coprotagonistas de esta historia y les han generado apoyos populares dentro y fuera del país.
Nos faltan 43
Lamentablemente, las investigaciones realizadas por grupos de expertos extranjeros y por laboratorios de diferentes universidades del mundo no han podido dar los resultados esperados, en términos de saber dónde están los muchachos. Ello sin descartar la falta de voluntad política, del más alto nivel de Estado, para entregar cuentas claras y convincentes a los familiares de los alumnos.
El grito íntimo, familiar, de las madres y los padres de los estudiantes de Ayotzinapa trascendió, porque se repitió y se repite hoy en las calles; un grito que era y es similar al que expresaba el Comité Eureka, cuya representante más recordada es doña Rosario Ibarra de Piedra, para exigir justicia y recuperar a los desaparecidos de la guerra sucia: “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”.
Hoy, como hace 56 años y como hace una década se mantienen las demandas sociales de justicia y de información verdadera, no manipulada, sobre los hechos del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco, del 10 de junio de 1971 en San Cosme y de la noche del 26-27 de septiembre de 2014 en Iguala, entre otros, cuando se han realizado actos de represión, tortura, desaparición forzada y ejecuciones extrajudiciales por parte de autoridades, fuerzas armadas, policías o grupos paramilitares en contra de ciudadanas y ciudadanos que ejercían su derecho legítimo a la protesta.
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