Los estudiantes han hablado. Las facultades y departamentos de Derecho de diversas universidades, tanto privadas como públicas, se han alzado para convocar a una marcha en contra de lo que es, sin duda, una aberración legislativa, una venganza disfrazada de reforma al Poder Judicial en México. Los universitarios nos convocan a todos este domingo 1º de septiembre a las 9:00 horas. La marcha saldrá del Ángel de la Independencia con dirección al Senado de la República.
Este acto de protesta, por sí mismo, es motivo de celebración. Siempre que los estudiantes toman las calles, la ciudadanía debería aplaudir, porque en ellos yace el futuro de nuestro país. Y si ese futuro se muestra unido, crítico, consciente y letrado frente al poder, entonces todavía hay esperanza, incluso cuando el porvenir parece teñirse de autoritarismo, de demolición de instituciones y del surgimiento de una nueva autocracia.
Vivimos tiempos de sombras, donde la promesa de la justicia se utiliza como moneda de cambio para revanchas personales, y donde la falacia y la mentira se erigen como los cimientos de una agenda política que busca aprovecharse de los más desposeídos, de los que tienen hambre, tanto de pan como de justicia. En este contexto, la valentía de los estudiantes se alza como un faro. Es crucial que todos los estudiantes de México se unan a esta marcha, especialmente aquellos que valoran su libertad y no están dispuestos a ceder su autonomía intelectual ante una incipiente dictadura de mayorías. Esta dictadura pretende arrebatar la dignidad de quienes se niegan a rendir pleitesía a un déspota ignorante de la jurisdicción, visceral en su actuación, que intenta presentarse a México y al mundo como un tirano que, en su senectud, se hunde en la profundidad de su propia megalomanía.
Este déspota, cegado por sus delirios de grandeza, muestra una total indiferencia hacia la disidencia y la crítica, y un profundo desprecio por la justicia. Aquellos mexicanos que todavía conserven energías y voluntad, deben encarnar una muralla de inteligencia y virtud frente al fango y al lodo. Una avalancha de necedad e ignorancia se avecina, amenazando con arrasar los pilares de nuestra república. Frente a este peligro, el silencio no es una opción. Es nuestra obligación salir a las calles, alzar la voz, protestar y manifestarnos contra la locura que provoca la angustia de un autócrata al sentir su poder amenazado.
No podemos permitir que la avaricia y la mezquindad prevalezcan en un México donde la justicia y las leyes son fundamentales para la esencia liberal de nuestra constitución. La marcha de los estudiantes no es solo una protesta, es un acto de defensa de nuestros principios, de nuestra historia y de nuestra identidad como nación. Es un recordatorio de que aún hay quienes se niegan a aceptar el silencio como respuesta y el sometimiento como destino.
El futuro de México está en juego, y ese futuro se escribirá con la tinta de nuestras acciones presentes. Que la marcha de los estudiantes sea un grito de esperanza, una muestra de que, aun en tiempos de tinieblas, hay quienes están dispuestos a encender la luz de la razón y la justicia. Porque, al final, solo quienes se niegan a doblegarse ante la tiranía son los que realmente pueden construir un país libre y justo.