La marcha del pasado domingo es parte de una serie de factores que giran en torno a lo que hoy vive la oposición en la actualidad. Muchos dirán que, hace unos días, la población salió a defender al órgano electoral de nuestro país. Quizá sí, sin embargo, creemos que, la gran mayoría, son detractores del gobierno que encabeza el presidente López Obrador.
Es importante que, ante este tipo de escenarios, la ciudadanía -qué no acudimos a marchar- seamos tolerantes y respetuosos de lo que aconteció. Repito: si la consigna era manifestar lo que ellos piensan en relación al proyecto de Reforma Electoral, están en todo su derecho, sobre todo porque vivimos en un país democrático donde se debe valer y respetar el derecho a disentir.
No obstante, no podemos negar que, el elemento principal, fue medir la capacidad de organización que puede llegar a construir la oposición. De hecho, en muchos aspectos la marcha pasó de ser una protesta pacífica a un clima donde sectores sociales desahogaron la furia al proyecto de la Cuarta Transformación a través de consignas.
Por ello, sigo insistiendo que, más que una protesta, el común denominador fue una convocatoria que la oposición planeó, empujó, y puso en marcha a través de cada una de sus estructuras. Hacerlo, para ellos, tiene un valor importante porque buscan una plataforma para poder competir en las elecciones del 2024 pues, ni más ni menos, está en juego no solo la supervivencia de partidos como el PRI y PRD, sino la mayoría de espacios en el congreso federal donde, hasta ahora, todo pinta para que Morena arrase en la elección, eso sí, si hay unidad interna cosa que, en este instante, parece que el presidente ha dado muestra de voluntad a través de la carta que envió Mario Delgado a los gobernadores y gobernadoras emanados de Morena.
De esta manera, todo dependerá de los factores que suceden en el interior de Morena al quedar de manifiesto el gran poder de convocatoria que jala el lopezobradorismo. Incluso, no será suficiente la multitud que se concentró en la plancha del Zócalo de la capital del país. Sigo pensando que, hoy en día, la oposición es prácticamente inexistente. Es más, su debilidad no le ha permitido, ni tantito, poder tener injerencia en los temas de la agenda pública que está totalmente dominada por el presidente Obrador.
El camino, para la oposición, sigue siendo complejo al punto en que, ni juntos, han podido influir para construir una oposición fuerte y vigorosa. De hecho, pese a que la marcha resultó ser mediática, no pasará de una protesta más con todo y la estrategia de publicidad que pusieron en marcha.
Dicho en otras palabras, hay un contrapeso ausente qué por más qué se esfuerza no cautiva. Y no conecta por diferentes razones; quizá, la más poderosa, es el estigma que cargan de la corrupción que alcanzó un grado de descomposición mayúsculo con el caso del ex funcionario, Genaro García Luna.
Y podrán decir y hablar de la no militancia de García Luna, sin embargo, son factores que se asocian a los gobiernos en gestiones donde gobernó el PAN. Sabemos que, hasta ahora, la dirigencia de Acción Nacional intenta desmarcarse de ese hecho; empero, será difícil ya que hay un clima de opiniones negativas que los liga y, por supuesto, los pone contra las cuerdas, sobre todo porque se confirma la complicidad de las instituciones del estado, en gobiernos de Fox y Calderón, que aún se tienen que explicar.
Lo que pasó en las calles el pasado domingo 26 de febrero es, por sentido común, una acción que tenemos que respetar y tolerar si nos sujetamos al derecho democrático de manifestación. Sobre todo aquellos que siempre pugnamos porque se respete el derecho a disentir, sin embargo, lo que sucedió es, siendo congruentes, la organización de la oposición para los retos que se avecinan que, por cierto, son titánicos para el contrapeso considerando lo menguados que llegarán a la cita electoral del 2023 y 2024.