Este lunes, frente al Palacio de Justicia Federal, se llevó a cabo una manifestación de trabajadores de Mexicana de Aviación. Dicho edificio, ubicado muy cerca de la Cámara de Diputados, alberga Juzgados de Distrito y Tribunales Colegiados de Circuito. No es la primera vez que los compañeros se han manifestado ahí; ya son varias veces las que nos manifestamos aunque por diferentes motivos.
En esta ocasión, se debe a la urgencia de resolver el amparo que mantiene en vilo la compra de la marca y los bienes de Mexicana de Aviación. Y aprovecho este espacio para aclarar una gran imprecisión que he visto en diferentes medios respecto al laudo de los jubilados.
Y es que desafortunadamente navegamos en un océano de declaraciones de cada una de las partes, sustentadas más en justos deseos, que en los hechos fácticos, y jurídicamente comprobables.
Así pues, el vocero del grupo que promovió el amparo a través del abogado Juan Iván Peña Neder, ha declarado a diestra y siniestra que su “laudo” vale 400 millones de pesos, y que esa cantidad sería la justa para resarcir a sus 229 defendidos. Sin embargo, ese laudo (que obra en poder de la Junta Especial 3 Bis de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje) no se refiere exclusivamente a 229 jubilados, sino a todos los sobrecargos jubilados de Mexicana de Aviación que demandaron. Dicha resolución habla de lo que la aerolínea les debe pagar a los jubilados, y la última vez que se hizo el cálculo correspondiente, arrojaba la temeraria cantidad de 3 mil millones de pesos.
Los multicitados 400 millones de los que hablan los amparistas, es una cantidad que literalmente “se la sacaron de la manga” en una ecuación bastante ramplona.
Una de sus defendidas, hizo público en sus redes sociales que su abogado patrono les prometió que este grupo de sobrecargos jubilados iba a cobrar casi 2 millones de pesos por cabeza porque era su derecho, que ya estaba ganado y que solo faltaba que el gobierno accediera a su petición de cobrar “su laudo”.
Es fácil de entender que una cifra con tantos dígitos deslumbre, y haga que este grupo de jubilados pierda de vista que el obligado a pagar es una empresa, y no el gobierno federal, pero a Peña Neder le conviene que sus clientes se mantengan en ese error.
Este grupo se queja amargamente de que, de aceptar la propuesta de Andrés Manuel López Obrador, los pilotos se llevarían en 43.2% del total de la venta de la marca y los bienes (según cuentas de Peña Neder). Aunque se hace de la vista gorda con el laudo de los trabajadores de confianza, donde están los directivos de la compañía aérea.
Por todos es sabido que los directivos de la aerolínea no son los más “queridos” por los trabajadores; al contrario, el papel tan desastroso y funesto que jugaron en la bajada de vuelo de la línea aérea, hace que los trabajadores nos cuestionemos el por qué deben de cobrar, si tanto daño le hicieron a Mexicana.
Pero hay hechos innegables: aunque nos caigan gordos, tenían la calidad de trabajadores; aunque no estemos de acuerdo, ellos demandaron y también ganaron su laudo; aunque no nos guste, su laudo fue primero en tiempo.
La propuesta de Peña Neder, versa en cobrar “los laudos” hasta donde alcance, y haciendo cuentas, el laudo de los trabajadores de confianza ronda los 30 millones de pesos. Debemos recordar que es el primer laudo ganado y siguiendo la máxima de “primero en tiempo, primero en derecho”, Peña Neder no tiene ningún empacho en que ellos cobren primero sus 30 millones de pesos, pues según él, el segundo laudo es “el de ellos”, el de los sobrecargos jubilados defendidos por Peña Neder.
Pero esto también es falso, pues en el mismo laudo está el grupo representado por el compañero Fausto Guerrero Díaz; los detalles de este laudo y del amparo en cuestión fueron abordados en la extensa charla (más de una hora) que sostuvimos en el marco del aniversario número 17 de mi blog Sobrecargo Informa; la pueden encontrar en mi canal del mismo nombre en YouTube.
El abogado amparado les vende a sus defendidos la idea de que ellos, antes que el grupo de Fausto Guerrero (la ATJEAM), cobrarán esos 400 millones que piden y que “lo que sobre” se puede repartir con el resto de los trabajadores.
Otra disputa que trae este grupo de Peña Neder, es el encono que tienen contra los pilotos de Mexicana. Ignoro si fueron maltratados por ellos cuando la aerolínea estaba volando, porque no entiendo cuál es el trauma que tienen, y que se refleja en su postura respecto a la diferencia salarial.
Para mí es evidente que dentro de su discurso, lo que prima es la envidia y el odio, pues como dijo una de las sobrecargos jubiladas en una red social: “Así nos querían agandallar...Y se demuestra el tráfico de influencias al ser Arturo Alcalde Justiniani el asesor jurídico del sindicato de pilotos y padre de la secretaria del trabajo quienes violando el Estado de derecho recurrieron a una serie de actos ilegales como el intento de prescripción del laudo y posteriormente la violación de la suspensión…”
A esta compañera, de manera muy conveniente, se le olvida que ella sigue perteneciendo a la Asociación Sindical de Sobrecargos de Aviación (ASSA), y que fue el abogado de nuestro sindicato, hasta el mes de febrero del presente, Arturo Alcalde Justiniani; esto es, los acuerdos que Alcalde trabajó los hizo para ambos sindicatos, y de uno ella sigue siendo parte, por lo que resulta absurdo este tipo de señalamientos.
Otra arista del caso es la prescripción de laudo. Su litigio en juicios de garantías impiden la venta de la marca y los bienes. Y es que fue decretada la prescripción del laudo, pero tal medida fue impugnada.
¿Cuál es el debate? Resolver si hubo inactividad procesal después de emitido el laudo. Ya en columnas anteriores les hablé de que un grupo de trabajadores en activo fueron defraudados por Juan Iván Peña Neder (alrededor de 500 hasta donde yo tenía conocimiento) y en la entrevista que le realice a Fausto Guerrero afirma que fueron cerca de mil compañeros.
La Junta Especial consideró que procedía decretar la prescripción del laudo ante el abandono del abogado con sus representados. Esto es, ganó el laudo y lo dejó durmiendo el sueño de los justos.
Y es que tal y como lo hemos expresado en varias ocasiones, no ha podido hacer líquido su laudo, y a estas alturas lo dudo mucho. Saber quién tiene la razón es una moneda que está en el aire, y le compete exclusivamente al Poder Judicial definirlo.
Por eso urge que las autoridades judiciales del país que conocen del caso se sensibilicen y hagan un esfuerzo por impartir justicia “pronta y expedita” como marca nuestra Constitución Política. Evidentemente yo pido que no se permita que un puñado de compañeros pasen por encima de una gran mayoría, que están de acuerdo en recibir la oferta del Gobierno Federal, sin andar viendo cuánto va a recibir uno u otro compañero trabajador.
Mi opinión personalísima: es momento de poner los pies en la tierra; durante casi 13 años no hemos podido ser resarcidos como nos merecemos, y nunca va a suceder, de verdad, ni yendo a bailar a Chalma.
Es una realidad: el grupo de los Ivanes (Juan Iván abogado e Iván sobrecargo jubilado) merma día con día, cada vez más gente va a revocarles el poder de representación; no quieren cargar sobre sus hombros el peso que significa que nadie de los trabajadores cobre nunca. Al grado de que en redes sociales han buscado la manera de que se abra un diálogo entre el grupo de Iván Enríquez y Fausto Guerrero. El tiempo apremia, pues las posibilidades de tener éxito y poder vender cada vez son menos.
Lo digo con el corazón en la mano. Gandhi dijo que cuando la justicia y la ley se contradigan, se debe optar por la justicia. Yo sé que los afectados por el caso Mexicana merecemos más, mucho más. Que somos víctimas de un fraude maquinado desde las más altas esferas del poder. Jubilados y activos tenemos laudos ganados. Ya nos dieron la razón, pero la realidad es que nunca vamos a poder cobrar, porque la maquinación fue tan precisa, que hoy por hoy no hay nadie tras las rejas pagando por el fraude.
Para mí, es la última oportunidad que tenemos; debemos aprovecharla. Esto nos permite cerrar una herida, y podremos seguir adelante, sin la monserga de estar viviendo (por decirlo amablemente) en los juzgados, hasta el fin de los tiempos.