En España, como en México, a los árbitros de futbol muchas veces se les llama colegiados. Es así porque en aquel país —ignoro si en el nuestro ocurre la misma cosa— ellos pertenecen a un colegio, precisamente el de los árbitros. Ya no se usa mucho, pero la hinchada española en el origen del juego se refería a tales personajes como trencillas, según Álex Grijelmo “debido al galón trenzado de algodón que lucían en las solapas de sus chaquetas negras”, aunque hay otra versión: tal alias obedecía al cordón trenzado del que colaban sus silbatos.
Decirles colegiados a los árbitros no me parece del todo correcto por más que lo diga la Real Academia Española: “Colegiado. Árbitro de un juego o deporte que es miembro de un colegio oficialmente reconocido”. Supongo que con la aparición de árbitras en los partidos a estas se les llamara colegiadas. Sería lo adecuado en el lenguaje inclusivo, pero nada más. Y es que árbitros y árbitras cuando imponen su autoridad en las canchas no toman decisiones colegiadas, o quizá sí: cuando utilizan el VAR.
Colegiados y colegiadas sí son las personas que integran la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Apoyémonos en las definiciones del Diccionario de la lengua española: la corte sin duda es un cuerpo constituido en colegio, en el que las decisiones las toman juristas de la misma categoría y, si bien su actividad no es deportiva, en tanto gente profesionalmente dedicada a juzgar los ministros son árbitros..., y desde luego árbitras las ministras.
En el futbol y en la corte suprema los árbitros y las árbitras resuelven conflictos a veces conciliando intereses. Lo de solucionar las disputas mediante la conciliación debería ser la norma, pero me parece que eso ocurre solo como excepción tanto en la cancha como en la SCJN.
El 11 de diciembre de 2022 leí en Excélsior un artículo redactado por una columnista hoy bastante más famosa que hace apenas dos meses: Norma Lucía Piña Hernández. El escrito— “¿Por qué mujer? ¿Por qué Norma Piña?”— puede ser consultado en la página de internet del diario propiedad de uno de los más brillantes y honestos empresarios de México, Olegario Vázquez Aldir.
¿Por qué una mujer para encabezar la corte? Porque nunca una de ellas había llegado a ese cargo y a la ministra Piña le parecía que ya era hora de cambiar las cosas.
¿Por qué Norma Piña? Ella argumentó ampliamente a favor de sí misma, pero en esencia lo que dijo fue: “Estoy acostumbrada a ceder en favor de la consolidación de decisiones colegiadas”. Desde el arranque del texto aclaró que durante muchísimos años en el poder judicial ha sido “parte de una voz colegiada —en cierta forma no propia—”.
Supongo que los otros ministros y las otras ministras piensan lo mismo: sus voces son colegiadas, esto es, “en cierta forma no propias”.
Viene un asunto muy complejo para la corte suprema, el del plan b electoral
No sé si la SCJN esté dividida, probablemente sí y más la quiere dividir la comentocracia que sirve a los partidos de oposición o la que solo busca recuperar privilegios perdidos desde que AMLO llegó a la presidencia de México.
Vale la pena analizar lo que hoy ha dicho en Milenio Héctor Aguilar Camín —cuya revista, Nexos, perdió con la 4T la mayor parte de sus ingresos—.
El mencionado articulista da promoción a una especie de reportaje publicado en su negocio editorial —Nexos, sí— que escribieron él y María Amparo Casar; esta señora, por cierto, actualmente es la principal ejecutiva de una asociación civil fundada y financiada por el hombre de negocios que más combate al presidente López Obrador, el señor Claudio X. González.
En Nexos, el autor y la autora hicieron “el balance de la corte bajo los años de la presidencia de Arturo Zaldívar”.
Ese balance insulta a todos y todas en la corte. Antes de continuar menciono por sus nombres a ministros y ministras a quienes suplico leer con espíritu crítico a Aguilar Camín y a Casar:
- Norma Lucía Piña Hernández, presidenta de la corte.
- Jorge Mario Pardo Rebolledo, presidente de la primera sala.
- Alberto Pérez Dayán, presidente de la segunda sala.
- Margarita Ríos Farjat.
- Loretta Ortiz Ahlf.
- Arturo Fernando Zaldívar Lelo de Larrea.
- Javier Laynez Potisek.
- Yasmín Esquivel Mossa.
- Luis María Aguilar Morales.
- Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena.
- Juan Luis González Alcántara Carrancá.
¿Qué dicen Héctor Aguilar Camín y María Amparo Casar de 7 ministros y 4 ministras? En resumidas cuentas, que Arturo Zaldívar como presidente de la corte hizo lo que se le pegó la gana porque sus pares —seguramente por ingenuidad y dejadez— “no pudieron nunca” moderarlo ni corregirlo.
¿En serio Aguilar Camín y Casar piensan que todos y todas en la corte fueron tan torpes, tan inhábiles, tan incapaces, tan débiles, tan sin carácter como para haber permitido que Zaldívar les manipulara cada vez que se le antojaba?
Y, por lo demás —queda claro en lo escrito por Aguilar y Casar—, Zaldívar no se burlaba de ministros y ministras por sus propios intereses, sino para agradar al presidente López Obrador. Esta es una canallada imposible de sostener con seriedad. Un dato refuta al director de la financieramente emproblemada Nexos y a la aliada de Claudio X.: el hecho de que Zaldívar lo mismo ganaba que perdía votaciones, y cuando quedaba en el lado minoritario quizá hacía fuertes corajes, pero se aguantaba y ya. Sus colegas lo trataban como igual y esto es demostrable.
Pero la canallada de que Zaldívar estaba a las órdenes de AMLO no busca ofender al ministro, sino aportar politiquería para que en la SCJN, cuando se discuta el plan b electoral, la mayoría esté en contra del proyecto que Andrés Manuel defiende.
No sé qué va a ocurrir con el plan b cuando se vote en el pleno de la corte suprema acerca de si es constitucional o no. Porque deberá llegar al pleno, esto es, tendrán que votar siete ministros y cuatro ministras. Otra cosa sería peligrosa en términos de estabilidad social. ¿Otra cosa? Sí, que una sola persona —o nada más una de las dos salas— suspendiera el plan b y que el asunto no llegara nunca al pleno o que lo discutiera la totalidad de quienes integran la SCJN hasta después de iniciado el proceso electoral de 2024, lo que obligaría a utilizar la ley que AMLO y Morena han modificado en el poder legislativo.
Si hay vocación colegiada en la corte suprema, la ministra presidenta deberá asegurarse de que rápidamente el debate involucre a todos y todas. Es lo que un —o una— trencillas auténticamente imparcial haría. Personalmente, no dudo de que Norma Piña y sus colegas sabrán estar a la altura de Pierluigi Collina, considerado por la biblia del futbol, France Football, como el mejor árbitro de todos los tiempos.