En menos de una semana, gracias al pésimo desempeño de sus colaboradores, AMLO va a sufrir tres graves derrotas:

  1. La decisión de la Suprema Corte del jueves pasado sobre la Ley de la Industria Eléctrica.
  2. Los resultados de la consulta de hoy sobre la revocación de mandato.
  3. La votación del martes en la Cámara de Diputados sobre la reforma constitucional en materia eléctrica.

Sin embargo, el presidente AMLO va a intentar empaquetar los tres momentos como tres grandes victorias. Ya lo hizo con la primera. Pero sabe bien que perdió en las tres, las va a utilizar políticamente y se va a radicalizar.

El presidente AMLO ve el cambio como un ejercicio de comunicación. Para el presidente de México, la transformación es sólo una cuestión de mensajes. Cree que si la gente entiende su idea principal la aceptará, y él maximizará poder. Encontró el mensaje correcto, que suele decirlo parado en un solo pie. Cree que comunicando su propósito de “acabar con la corrupción” encenderá las pasiones necesarias para lograr la cuarta transformación. Nada puede estar más lejos de la verdad.

Nos hemos quejado de las divisiones y la polarización que AMLO fomenta desde su púlpito mañanero. Pero la polarización es algo inherente al cambio. Si un cambio pretende ser dramático, y lograr un verdadero impacto, siempre habrá un grupo de personas a las que no les gustará y trabajarán para socavarlo, ya sea de frente y transparentemente, o de manera deshonesta, solapada y engañosa.

El cambio que propone un presidente como AMLO rara vez falla porque la gente no lo entiende. Al mismo tiempo, tiende a ser saboteado activamente por sus adversarios. Eso es lo natural. Lo que todavía no entiende el líder de la 4T es que la repetición de frases no lo salvará. Lo que necesita es una estrategia sólida para superar la resistencia al cambio. No la tiene.

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Los partidos de oposición podrían fortalecerse si aprovechan bien las tres derrotas de la 4T. El verdadero cambio se podría dar en el 2024. El cambio transformador sí es posible. Pero los movimientos sociales y políticos de la oposición tienen que hacerlo de manera diferente.

El cambio siempre comienza con una creencia, con una convicción. Si la mayoría de los mexicanos creen que el cambio que propone la oposición es bueno, lo adoptarán. Si creen que es malo, será difícil convencerlos.

Las creencias y las convicciones están arraigadas en la identidad y en el sentido de nosotros mismos. Lo vemos con el mismo AMLO. El presidente es el mejor ejemplo de cuando se le presentan hechos contrarios a sus creencias y convicciones: cuestiona la evidencia en lugar de sus propias nociones preconcebidas.

Los partidos de oposición deberían estar más cerca de la gente. Entender cómo los mexicanos llegamos a definir nuestras creencias y convicciones. La respuesta es sencilla pero compleja a la vez. Quienes influyen para formar creencias y convicciones son las personas que nos rodean, los agentes de socialización política, el núcleo familiar, la educación formal, la religión, los grupos de referencia, las amistades, los medios de comunicación y las nuevas tecnologías.

Los partidos de oposición todavía tienen gobernadores en un buen número de estados. Ahí tienen mayoría. Las mayorías gobiernan e influyen. Si quieren generar un cambio de verdad, los partidos de oposición no pueden hacerlo desde “la nación”, porque ahí están en minoría. Tienen que comenzar desde sus estados. ¿Dónde se empieza un cambio? Donde se tiene una mayoría, donde tengan más partidarios que detractores. Los partidos de oposición tienen que empoderar a sus seguidores. No deben perder el tiempo tratando de convencer a los escépticos. Después de crear una historia de éxito local, luego se puede replicar, expandir.

Si los partidos quieren hacer el cambio desde “la nación”, desde el Congreso federal, donde están en minoría, habrá un retroceso inmediato. El cambio pierde impulso y se descarrila.

En esta semana se desencadenó un momento. Hubo un disparador: las tres derrotas de la 4T. Las revoluciones políticas se centran en puntos de tensión particulares. Mientras que el movimiento de la 4T une a grupos pequeños, a menudo dispares, en el contexto de propósitos y valores compartidos, el momento que se le presenta hoy a la oposición abre una gran ventana de oportunidad. Esperaríamos que los partidos de oposición estén ya preparados para este desencadenante y lo aprovechen al máximo.

El presidente AMLO y Morena radicalizarán su discurso y sus acciones. Eso es una buena noticia porque el cambio prospera en la pasión. El statu quo de la 4T tiene la inercia de su lado y nunca va a ceder su poder. Seguirán atacando a su oposición, buscando enfrentarlos, exponer sus conceptos erróneos y mostrar el valor de hacer las cosas de manera diferente. Esto es casi siempre un error. Es poco probable que logren algo con ello. Es cierto que no pueden actuar como si no existieran sus críticos más feroces. Aunque deberían aprender a respetar a sus adversarios, no lo harán porque la arrogancia no los deja.

A estas alturas, los partidos de oposición ya deben haber aprendido a escuchar bien a los políticos de la 4T que odian sus ideas. Ya debieron haber identificado sus propias fallas. Ya tuvieron la oportunidad de corregirlas. Ya debieron haber identificado valores compartidos. Deben aprovechar ahora los errores de la 4T en su favor. Si la 4T ve que la oposición está ganando terreno, invariablemente la atacarán, se extralimitarán.

La verdad es que para lograr un cambio político real es necesario, en primer lugar, atraer. El error de siempre es intentar dominar. Si los partidos de oposición quieren ser vistos por los medios de comunicación como las fuerzas que están luchando contra la 4T, pueden animar a algunos de sus seguidores más cercanos, pero no van a atraer a ningún ciudadano más.

La razón por la que los partidos de oposición han fracasado hasta ahora es porque asumen que la justicia de su causa los salvará. No lo hará. La injusticia, la inequidad y la ineficacia del gobierno de la 4T pueden prosperar durante décadas, si se les permite.

Si los partidos de oposición creen que prevalecerán, por el solo hecho de serlo, se sentirán muy decepcionados. Las batalla de 2024 sólo se puede ganar con una buena estrategia y mejores tácticas. En lugar de tratar de derrotar a su enemigo con una fuerza abrumadora, deben obtener una victoria decisiva en un punto de ataque en particular. Tienen que innovar constantemente. Aprovechar la fuerza que desencadena la debilidad. La clave del éxito no serán las críticas, ni una ocurrencia de un consultor político extranjero, ni encontrar a un líder tradicional, ni inventar un eslogan en particular; la clave es la flexibilidad estratégica y una nueva propuesta de gobierno, una nueva narrativa.

Los líderes de los partidos de oposición se han quedado atrapados en estrategias fallidas porque se sienten bien al creer en algo con pasión. No tienen estrategia ni ejecución. Necesitan aprender a operar con eficacia, estudiando a los que ya han triunfado y a los que fracasaron. Deben construir sobre sus éxitos locales. Tienen que corregir sus errores y volver a intentar todo.