En vísperas de la inauguración del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles tronó una bomba mediática. El escándalo seguramente generó sacudidas dentro y fuera de Palacio Nacional. Todo indicaba que la bataola desatada por la publicación del seminario Proceso iba a opacar la pretendida algarabía del día siguiente. Porque para el oficialismo resultaba de suma importancia que la abertura del nuevo aeropuerto significara motivo de festividad y triunfalismo para el presidente de la República; pues el AIFA, junto a la refinería de Dos Bocas y el Tren Maya, materializa una de las obras colosales y prioritarias de la actual administración.
El pronóstico estaba como para reservarse. Porque el duelo entre la nota del testimonio de Julio Scherer Ibarra y la noticia de la inauguración del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles prometía chispas y espectáculo morboso. La portada de Proceso se antojaba como un augurio: anticipaba que una guerra fratricida sería el preludio de la implosión final del movimiento lopezobradorista. La imagen: Scherer, Gertz Manero y Sánchez Cordero. El título: Es hora de hablar. Por fin saldría a la luz la versión del ex consejero jurídico de presidencia respecto a su pugna con el actual fiscal y la ex secretaria de gobernación.
Sin embargo, por el otro lado, en la otra esquina, se tenía a la próxima develación de un proyecto que se pretendió construir como la plasmación de la antítesis a la frivolidad y la corrupción de los sexenios anteriores. Un aeropuerto que simbolizaría la bondad de un pueblo ultrajado y la benevolencia de un nuevo gobierno, contra otro aeropuerto que representaba el pasado oscuro de este país, la dolencia y sus gobiernos rapaces de antaño. Dos obras. Una pendiente a inaugurarse; la otra cancelada y a la espera de hundirse. Ambas causantes de despilfarro de recursos. Ya se diría al día siguiente: el AIFA es la esencia del oficialismo.
El Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, insignia del lopezobradorismo, se impuso. Nuevamente Andrés Manuel logró apropiarse de la narrativa y dictó agenda. Todo giró alrededor del evento inaugural en el Estado de México. Nada ni nadie pudo hacerle sombra al AIFA. Definitivamente el día de ayer denotó una victoria para López Obrador. Porque no se puso en tela de juicio que el costo final haya excedido al presupuesto original por cerca de 40 mil millones de pesos; porque la gente se enfocó en los baños, tanto para aplaudirlos como para denostarlos; porque la discusión volvió a centrarse en si este aeropuerto estaba o no lejos de la Ciudad de México. Heathrow, Charles de Gaulle, Barajas, John F. Kennedy, también están lejos de Londres, Paris, Madrid, Manhattan, respectivamente. Casi nadie mencionó que la operación será similar a la del aeropuerto de Puerto Escondido ni que el atributo de aeropuerto internacional se lo dio y dará un vuelo quincenal proveniente de Caracas; asimismo, la gente sigue insistiendo en que el AIFA no es ni será Texcoco. Olvidan que jamás se pretendió sustituir uno con el otro. Al contrario: la intención siempre fue distinguir a uno del otro con efusión. No son (somos) lo mismo.
El problema es que Sheinbaum tiene razón: el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles es la esencia de la cuatroté. Desata las mismas pasiones. Provoca una falsa realidad binaria entre propios y ajenos. Es imposible juzgarlo a través de un caleidoscopio. Al AIFA se le odia o se le ama. Los opositores jamás admitirán que puede que traiga algún beneficio a la metrópoli. Los oficialistas le venderán a México y al mundo esta obra como la panacea aeroportuaria. Es decir, otra vez el contexto sociopolítico de polarización. Ahora entorno a un aeropuerto.
La realidad es que el NAIM de Texcoco ya no fue. No obstante, la saturación del Aeropuerto Internacional Benito Juárez sigue siendo una realidad latente que requiere de ser remediada. Y aunque el AIFA no puede considerarse como una alternativa real o la solución a los problemas que aquejan al actual aeropuerto de la Ciudad de México, en algo aportará al remedio. Hay que considerar que también se tiene un aeropuerto en Toluca. Si entre éste y el AIFA comienzan ocupándose de parte de los puentes aéreos a Monterrey y Guadalajara prestando sus pistas, el Benito Juárez se irá descongestionando paulatina e inexorablemente.
El Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles podrá no gustar. Pero a partir de hoy es uno de nuestros aeropuertos. Ojalá acaba demostrando ser más que una excentricidad y que un capricho. Esperemos que el oficialismo vea en esta obra algo más que un triunfo político y un montón de contenido audiovisual usado como propaganda, y trabajen por darle a este país y a su zona metropolitana el aeropuerto que se merece. Después de los ridículos y las vergüenzas que se nos han hecho pasar como pueblo en materia diplomática, la operación del Felipe Ángeles puede figurarle al gobierno federal una oportunidad para redimirse.