“El destino de los débiles es ser devorado por los fuertes”

Otto Von Bismarck

He sostenido desde hace tiempo que la asunción de un hombre con ideas totalitarias no tiene nada de novedosa. La raíz de su ideología es añeja: cuando el colonialismo imperaba en la Europa del siglo XIX. Los vectores ideológicos siempre son tres, mismos que prevalecen en la mentes retardataria de cualquier dictador o aspirante a dictador: supremacismo, expansionismo y proteccionismo. El mundo no acaba de aprender: ha transitado de Bismarck a Hitler y de Hitler a Donald Trump; que en esencia no es más que un nuevo “monstruo de la maldad”.

La esposa del expresidente de Estados Unidos, Barack Obama, no asistió a la ceremonia que ungió a Trump. Michelle Obama - es seguro - mantuvo su posición de no convalidar con su presencia a un ser que seguramente le parece abominable. Barack si lo hizo, obligado por las formalidades republicanas de Estados Unidos. Dos meses antes (el 24 de octubre de 2024) en un discurso en Georgia, había expresado lo siguiente:

“En la mente de Donald Trump, las fuerzas armadas no existen para servir a la Constitución o al pueblo estadounidense…cree que las fuerzas existen para cumplir con sus órdenes, para servir a sus intereses…No necesitamos cuatro años de un aspirante a rey, (de) un aspirante a dictador”.

“Dictator wannabes,” esa fue la expresión inglesa que utilizó Obama para referirse a Trump. La palabra wannabe es una abreviación de la frase “want to be” (querer ser en inglés). De ahí se desprenden varios significados que por razones de espacio resultan complejas de abundar. Generalmente, se traduce “wannabe” como aspirante; sin embargo, me llamó la atención la siguiente acepción españolizada:

“Una persona wannabe es aquella que tiene mucho entusiasmo para convertirse en algo que no es naturalmente, o imitar con fervor las cualidades de otro sujeto para copiarlo y ser como él o ella”

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Eso es justamente lo que gira en la mente del delirante Trump, que probablemente ahora mismo esté pateando un globo con un mapamundi dibujado, como lo hizo Charles Chaplin en la famosa escena del filme “Gran Dictador”. Un tipo con esa personalidad dirigiendo a la primera potencia bélica del mundo – hay que advertirlo – es de temerse. La humanidad a partir de este 20 de enero de 2025 enfrenta un gran peligro.

Donald Trump ha dicho que su victoria electoral le dio un mandato poderoso y sin precedentes para gobernar. No es de cuestionarse el sistema de colegio electoral de Estados Unidos, pero lo cierto es que obtuvo menos de 50% de los votos totales, con sólo una diferencia de dos puntos porcentuales con respecto a Kamala Harris, la candidata del partido demócrata. Duele pensar que muchos millones de personas hayan votado por él, contando con una porción significativa de votos de la población afroamericana y de migrantes latinos con residencia en Estados Unidos.

Los economistas solemos darle un gran peso a las condiciones económicas de la población para explicar el ascenso de las dictaduras o del terrorífico fascismo en las décadas de los veinte y de los treinta del siglo pasado. Cuando se explica el ascenso de Hitler se parte de la atroz pobreza, condicionada por un enorme desempleo y bajas tasas salariales: se estima que alrededor de 6 millones de personas se encontraban sin empleo y que la tasa de desempleo se situaba en alrededor de 45%; y desde luego, de que los que estaban empleados tenían salarios de miseria. Visto así, el fascismo, económicamente, fue el salvamento de millones de alemanes.

Por cierto, antes del ascenso del dictador sangriento no había una hiperinflación, como comúnmente se cree. Eso sucedió entre 1920 y 1923 cuando hubo una escasez en la oferta; lo que había en 1932 era una deflación originada por una precariedad en la demanda. Como bien lo hemos indicado en la Ekonosphera tanto la inflación como la deflación terminan por hacer daño; por eso, actualmente, casi todos los países ponen como meta una inflación de 2%, lo que a su vez es un techo y un piso concebido como aceptables. Lo cierto es que por más de una década el pueblo alemán vivió en el peor de los mundos: primero, un terrible desabasto y después una raquítica demanda.

El pueblo norteamericano no sufría ninguno de estos males; por el contrario, el punto más positivo del gobierno de Joe Biden es que condujo a la economía norteamericana a un aterrizaje suave, más cuando se predecía después de la crisis del Covid-19 que la inflación que se estaba experimentando iba a quedarse por un buen tiempo y que eso inevitablemente iba a llevar una fase recesiva. Otra vez vale la pena definir: se denomina aterrizaje suave al escenario en el que la inflación se controla sin recesión. Y así es, se estima que la economía de los Estados Unidos crecerá 2.8% en 2024, contra el 2.5% previsto anteriormente; la tasa de desempleo se ha mantenido en 4% y se ha fortalecido el mercado de trabajo; en tanto que la inflación continúa en descenso, dentro de la meta de llevarla a la tasa objetivo de 2%.

Se podría decir que lo que empaña al gobierno de Biden es su gestión ante la guerra de Gaza, pero créanme salvo a reducidos segmentos sociales, al ciudadano norteamericano común poco le importa. Al fin y al cabo, ellos no ponen los muertos ni padecen los horrores de una guerra. Luego, entonces, qué operó en la mente del 49% del pueblo estadounidense, incluyendo a los latinos residentes, para votar por esta nueva bestia: coincido que fue el espejismo de sentirse parte de la primera potencia del mundo, es decir, de creer que el “poder omnímodo” de su país también emana de ellos.

Este día - 21 de enero - Trump perdonó a los participantes de la turba que atacó el “Capitolio” en una intentona de golpe de Estado. Esa turba azuzada por él se enfrentó a las fuerzas del orden el 6 de enero de 2021, queriendo subvertir el orden constitucional. El nuevo presidente de Estados Unidos es también un delincuente sentenciado por acoso y abuso sexual, al que se le eximió de castigo. ¿Cómo se pueden hacer a un lado estos antecedentes? Actúa, sin duda, un ámbito convergente: el discurso de un supremacista y la percepción simplista de numerosos ciudadanos de sentir la amenaza de una potencia emergente, como lo es China; además de que persiste una cultura xenofóbica y un claro desprecio de amplios segmentos de población hacia naciones consideradas como débiles o atrasadas.

Se equivoca quien cree que la entronización de Trump le hará daño sólo a algunos países o a algunas regiones; ¡no!, afectará al mundo y a la propia economía norteamericana. El enfoque proteccionista hará daño: los altos y amplios aranceles comerciales ralentizarán la economía global, acelerarán la inflación y provocarán que se inicien políticas restrictivas que mantendrán al mundo con bajas expectativas productivas, premiando a la especulación. Esto no es hipotético, ya lo está experimentado Wall Street, cuyo alivio temporal esta dado por el diferimiento de la estrategia arancelaria. Aun así, el energúmeno amenaza con poner tarifas de 25% para México y Canadá a partir del próximo primero de febrero.

Los opositores al gobierno de México se han radicalizado y ahora muchos ven con “esperanza” el ascenso de Trump. Se olvidan de que al finalizar 2016 y a principios de 2017 - cuando todavía creían en la democracia liberal - proponían estrategias para defender al país de los embates de esta bestia. Ahora un número importante de intelectuales, periodistas y analistas han perdido la memoria para formar parte de la inmundicia de nuestra historia, emulando a los conservadores entreguistas de mediados del siglo XIX. No hay que equipararlos con otros personajes de nuestra historia, menos con el dictador Porfirio Díaz que amaba profundamente a México. No hay que confundir, se puede formar parte de un bando o de un partido, pero eso no lleva a la defección: a la traición a la patria.

Tenía razón Daniel Cosío Villegas al decir que la derecha (ahora radicalizada) no ha encontrado acomodo en la historia de México; tal vez, por eso los neoliberales la querían eliminar de los planes de enseñanza del sistema educativo del país. Es, sí, la gran perdedora, pese al extravío neoliberal de 35 años; sin embargo, el gran intelectual (historiador y economista) así se refería porque la derecha no ha sabido construir un proyecto consistente de nación, ni siquiera hilvanar un discurso que la mantenga en la conciencia y en el corazón de un pueblo que ama a sus raíces y que ha sabido enfrentar tremendos retos para darle un sentido sustantivo al porvenir. Qué siga así, se está ganando el repudio de nuestra gente.