Todavía no asume como presidente para su segundo mandato, y el siempre polémico magnate estadounidense, Donald Trump, ya hizo rodar la cabeza del primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, quien este lunes dimitió al cargo que ostentó durante nueve años. Y si bien, existen muchos más factores que propiciaron tal decisión, también es un hecho que la amenaza del republicano de gravar con un 25% todos los productos que entren a su país procedentes de Canadá y México, aunado a la renuncia de su ministra de finanzas, detonó la bomba que estalló este lunes 6 de enero.
La renuncia del mandatario canadiense de 53 años de edad se ha dado en medio de una crisis en su gobierno tras haber asumido el cargo en noviembre de 2015 y habiendo sido reelegido dos veces, convirtiéndose en uno de los primeros ministros de Canadá con más años en el cargo.
Pero su popularidad comenzó a caer hace dos años debido al enojo público por los altos precios, la escasez de vivienda y los fracasos de las políticas que han erosionado el fuerte apoyo a la inmigración.
A partir de ahí no recuperó la confianza ni la simpatía que lo llevaron a permanecer como primer ministro durante nueve años. De hecho, en su último año de mandato su impopularidad creció considerablemente.
Y es que, aunque por parte del gobierno se destaca una inflación que ha perdido fuerza y en noviembre llegó hasta el 1,9% anual, por debajo del objetivo del Banco Central y se consagra como una de las más bajas dentro de las economías del G7, el descontento de muchos ciudadanos se enfrasca en la apertura de las puertas a la migración.
Trudeau ha respaldado amplias políticas migratorias que permiten la llegada de miles de solicitantes de asilo y estudiantes internacionales de todo el mundo, cada año.
En noviembre de 2023, el gobierno canadiense anunció que cerraría el 2024 con la llegada de unos 485.000 inmigrantes y que en 2025 y 2026 aumentaría el número a 500.000 personas anuales.
Unas cifras que se suman a los 431.465 inmigrantes en 2022 y los 465.000 de 2023 que ya están cimentados en territorio canadiense, pero que son casi un 55% más altas que los 300.000 admitidos en todo el 2015, cuando Trudeau tomó las riendas del país.
Precisamente con estos números en su contra, el 24 de octubre el gobierno canadiense anunció una reducción de un 20% del número de inmigrantes que espera aceptar el próximo año en el país. Es decir, espera modificar a 100.000 menos de los que esperaba en 2025.
Aunado a lo anterior, Trudeau ha provocado muy bajos índices de intención del voto. De manera que también al interior del Partido Liberal sus bonos están a la baja.
Las encuestas muestran que los liberales perderán por mucho ante los conservadores de la oposición oficial en una elección que debe celebrarse a fines de octubre, independientemente de quién sea el líder.
Trudeau había podido hasta hace poco defenderse de los legisladores liberales preocupados por las encuestas y la pérdida de escaños seguros en dos elecciones especiales el año pasado. Pero los pedidos de que se haga a un lado se han disparado desde el mes pasado, cuando intentó degradar a la ministra de finanzas, Chrystia Freeland, una de sus aliadas más cercanas en el gabinete, después de que ella se opusiera a sus propuestas de mayor gasto.
Freeland renunció y escribió una carta, en la que acusó a Trudeau de “trucos políticos” en lugar de centrarse en lo que era mejor para el país. Siendo una de sus ministras más poderosas y leales, discrepaba con Trudeau sobre la mejor manera de hacer frente a la amenaza del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, de imponer duros aranceles a los productos canadienses.
Su dimisión ha sido catalizadora de la crisis, ya que Freeland, además, dejó su puesto apenas días después de que el ministro de vivienda también abandonara su cargo.
Trudeau anunció su dimisión en un discurso en el que dijo que era un “luchador” pero que “este país se merece una elección real” en las próximas elecciones, admitiendo que sentía que no era la opción adecuada para llevar a su partido a la victoria.
El exdirigente indicó que la crisis de su gobierno era una de las razones de su decisión de dimitir, afirmando que había quedado claro que si tenía que librar “batallas internas” no podía ser la mejor opción para los canadienses.
Varios diputados del propio Trudeau habían pedido su dimisión. Su popularidad entre el público canadiense también había caído, y las últimas encuestas sugieren que su Partido Liberal se enfrentaría a una derrota electoral cuando los canadienses acudan a las urnas este año.
Un sondeo de Ipsos de septiembre mostraba que sólo el 26% de los encuestados decía que Trudeau sería su elección para primer ministro, muy por detrás de su rival del Partido Conservador. Las elecciones deben celebrarse antes de octubre de este año, pero la dimisión de Trudeau podría dar lugar a peticiones de elecciones anticipadas. Su sustituto tendrá que hacer frente a las amenazas arancelarias de Trump.
Como ya mencioné antes, el presidente electo de EE.UU., que asumirá el poder el próximo 20 de enero, ha prometido gravar con un 25% todos los productos que entren a su país procedentes de Canadá y México, en un esfuerzo por combatir la inmigración ilegal y la crisis del fentanilo en Estados Unidos. Los economistas han advertido que tales aranceles perjudicarían considerablemente a la economía canadiense. En tanto, el desencuentro de Trudeau con su ministra de finanzas respecto a cómo manejar este tema ocasionó la renuncia de la ministra y ahora la dimisión del primer ministro canadiense.
Por cierto, no se puede dejar de mencionar que Trump lanzó la misma amenaza (incrementar aranceles) a Canadá y México, pero la presidenta Claudia Sheinbaum goza de condiciones mucho muy distintas en su gobierno y en su partido respecto a la crisis que atraviesa Trudeau.
*con información de medios
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