Como observador y conocedor de la sociedad norteamericana, no deja de intrigarme el interés y simpatía innata de parte de la comentocracia mexicana por los candidatos del Partido Demócrata y el temor y al mismo tiempo fascinación que les infunden el Partido Republicano y Donald Trump.

El tema de las elecciones en nuestro vecino país del norte es por naturaleza un tema con efectos sobre la relación entre ambas naciones, pero ni es tan terrible un eventual retorno de los republicanos con Trump o cualquier otro, ni es tan ventajoso un eventual sostenimiento de los demócratas, con Kamala Harris o quien sea que llegue a la candidatura presidencial.

Quizá lo que choca es la retórica conservadora de un Donald Trump, que no deja ser una especie de bravucón, que piensa que gritoneando y haciendo amagos de afectar el interés de México u otros países puede lograr las cosas.

Pero la realidad es que no es lo peor para nuestro país, ni los demócratas son los mejores.

A uno como observador le puede caer mejor la visión de los demócratas, su progresismo y su tolerancia, pero hay que entender que en todo caso, las políticas de tal o cual gobierno van en beneficio o detrimento de los ciudadanos de los Estados Unidos de América.

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He visto a supuestos izquierdistas o incluso presuntos anarquistas mexicanos, irse a la campaña en Estados Unidos, para apoyar a candidatos demócratas, argumentando que ellos son mejores, más sensibles, que harán la pretendida reforma migratoria o que legalizarán a millones de nuestros compatriotas que radican en Estados Unidos. Al final no hacen nada.

También he leído con atención los peligros que de acuerdo a la visión de los “sesudos” analistas de algunos medios tradicionales, implica la llegada de Trump.

Al final la verdad es que los demócratas han impulsado tanto como los republicanos, la visión del injerencismo norteamericano en México y América Latina, porque para ellos, sean los de uno o el otro partido, solo importan sus intereses. El interés superior del polo económico y militar dominante, y la agenda de Washington y sus agencias que se auto perciben como la policía del mundo.

A ellos les debemos el neoliberalismo, la epidemia de consumo de drogas, la violencia y el trato que por décadas le han dado a México de patio trasero.

Sin embargo es interesante como la correlación de las cosas ha cambiado en estos años y como a partir del llamado “Plan México” y la necesidad de que los Estados Unidos se sostenga como principal polo económico en el mundo, nuestro país pasó de vecino incomodo a socio estratégico.

En pocas palabras la economía moderna hace para Estados Unidos necesaria e incluso indispensable la relación con México, que por su cercanía, su geografía y aún por sus reservas de recursos naturales y humanos, se convirtió ya en el principal socio comercial y por tanto en el escudo para impedir que China pueda rebasar y subyugar al que ha sido el patrón económico global desde el final de la segunda guerra mundial.

México como sabemos se encuentra en medio de una revolución económica alrededor del llamado modelo del “Humanismo Mexicano” y si la visión de Andrés Manuel López Obrador fue la de recuperar la rectoría del Estado sobre el funcionamiento de la economía y darle al país las herramientas de competitividad para poder marcar su propio rumbo, recuperando el mercado interno, la verdad es que esto ha tenido un resultado impactante.

A oídos de esa comentocracia mexicana escapó este análisis que hace la presidenta electa Claudia Sheinbaum, que el fin de semana, y justo en el contexto de la revisión de la política económica y sus resultados, soltó:

“Nos convertimos en el principal socio comercial de los Estados Unidos, y en una relación de igualdad, por primera vez se negocia en condiciones de igualdad, no de subordinación con los Estados Unidos, porque somos iguales, somos un país soberano, un país autónomo y negociamos en igualdad de circunstancias”.

Claudia Sheinbaum, presidenta electa de México

En ese mismo contexto la doctora manifestó: “Yo digo hoy que el presidente López Obrador le ha devuelto la dignidad a nuestra república, al pueblo de México”.

Y esa es una verdad irrefutable, que tengo la sensación no ha permeado en la lógica y el análisis de esos medios que no comprenden que todo cambió para México en estos 6 años y que lo que se viene es al final del día, la consolidación de esta visión del país, que dejó atrás la subordinación y hoy mira al frente con dignidad, porque es un país respetado, que en todo caso es fundamental para la supervivencia de los Estados Unidos como principal polo económico del mundo.

La presidenta electa lanzó una sentencia que es importante en esa narrativa, pues dijo: “Ya no hay marcha atrás, este 2 de junio el pueblo de México decidió continuar con la Cuarta Transformación y vamos a continuar dándole dignidad a nuestro pueblo y a nuestra patria”.

Así las cosas, al final del día quien gane entre republicanos o demócratas, o puesto en términos más sencillos, entre liberales y conservadores, es un asunto que atañe exclusivamente a los ciudadanos norteamericanos.

El que llegue al final de cuentas estará obligado trabajar con México y sobre todo a respetar a nuestro país como socio y aliado, esa es la nueva realidad.

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