El 25 de noviembre de 2024, Donald Trump ese hombre de negocios, presidente electo de Estados Unidos, con un don para la polémica, decidió dar otro golpe a la política comercial de América del Norte: reafirma su aumento de aranceles a los productos de México y Canadá desde el primer día que tome posesión, no inicia su mandato y ya empieza contundente. Algo tiene que ver que es su último mandato, ya que de acuerdo con la constitución estadounidense ningún presidente puede ejercer más de dos mandatos, pero aun así no deja de dar esos destellos de impulsividad donde parece que solo expresa el presidente electo estadounidense comentarios que suenan más a “déjenme expresarme y dar la receta para hundirnos todos juntos”. Y como era de esperarse, la respuesta de México no tardo en llegar, en la mañanera del 26 de noviembre, Claudia Sheinbaum a pesar de un tono serio menciono que “ante un arancel va a venir otro arancel”, una confrontación que cambia el paradigma que en años anteriores los mandatarios se ponían como tapetes por decir menos ante los vecinos del norte y en esta ocasión Claudia menciona que “se va a negociar de a iguales, se respetara a Trump pero también se pide respeto”. México no se quedara de brazos cruzados pero más allá del estilo de lucha libre de estos dos actores en el escenario político, la pregunta es: ¿realmente entendemos las implicaciones económicas de este nuevo round de aranceles?
El show de los aranceles: ¿quién ganará?
Aquí es donde entran los números, las teorías económicas y por supuesto, el inevitable coque de trenes. La economía mundial ya ha pasado por esta película y la mayoría de veces no termina bien. Según el principio básico del comercio internacional, el libre comercio debe beneficiar a todos: los países se especializan en lo que hacen mejor, los precios bajan y los consumidores reciben productos más baratos, pero cuando los aranceles llegan todo se complica.
Primero, la imposición de aranceles por parte de Estados Unidos a México y Canadá es un guiño a la teoría de protección de la industria local (una política económica). Esto suena bien en teoría si eres una empresa estadounidense que quiere reducir la competencia extranjera. Pero la cruda realidad es que los costos aumentan, no solo para las industrias que compiten con los productos importados, sino también para los consumidores. Si los productos mexicanos se encarecen, los estadounidenses podrían enfrentar precios más altos en sus productos favoritos.
En cuanto a México, el golpe económico de un aumento de aranceles podría ser devastador. México no solo es un exportador de productos tradicionales como vehículos, maquinaria y productos electrónicos, sino que en los últimos años, se ha convertido en un socio clave en la manufactura global. Aumentar los aranceles contra México podría significar que muchas de las fábricas en territorio mexicano, dependientes de los mercados de exportación, se vieran obligadas a reducir su producción o incluso cerrar, según la Secretaría de Economía los principales productos que México exporta a Estados Unidos son (autopartes, automóviles ligeros, camiones, procesadores de datos y tractores) por lo que en dicha industria se ve latente una amenaza con una importante reducción en la exportación y por ende en la producción, por lo que generaría perdidas de empleos y una desaceleración de la economía mexicana que ya enfrenta el desafío de la pobreza y la desigualdad social.
Desde un punto de vista económico, varios modelos prevén que el aumento de aranceles no es una solución sostenible. Según la teoría de la competencia perfecta, el comercio libre permite que los países se especialicen y obtengan lo que necesitan a precios más bajos. Cuando los aranceles entran en juego, el mercado se distorsiona, se reducen las opciones para los consumidores y las empresas enfrentan mayores costos, el aumento de aranceles en un escenario catastrófico y si ninguna parte cede solo podría conducir a una escasez de productos, debido también a que los consumidores no estarían dispuestos a pagar precios mas altos por productos importados, es por ello la importancia de las negociaciones que se conlleven entre naciones.
Ante este panorama incierto, en mi opinión México debe dar un paso hacia la consolidación de su propia cadena de valor interna (empresas mexicanas que generen desde el insumo primario hasta el producto final) para no depender de los suministros importados. Si bien el aumento de aranceles puede ser una estrategia a corto plazo para presionar a los gobiernos de México y Canadá, la verdadera fortaleza de México radica en su capacidad para desarrollar una infraestructura económica que no dependa únicamente de sus exportaciones hacia Estados Unidos.
Si Trump piensa que la receta de los aranceles será su salvavidas, la historia económica sugiere lo contrario. Los aranceles, en lugar de proteger, pueden dañar a todos los involucrados. Es momento que México bajo el liderazgo de nuestra dama de hierro, aproveche esta oportunidad para reforzar su economía interna. Mientras tanto Trump deberá recordar que, en los negocios, como en la política, a veces el retorno de un boomerang puede ser inesperadamente fuerte.