En un solo fin de semana el clásico 1 - 2 del boxeo político desequilibró a Donald Trump: recibió dos fuertes fregadazos y ya no se ve invencible. De hecho, luce ahora tambaleante, desequilibrado, listo para irse a la lona si en el Partido Demócrata logran afinar el arte del pugilismo.

El sábado una mujer mexicana, Claudia Sheinbaum, avergonzó a Trump al pedirle que le baje, que no sea soez, que se comporte. Después subió al ring electoral una granítica estadounidense para enfrentarlo y buscar darle el golpe de nocaut definitivo —luego de la renuncia de Joe Biden a su candidatura la favorita es Kamala Harris, pero podría ser otra, tal vez, si se decidiera, Michelle Obama—.

Tiempo de mujeres. Gracias a ellas ha renacido la esperanza de que termine en la lona el más macho de los gringos machos. Lo aplaude el mundo civilizado, democrático, defensor del medio ambiente y de los derechos humanos fundamentales.

Maravillosa y más que necesaria ofensiva feminista contra el fantoche a quien aplaude el público ignorante inclusive si lanza insultos tan vulgares como, por ejemplo: “Cuando eres una estrella (las mujeres), te dejan hacerles cualquier cosa, agarrarlas por el coño, lo que sea”.

Terrible que tanta gente apoye a Donald Trump en Estados Unidos, el país de las mejores universidades, líder en innovaciones científicas y tecnológicas, indudablemente a la vanguardia en todas las manifestaciones artísticas.

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Una vez leí —creo que en un libro de Bertrand Russell— que la decadencia de la extraordinaria civilización griega llegó cuando se dejó invadir por la anticultura persa. Si no recuerdo mal, Russell daba un ejemplo: fue terrible que la racional astronomía empezara a ser reemplazada por el charlatanismo de la astrología. Aquella Grecia no resistió. Ahora, por lo visto, Estados Unidos es Grecia y Persia a la vez: la sociedad más avanzada y, al mismo tiempo, la más atrasada.

Como estamos hablando de la principal potencia económica, militar y tecnológica, lógicamente la elección de su próxima presidenta —ojalá, ojalá próxima presidenta— es un asunto que preocupa a toda la humanidad.

Claudia Sheinbaum tuvo que enfrentar el pasado sábado a Donald Trump. Lo hizo consciente de que habría consecuencias, ya que sin haber tomado formalmente el poder ella ya es líder global —México, por su tamaño y su ubicación, es una de las naciones más importantes del mundo—. Consecuencias las hubo, pero positivas. A pesar del acostumbrado exceso de críticas de la comentocracia nacional, Claudia pasó la prueba con éxito. Lo demuestran los números del tracking ClaudiaMetrics de SDPNoticias; de esto hablaré hoy lunes en el noticiero de Sergio Sarmiento y Lupita Juárez en El Heraldo Radio.

Se mantuvieron en niveles bastante altos las estadísticas que día a día mide la casa encuestadora MetricsMx.

ClaudiaMetrics

Claudia superó con éxito el enfrentamiento con Trump generado por otras ofensas, otras vulgaridades, otros insultos y otras mentiras del candidato presidencial estadounidense de extrema derecha.

La presidenta electa Sheinbaum consideró su deber exigirle al candidato del Partido Republicano moderar su tono y respetar a México. En síntesis, con otras palabras, ella planteó que sin duda habrá colaboración con Estados Unidos, pero no obediencia ciega: eso no. Donald Trump tendrá que entender que no estamos para permitir sus bravatas.

Claudia defendió a Marcelo Ebrard porque Trump lo atacó. Buena parte de la comentocracia en México se molestó. Algunas personas pensaron que Claudia se equivocó porque habría interpretado erróneamente lo que dijo Trump. Eso es falso.

Donald Trump fue muy duro con Ebrard, quien en el sexenio que está por terminar participó en las negociaciones de los acuerdos comerciales con Estados Unidos y Canadá. La presidenta Sheinbaum, entonces, sintió que era su deber, como buena jefa, defender a quien ahora es su subordinado. Y lo hizo. Nunca he ocultado que detesto a Ebrard, pero esta vez debo admitir que actuó correctamente la presidenta electa de México al apoyarlo. Ni hablar, Trump al atacar tan groseramente a un funcionario del actual gobierno, agredió a toda nuestra nación.

Un día después de que Claudia Sheinbaum lo ubicara con un buen golpe de izquierda, a Donald Trump se le complicó bastante su situación. Y es que, cuando parecía que nadie ni nada iba a detenerlo en su carrera hacia la presidencia de Estados Unidos después del balazo en la oreja que recibió —y que afortunadamente no pasó a mayores—, recibió un durísimo golpe por la derecha: el presidente Biden renunció a sus aspiraciones de ser reelecto en el cargo más alto de los Estados Unidos y lo reemplazará una mujer.

El machista ya está en problemas serios. Kamala Harris, la favorita para ser candidata en vez de Biden, sabe boxear y prepara el gran golpe para derribar al majadero fanfarrón que no respeta a las mujeres —ni al medio ambiente ni los derechos humanos; tampoco a la democracia, por cierto, como lo demostró cuando perdió frente a Biden—.

Ha sido una gran fin de semana para la humanidad comprometida, precisamente, con la propia humanidad. Al macho Donald Trump de pronto dos feministas se le pusieron enfrente: una mexicana, una estadounidense. Ni duda cabe, vivimos tiempos de mujeres.